Taberna El Condado: «Las mejores chuletitas de cordero en un ambiente de familiaridad y buen hacer»
Siempre es un lujo pasar por esta casa que tiene como estandarte el producto de la máxima calidad y el cariño con que se hacen las cosas

En este caso hace claramente honor al mito que siempre le ha rodeado. Hoy ya en manos de la segunda generación, con Daniel al frente. Este lugar lleva siendo lugar de culto y punto de encuentro para los buenos aficionados al tapeo tradicional y de calidad en el centro de la ciudad desde hace muchos años. Con fama de poseer las mejores chacinas desde antaño, hoy día han sabido mantener la calidad y sus principales señas de identidad del trato cercano al cliente y detalles que hacen que cada plato tenga algo distinto.
Uno de sus distintivos más llamativos es su grifo de cerveza con forma de jamón que el mismo dueño original, Antonio, mandó hacer para el primitivo local y aún conserva, con la pezuña fina como debe ser.


Sus platos estrella podrían ser casi una guía turística de la provincia de Huelva, chacinas, coquinas, mariscos, pescados, carnes y algún guiso tradicional hacen que uno disfrute con avidez de su buen hacer. Buena terraza y buena barra complementan a un comedor algo especial por encontrarse a diferentes alturas, pero eso le da un toque de singularidad y privacidad que resulta agradable.
Es un lugar que siempre se presta a una cerveza en la barra con unas buenas aceitunas previo a tomar asiento en el lugar que te asignen. Un poco de tertulia con el codo apoyado en el mostrador es señal de que hace honor a su autocalificativo de taberna, de las que cada vez quedan menos y son memoria absoluta de la vida social de cada uno de nuestros pueblos y ciudades.


En esta visita, como no podía ser menos, comenzamos con un buen plato de jamón, que siempre acompañan de un delicado pan tostado con aceite, otro de caña de lomo y unas anchoas sobre pan tostado con pimiento asado. Para continuar y antes de atacar a las deseadas carnes, tomamos un rico calamar frito en tiras y unas acedías fritas soberbias que por tamaño bien hubieran merecido ser a la plancha. Como no podía ser menos rematamos con unas chuletitas de cordero lechal deliciosas y, como le quedaban pocas y éramos seis comensales, las complementamos con una pluma ibérica a la brasa y una especie de plato combinado magnífico de huevos de campo fritos con patatas y lomo ibérico.
La verdad es que siempre es un lujo pasar por esta casa que tiene como estandarte el producto de la máxima calidad y el cariño con que se hacen las cosas. Hay que saber apreciar lo que uno toma, entender y valorar el esfuerzo que hacen hosteleros como Daniel por mantener la calidad de forma constante y soportar los vaivenes de un mercado que en cuestión de precios se está volviendo loco y los que más lo sufren son los que lo trabajan.

