CARACTER FAMILIAR

200 años de vino

Bodegas Barbadillo cumple más de dos siglos de historia en Sanlúcar de Barrameda.

un proyecto con

REPORTAJE

Dani Méndez

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Un origen centenario, un fuerte arraigo local y una inspiradora vocación exportadora. Así se ha forjado el presente de Bodegas Barbadillo, una marca que mantiene su espíritu familiar, defiende su impacto regional y evoluciona hacia un futuro de proyección internacional.

Nuestra historia vinatera comienza en 1821, cuando Benigno Barbadillo, que venía de México tras gestionar la herencia de su tío sacerdote Tomás Barbadillo Subiñas, compró la Bodega del Toro, una bodega del siglo XVIII que ya estaba llena de vino”, cuenta Manuel Barbadillo Eyzaguirre, actual presidente de la empresa familiar, sentado en una estancia de la Casa de la Cilla, sede actual de Bodegas Barbadillo y lugar emblemático en la historia de la bodega sanluqueña. Manuel representa a la sexta generación al frente de la empresa. "Llevar este legado es, para mí, ante todo, un orgullo", dice. Una empresa familiar con más de 200 años de historia, propiedad ahora de 168 primos descendientes del fundador. "El vino andaluz tiene que criarse donde nace. Eso te ata a la tierra, al edificio y al vino".

Los orígenes de Bodegas Barbadillo están ligados a Sanlúcar de Barrameda. La empresa nació con una fuerte vocación exportadora. En 1827 ya enviaban manzanilla a Filadelfia, y poco después lanzaban su primera marca, Pastora. A la muerte de Benigno en 1837, la familia continuó el negocio. La marca Pastora marcó el inicio de una vocación exportadora que sigue viva: hoy están presentes en más de 50 países y exportan el 40 por ciento de su producción.

La manzanilla Solear nace en 1938, gracias al empeño de Manuel Barbadillo Rodríguez, apodado el bodeguero ilustrado por sus vínculos a la bodega familiar y a la escritura. Hoy su logo domina la localidad, como se aprecia en esta vista desde la Avenida Calzada Duquesa Isabel, engalanada para la Feria de Abril de Sanlúcar de Barrameda. "Una bodega andaluza es tan emblemática como una catedral", dice hoy Manuel Barbadillo, su nieto. “Determina por completo la ciudad”. Son bodegas aéreas, no subterráneas, plenamente integradas en el entorno urbano.

"Vivíamos con mi abuelo, o más bien mi abuelo vivía con nosotros. Él sí estaba muy vinculado al negocio, a diferencia de mi padre, que tenía una granja avícola...". Arquitecto de profesión, Manuel Barbadillo cuenta que en un principio se mostró reticente a tomar las riendas. Pero su padre lo convenció y con el tiempo ha sido el responsable de profesionalizar la gestión y reforzar el carácter familiar. “La pasión por el vino, la verdad, sí la tengo”, recalca. No hace falta: se percibe.

La huella del entorno natural

La ubicación de Sanlúcar y la cercanía del Parque Nacional de Doñana conforman un entorno único para la crianza de la manzanilla. Las brisas marinas, la alta humedad relativa y las temperaturas suaves generadas por el Coto de Doñana permiten que el velo de flor se mantenga estable durante todo el año. El velo de flor es una capa de levaduras que se desarrolla de forma espontánea en la superficie del vino durante su crianza en barricas parcialmente llenas. Estas levaduras, principalmente del género Saccharomyces, se alimentan de compuestos presentes en el vino, como el alcohol y la glicerina, y forman un manto blanco que cubre el líquido, evitando su oxidación.

Esta combinación de factores naturales no solo favorece la crianza biológica, sino que imprime en el vino una personalidad inconfundible, marcada por su finura y una salinidad que solo puede encontrarse en este rincón del mundo "Esa humedad, combinada con la brisa marina, favorece el desarrollo del velo de flor y alarga su vida útil", dice María Barbadillo. Ese equilibrio térmico natural permite una crianza constante. Y una expresión salina en la copa, ligada al entorno.

Imagen individual

Hasta 16 bodegas distintas se distribuyen en la actualidad en la parte alta de la localidad de Sanlúcar. Juntas conforman un ‘pueblo’ de 75.000 metros cuadrados habitado por botas de vino, los grandes barriles de roble en los que se crían tradicionalmente los vinos de Barbadillo.

Las botas se apilan en las bodegas, donde el control de temperatura, humedad y orientación permite que el velo de flor —clave en la crianza biológica de la manzanilla— se mantenga estable a lo largo del año. “La manzanilla es típica de Sanlúcar, no se puede hacer en otro lugar”, explica María Barbadillo. La brisa de poniente regula todo el proceso.  “El poniente es donde entra el fresco, y hacia él están orientadas todas las bodegas. El levante siempre lo dejamos más resguardado para mantener esa humedad y temperatura óptima”.

María Barbadillo, sobrina de Manuel, es enóloga de la bodega y responsable de la crianza y la elaboración de los vinos.  “Pertenezco a la séptima generación de la familia”, subraya. “Estuve haciendo vendimias en Chile, en Oporto, en Galicia... y al final volví a casa. Creo que es importante salir para volver con otra perspectiva". Aunque no siempre tuvo claro que se involucraría en el negocio. “En mi casa siempre había manzanilla, mi abuelo era muy de vino, pero no era algo que me plantease de pequeña. De hecho, empecé la carrera queriendo estudiar Química, no Enología. Pero me fue entrando el gusanillo. Es un mundo precioso. Nunca dejas de aprender. Hay tantos tipos de vinos, tantos procesos distintos…”.

Protagonismo femenino

“Nunca me he sentido apartada por ser mujer”, reflexiona María. “Sí es cierto que, al principio, por la juventud, a algunos les cuesta que les mande una mujer joven, sobre todo a la gente mayor. Pero cuando te conocen y ven que sabes lo que haces, se normaliza. Tengo 31 años, y creo que las cosas están cambiando. Pienso muchas veces en cómo sería esto para una mujer en los años 40 o 50. Mucho más difícil, sin duda. Nosotras lo tenemos más fácil ahora, aunque aún quede camino por recorrer”. Otras se han ocupado de abrir el camino.

Imagen individual

La bodega de La Pastora, situada junto al castillo de Santiago de Sanlúcar de Barrameda, está vinculada al origen de la marca Pastora, la primera manzanilla embotellada de forma comercial.

Como Caridad Rodríguez, bisabuela de Manuel, cuya figura resulta clave en la consolidación del patrimonio de la empresa y en la adquisición de nuevas naves de crianza en el siglo XIX. En la memoria de los nietos, Caridad aparece como figura acogedora, repartiendo manzanilla en copitas y roscos de vino. Su hijo, Manuel Barbadillo Rodríguez, poeta y bodeguero, marcaría el rumbo cultural de la casa. Hoy en día, la dirección técnica está en manos de Montserrat Molina, enóloga principal, que ha sido clave en la definición estilística de los vinos.

Además de La Pastora, otras bodegas son: La Arboledilla, La Compañía, Mil pesetas… “Las bodegas, como los barcos, se nombraban en femenino” cuentan hoy desde Bodegas Barbadillo. Reflejo de una tradición cultural que asocia a los emblemáticos edificios a organismos vivos, como una madre protectora del vino. Las bodegas son edificios vivos, con suelos de tierra, aljibes, jardines.

En Barbadillo han instalado esta bota, con un fondo transparente, con fines didácticos. La solera es la base del sistema, el vino más viejo de la bota, que ocupa 10 arrobas (es decir, 160 litros). Por encima, 15 arrobas de criadera, el vino más joven que se añade posteriormente. Cada bota no se llena hasta el borde, se deja una porción sin llenar —el llamado vacío— que es esencial para que el velo de flor se forme y respire.

Aquí empezó todo. La Bodega del Toro es la primera bodega adquirida por Benigno Barbadillo al regresar de México en 1821. No es sólo un edificio: es todo un emblema fundacional que condensa el inicio del proyecto familiar y la vocación vinatera de Barbadillo. Con sus gruesos muros, suelos de albero y orientación pensada para aprovechar los vientos de poniente, es todo un paradigma de la arquitectura popular andaluza. Aquí comenzó el comercio de manzanilla hacia América, con las primeras botas enviadas a Filadelfia en 1827.

El Jardín de San Guillermo, ubicado en el corazón de Bodegas Barbadillo, es uno de los espacios más singulares del conjunto bodeguero de Sanlúcar de Barrameda. Rodeado por muros históricos y bajo la influencia de los vientos de poniente, este jardín ha sido recuperado como punto de encuentro cultural. Durante el verano acoge actividades como el festival Universo VI – Pequeño Festival, que une música en directo y vino bajo las estrellas, y se ha consolidado como escenario de conciertos, catas, cenas maridadas y eventos privados.

Biografías ligadas a Barbadillo

Las bodegas e instalaciones de Bodegas Barbadillo no sólo definen el carácter de la localidad, también son determinantes en la biografía de sus habitantes. La familia Barbadillo no es la única cuyos recuerdos de infancia aparecen ligados a la bodega. Entre los trabajadores de la empresa, muchos han visto cómo sus padres o sus abuelos trabajaban en el mismo lugar donde ellos desempeñan hoy su carrera. "Mi padre fue oficial mecánico aquí... Mi abuelo también, arrumbador de bodega. Toda mi vida ha girado en torno a este lugar. Mis años de niño también, jugando en las calles de por aquí... Ahora he acabado aquí trabajando, con 45 años", cuenta Evaristo Romero, jefe de embotellado.

El arrumbador es una figura clave en la elaboración de la manzanilla y otros vinos del Marco de Jerez. Su labor abarca múltiples tareas fundamentales durante todo el proceso de crianza, especialmente en el sistema de Criaderas y Soleras, típico de la manzanilla de Sanlúcar de Barrameda. Realiza por ejemplo el característico trasiego del vino, que confiere su carácter a la manzanilla.

María Barbadillo, enóloga de la bodega, representa a la séptima generación de la familia

Cuca Roldán, técnica de turismo en el Museo de la Manzanilla

Antonio Sánchez Mellado lleva 22 años en la empresa. Ha pasado por varios puestos de trabajo, lleva 15 años en la planta de tratamiento

Busto de Manuel Barbadillo (1891-1986) en el patio central de la Casa de la Cilla.

Camino de Sanlúcar de Barrameda.

La Bodega de las Mil Pesetas, llamada así porque cuenta la leyenda que ese fue su precio.

Los viñedos de Barbadillo están plantados sobre tierras de albariza, el suelo más característico del Marco de Jerez.

Barbadillo atesora en sus bodegas un patrimonio enológico que refleja dos siglos de historia. Uno de los hitos más tempranos fue el lanzamiento en 1827 de la manzanilla Pastora, la primera marca registrada por la casa, nacida tras el envío de barricas a Filadelfia y que inauguró su vocación exportadora. También figuran como vinos históricos el Oloroso Dulce Eva, embotellado en 1911 con destino a México, o el Amontillado Príncipe, de crianza mixta, que ha acompañado a generaciones. El tiempo ha hecho su trabajo en botas y botellas, y parte de ese legado se conserva hoy en el botellero del siglo XVIII recuperado en la Casa de la Cilla, con joyas como la Solear en rama de 1999 o blancos experimentales de los años sesenta. En Barbadillo, cada vino antiguo es un testimonio embotellado de una época, una firma familiar y una tierra.

Imagen individual

Manuel Barbadillo muestra orgulloso un ejemplar histórico de las más de 25.000 botellas que alberga el botellero instalado en la Casa de la Cilla, que fue en su origen almacén de diezmos eclesiásticos, hoy alberga oficinas y bodegas en torno a un patio central.

En Bodegas Barbadillo todo habla del tiempo: el que ha pasado y el que está por venir. La familia lleva más de dos siglos cuidando el vino, las botas y el vínculo con Sanlúcar. Hoy, el legado sigue en pie gracias a un modelo que ha sabido modernizarse sin perder el alma. La familia ha apostado por una gestión profesional, con nuevas líneas de negocio y presencia en más de 50 países. En ese camino, Banco Sabadell ha sido un socio clave. “Estamos muy agradecidos al banco”, subraya Manuel Barbadillo Eyzaguirre, actual presidente.

Virginia Martínez es una de las trabajadoras que mejor encarna esa evolución. Estudió Química Industrial en El Puerto de Santa María, entró con unas prácticas en laboratorio y hoy se ocupa de la venta online. Lleva 22 años en la empresa. “Esto ha sido como una familia para mí”, asegura. En Barbadillo, muchos empleados han pasado por distintos perfiles: una manera de conocer bien la casa y crecer con ella. “Tengo una niña. Si algún día me dijera: ‘Mamá, voy a trabajar aquí’, me encantaría. Sería un orgullo. Estoy dedicada a este sector vitivinícola y me encanta”. La historia continúa.

Cuando el emprendimiento germina: de empresa rural a proyección internacional

Son ya más de 200 años cultivando vino, pero también vínculos. Entre generaciones, entre tierras y mercados, entre lo local y lo global. Y en cada copa, una historia: la de una familia, una ciudad, y una tradición que ha aprendido a mirar al futuro sin olvidar de dónde viene.

Manuel Barbadillo

Presidente Bodegas Barbadillo

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Hay vida empresarial más allá de las grandes ciudades de nuestro país. Por eso, desde Banco Sabadell y en asociación con Vocento, queremos hacer un recorrido por algunas de esas empresas españolas que no están en el centro y cuyos productos usamos en nuestro día a día, o son esenciales para que nuestra sociedad funcione.

Vamos a narrar historias con un gran componente humano en compañía de empresas que han apostado por sus raíces y quedarse en los márgenes de las grandes capitales. Relatos con recorrido para negocios que han sabido adaptarse y reactivar, en ocasiones, la economía y sociedad de la zona.

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