La lápida resquebrajada de Guillermo Sundheim, otro ilustre vecino de Huelva casi desconocido
El nombre de una alameda, esto es lo poco que la ciudad hizo con el recuerdo de una personalidad que ayudó, prácticamente en solitario, a hacer de la Huelva de fines del XIX un lugar cosmopolita y próspero
Un soneto bien medido
La misma mirada al futuro desde las incertidumbres de siempre
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Iniciar sesiónUna intelectual como María Antonia Peña Guerrero, popularmente conocida por el cargo de rectora de la Universidad de Huelva que desempeñó con brillantez y evidente eficacia, puede permitirse el lujo de escribir un libro de historia, dotado de sobresaliente rigor científico, y hacerlo más que divulgativo, ameno. Es pura historia narrativa. Fácil de leer y con una no disimulada tendencia en su construcción formal a ser una biografía novelada, tal como fue la vida de uno de los onubenses que más y mejor han contribuido a definir la provincia de Huelva. La de su tiempo y la de ahora, la vida y obra de quien marcara los pasos que Huelva debiera seguir hoy y en el futuro.
A simple vista podría parecer un libro denso, de esos que te encuentras en las librerías, le das dos vueltas, lo hojeas, te asusta con su volumen, y lo dejas donde lo encontraste. Pero, no. La biografía de don Guillermo Sundheim, en el teclado sabio de María Antonia Peña, deviene en un clarificador repaso a la Huelva decimonónica y finisecular. A este excelente libro nos llevó otra no menos interesante publicación de la misma autora, un sesudo análisis del caciquismo y el clientelismo político en la Huelva del primer cuarto del pasado siglo: «El sistema caciquil en la provincia de Huelva. Clase política y partidos (1898-1923)», un estudio que recibiera el prestigioso premio de investigación Díaz del Moral.
Una figura clave
La biografía de Wilhelm Sundheim principia con su nacimiento en Gießen, o Giessen, en 1840, ofreciendo un perfil de su entorno familiar y siguiendo al alemán por universidades y empleos en el mundo de las finanzas por toda Europa, hasta acabar acompañándolo a la ciudad que llega siendo joven y en la que acabaría teniendo un papel decisivo, como empresario y conocedor de una tierra en la que supo ver todas sus posibilidades.
Hijo adoptivo de la ciudad que le dedicaría una alameda entonces en las afueras de la ciudad, hoy una transitada vía que sus paisanos actuales piensan que lleva el nombre de un inglés. Esto es lo poco que la ciudad hizo con una personalidad que ayudó, prácticamente en solitario, a hacer de la Huelva de fines del XIX un lugar cosmopolita y próspero, sacándola de la oscuridad a la que el sistema caciquil la tenía condenada.
El libro, editado por Marcial Pons, es algo más que una biografía, es la historia de la construcción de los cimientos de la Huelva actual, la ciudad que el alemán vislumbró portuaria, comercial, agraria, pesquera y turística. Muchas son las sorpresas que el lector encontrará en la entretenida lectura de las páginas de «Wilhelm Sundheim. Un empresario alemán en la España del siglo XIX», entre ellas la visión de futuro de quien se atrevió a rehabilitar los baños flotantes de la ría del Odiel, o a construir un hotel que fue el mejor y más moderno de toda la Europa occidental, el Hotel Colón, lo que hoy se conoce, lo que queda del edificio, como Casa Colón.
Las condiciones climáticas y paisajísticas fueron para Sundheim el principal valor de la ciudad y de todo el litoral, pues fue él quien le descubriría Punta Umbría a la colonia extranjera afincada en Huelva a fines del siglo XIX, quien promovió allí las primeras construcciones, y hasta quien se atrevió a poner en conocimiento de las élites de su tiempo la hermosura y los aires tan sanos de la Sierra de Huelva, donde levantó el paraíso botánico de Villa Onuba, y a explotar distintas minas y canteras, como la de mármol de Fuenteheridos, un mármol que se labraría en la casona que tuvo en Peguerillas, donde además el alemán tuvo bodegas y olivos.
Su principal fuente de ingresos le ligaba de la Compañía de Ríotinto, desde sus inicios y como promotor que fue de su compra por un consorcio liderado por el escocés Hugh Mckay Matheson, así como de otras minas que explotaría a través de la compañía que el propio Sundheim estableció junto a otro ingeniero alemán que se estableció en Huelva, Heinrich Doetsch. Minas y ferrocarriles, pues ellos fueron los principales responsables de la construcción de las líneas férreas entre Huelva y Zafra, y entre Huelva y Sevilla. Antes de su fallecimiento, estuvo empeñado en la explotación de la riqueza pesquera a través de su empresa La Atlántica, que pudo haber sido un referente en el sector de no ser por su temprana desaparición.
Un desconocido sobre el que se arroja luz
Huelva le dedica un recuerdo difuso, tan vago que hasta los fastos del IV Centenario o las fiestas Colombinas pocos conocen que se le deben a él. Los sucesivos ayuntamientos de una ciudad que engrandeció y le hizo hijo adoptivo, se han empeñado ahora en celebrar y hasta vitorear un legado inglés que se limita a haber explotado las minas de la faja pirítica, el no haberse mezclado con la población nativa, a la que miraba por encima del hombro, salvo algunos trabajadores que emigraron a Huelva atraídos por las posibilidades que ofrecía una ciudad en franca progresión. Y lo más curioso es que el dicho legado inglés ni siquiera dejó monumentos ni hitos arquitectónicos más allá de los cargaderos de mineral de sus dos grandes compañías mineras necesitó para la mejor exportación de los minerales onubenses, la de Tharsis y la de Ríotinto, compañías que dejaron al pairo sus explotaciones mineras en el mismo instante en que dejaron de ser rentables.
Como relata María Antonia Peña Guerrero en este libro que nos abre una necesaria luz para entender la historia de Huelva y también para pergeñar su futuro: «Durante décadas, miles –o, mejor, cientos de miles- de onubenses han conducido o caminado por ella (por la Alameda Sundheim), en unos casos desconociendo el origen de su nombre, en otros, confeccionando en su cerebro, con los escasos mimbres que proporciona la memoria colectiva y una buena dosis de fantasía, a un Sundheim que no fue: inglés, fundador del Real Club Recreativo y millonario hasta su muerte, constructor no de un hotel imponente, sino de un edificio de oficinas para los «ingleses» y totalmente ajeno a las redes ferroviarias o a las celebraciones del IV Centenario». Y concluye la catedrática de Historia, lamentándose, como nos lamentamos nosotros, con una frase que, valga la redundancia es lapidaria: «… su tumba… en el cementerio de La Soledad, … aún espera que alguien se conmueva y restaure sus grietas».
A Wilhelm Sundheim, don Guillermo Sundheim, un onubense poco conocido, casi olvidado y fundamental para entender la Huelva actual y la que debiera ser, es desvelado minuciosamente en este más que brillante estudio de María Antonia Peña. Hoy se celebra con pompa y jaleo, en el barrio que él también ayudó a construir en su finca del cabezo de San Cristóbal, un pretendido legado inglés que no alcanza siquiera a ser una muy pequeña parte de lo que nos dejó este alemán ejemplar. Lo que nos dejó y lo que nos indicó para conformar una provincia más próspera y mejor. Hasta vidente vino a ser. Algún día deberá Huelva tomar su legado y hacerlo realidad.
- Wilhelm Sundheim. Un empresario alemán en la España del siglo XIX. María Antonia Peña Guerrero. Editorial Marcial Pons. Colección Historia. Madrid, 2023. 568 pp.
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