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Las mejores chuletitas de cordero a la brasa de Huelva

El fuego lento de la Taberna El Condado: sencillez, aroma y pureza

Un plato de chuletitas de cordero con patatas de la Taberna El Condado gurmé

Luis Marquínez

Huelva

Hay platos que no necesitan discurso, sólo fuego, tiempo y buen género. Las chuletitas de cordero a la brasa son uno de esos bocados que, cuando se hacen con respeto, resumen la esencia de la cocina más auténtica. En la Taberna El Condado, en pleno corazón de Huelva y con más de 30 años a sus espaldas, logran ese equilibrio perfecto entre rusticidad y delicadeza, y convierten un plato tradicional en una experiencia casi ritual.

Nada más llegar, el aire ya anuncia lo que viene: ese perfume inconfundible de la brasa viva, del carbón que crepita oculto en las cocinas y del aceite que chisporrotea sobre la carne. En la parrilla se alinean las chuletitas como pequeñas joyas que esperan su punto exacto. El secreto está en no tocarlas demasiado, en dejar que el fuego haga su trabajo y que el humo envuelva cada bocado con su magia.

El resultado es una carne jugosa, de textura tierna, con la grasa justa que se funde y deja un sabor profundo, limpio, elegante. La pieza, un corte especial de carré de cordero nacional bien seleccionado, se trabaja con mimo, y eso se nota en cada corte: pequeñas y delicadas, de las llamadas «de palito», rosadas por dentro, doradas por fuera, con ese crujir sutil al primer mordisco que anticipa el deleite.

Acompañadas de unas patatas fritas caseras, doradas y firmes, que sirven de contrapunto perfecto al sabor del cordero. No hay salsas ni artificios: solo la pureza del producto, un toque de sal gruesa y el respeto por la tradición. En un tiempo donde la cocina tiende a disfrazar lo esencial, este plato recuerda que lo simple, cuando se hace bien, es insuperable.

Degustarlas en la Taberna El Condado es también un ejercicio de memoria gastronómica: la del campo con amigos, la de las brasas familiares, la de las mesas donde el silencio se impone al primer bocado. Es un plato que no busca aplausos, pero los merece.

Porque en cada chuletita de cordero hay un homenaje al fuego, al producto y a la paciencia. Y en Huelva, pocas manos saben hacerlo con tanta verdad como las de esta casa.

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