Un paseo por la antigua cárcel de Huelva: de penal para homosexuales a futuro epicentro cultural
La antigua prisión provincial ha sido testigo de un lento proceso de deterioro tras su cierre en 1996, un abandono que podría tener por fin las horas contadas
Así quedaría el proyecto de rehabilitación de la antigua prisión de Huelva
El Ayuntamiento quiere convertir la Isla Chica en el epicentro cultural de la ciudad
La antigua cárcel de Huelva, un imponente edificio de estilo neomudéjar construido en 1930, ha sido testigo de algunas de las etapas más oscuras de la historia reciente de España. Desde su uso como un centro de represión franquista destinado a encerrar homosexuales, hasta su deterioro con el abandono tras su cierre, el complejo carcelario encierra en sus muros un pasado doloroso que contrasta con el luminoso futuro que ahora se le augura, gracias al ambicioso Proyecto Distrito H, que busca convertirla en un epicentro cultural de la ciudad. Siempre y cuando, eso sí, el Gobierno apruebe esta iniciativa.

Durante el franquismo, la prisión de Huelva se utilizó como un lugar de castigo y control social, especialmente contra la comunidad homosexual. Bajo la Ley de Vagos y Maleantes de 1954 y la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social de 1970, miles de homosexuales fueron encarcelados en este complejo carcelario. En 1968, un decreto estableció a Huelva como una prisión especial para homosexuales 'activos', mientras que los considerados 'pasivos' eran enviados a otras cárceles como la de Badajoz. Las prácticas crueles e inhumanas eran parte del proceso de 'rehabilitación' impuesto por el régimen, que incluía electroshocks, esterilizaciones forzadas y otras torturas psicológicas, según las teorías pseudocientíficas defendidas por figuras como el médico Antonio Vallejo-Nájera, psiquiatra 'de cabecera' del régimen.
Antes
Después


Los testimonios de antiguos prisioneros reflejan la pesadilla que se vivía dentro de esos muros. Personas detenidas por su orientación sexual vivían un proceso de humillación constante. Algunos fueron encarcelados sencillamente por vestir ropa de mujer –como Antonio Herrera Dabrio, La Moni– o por exhibir actitudes amaneradas.
El abandono
El cierre de la prisión en 1996 marcó el inicio de una etapa de abandono que perduró durante décadas. Aunque en 2013 fue declarada Lugar de Memoria Histórica, el edificio comenzó a deteriorarse a un ritmo alarmante y no tardó en ser una verdadera amenaza para la seguridad y la salud pública. El interior del edificio, una vez hogar de reclusos y funcionarios, se convirtió en un vertedero. Puertas y ventanas fueron arrancadas, colchones y lavabos permanecían dispersos entre los escombros, las celdas vacías quedaron desvalijadas y los chatarreros entraban libremente para llevarse sus puertas metálicas. Incluso la vivienda del director de la prisión, que formaba parte del complejo, llegó durante un tiempo a albergar a alguna familia 'okupa'.

Pero la historia tenía reservado a la antigua cárcel de Huelva un final más digno que el de sus primeros cien años. Hace unos días, el Ayuntamiento de Huelva presentó el Proyecto Distrito H, un plan de regeneración urbana que busca transformar este espacio histórico en un centro cultural, educativo y social. Con una inversión estimada de 20 millones de euros, financiados en su mayor parte por fondos europeos Feder, el proyecto tiene como objetivo convertir la cárcel en un polo cultural para la ciudad, simbolizando la recuperación de un lugar de tantas injusticias. Tras obtener el beneplácito del pleno municipal, solo falta que el Gobierno central dé luz verde a la iniciativa.
El plan incluye la demolición del muro perimetral, que hasta ahora había servido como barrera física y simbólica, aislando el edificio del resto de la ciudad. La idea es integrar el complejo en el barrio de Isla Chica, uno de los más populosos de la ciudad, y convertirlo en un centro de innovación, cultura y formación. Las antiguas galerías se transformarán en conservatorios de música y danza, y se construirá un auditorio subterráneo con capacidad para 500 personas, que servirá tanto para eventos culturales como para actividades de la comunidad. Un lugar donde, como dice la concejala Adela de Mora, «la cultura derribe los prejuicios» y se convierta en un motor de cambio para la ciudad.