exrectora de la universidad de huelva

María Antonia Peña: «No soy partidaria de eternizarse ni de repetirse en los cargos. No es esa mi visión de la gestión»

Supe que era linense al iniciar el trabajo previo a esta entrevista. Siempre creí que había nacido en Huelva e incluso me sonaba que fuera de alguna de las calles de un centro que en Huelva es excéntrico, por ahí, por ahí la situaba

La despedida de Mª Antonia Peña marca la conmemoración del 3 de Marzo en la Universidad de Huelva

La rectora alaba a su sucesor: «La Universidad de Huelva va a estar en muy buenas manos»

María Antonia Peña acaba de dejar de ser rectora de la Universidad de Huelva h24
Bernardo Romero

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Pero, no. Esta onubense ejemplar fue a nacer en La Línea de la Concepción, vino con seis años a Huelva y ha mantenido contactos frecuentes con su pueblo, donde sigue pasando siempre una parte de sus vacaciones y donde aún tiene a alguna familia. Su labor investigadora, y toda su bibliografía, tiene a Huelva como escenario, el lugar desde el que ha estudiado algunos de los periodos más intensos del siglo XIX y principios del XX.

Circula con su marido al volante camino de Albacete, donde Manolo Lara, poeta y catedrático de Historia, como ella, va a presentar su último libro de poemas, y luego marcharan a Madrid para presentarlo en la Feria del Libro. Pasan por Andújar, camino de Bailén, el escenario de una batalla de un tiempo que la historiadora y hasta hace poco rectora de la Universidad de Huelva conoce sobradamente. Al tiempo que estudiaba la Restauración, realizó una interesante incursión en la que se conoce como Guerra de la Independencia en España y guerra Peninsular en el resto del mundo. El tiempo de los franceses en el Suroeste español (Almonte, 2000) fue un intermezzo en su labor investigadora. Para consultar la obra de María Antonia Peña será conveniente entrar en algún buscador, pues aquí nos dejaría sin espacio. Lo último una biografía de Guillermo Sundheim escrita con el estilo propio de quien domina no ya una que es brillante labor investigadora, sino también el arte de la literatura, de la buena literatura. Empezamos nuestra apresurada charla a través del móvil, la historiadora onubense camino de La Mancha y servidor grabando con el móvil. Tiempos modernos. Lo primero que hago es preguntarle sobre sus orígenes linenses.

Pregunta.- Pues no sabía que eras de La Línea, siempre te consideré onubense y además te presentía por una de esas calles del centro que comunican la arteria comercial de la Concepción con la avenida Italia, el lugar por el que la ciudad, poco a poco, va acercándose a la ría

Respuesta.- Pues no, soy linense de nacimiento y onubense de corazón. A Huelva le he dedicado una gran parte de mis investigaciones, es la ciudad y la provincia que he estudiado más a fondo, y eso, sin duda, marca y genera afectos importantes. Ahora mi vida está aquí y me encanta vivir en Huelva.

En su acto de salida como rectora de la UHU h24

P.- ¿Tus padres son de La Línea entonces?

R.- No exactamente. Mi padre era de San Roque y mi madre nació en Tánger, porque sus padres se habían trasladado a Marruecos en tiempos del Protectorado. Mi abuela materna, por otro lado, era de La Sauceda, una pequeña aldea de la serranía de Ronda que todavía hoy es de muy difícil acceso, cercana a Cortes de la Frontera. Recuerdo vivamente lo que ella me contaba sobre la vida en aquel lugar. Un lugar, por otro lado, marcado por la tragedia, como consecuencia de la guerra civil. En plena guerra y por estar tan escondida, fue refugio de quienes a duras penas se resistieron al golpe del general Franco. Era tan complicado asaltar aquella pequeña aldea, que los del bando nacional decidieron bombardearla desde el aire haciéndola desaparecer. Un horror. Para entonces, ya no había nadie de mi familia allí, porque antes de iniciarse el conflicto se habían desplazado a La Línea buscando unas mejores condiciones de vida que les proporcionaba la cercanía a Gibraltar. De hecho, también mi padre estuvo trabajando en Gibraltar hasta que Franco, en 1969, cerró la frontera. Sin esperarlo, perdió su empleo de toda la vida y tuvo que ponerse a trabajar en distintas ocupaciones, a veces muy precarias y temporales, por la provincia de Cádiz y por la costa malagueña. Dos o tres años después, el gobierno trató de paliar el desastre económico que había generado el cierre de la verja ofreciendo algunos puestos de trabajo a los desempleados en otros lugares de España. A mi padre, en concreto, le ofrecieron tres alternativas, dos muy lejos de Andalucía y una en Huelva, de modo que eligió esta y aceptó un puesto de celador en el Hospital Manuel Lois. No le gustaba mucho, pero era lo que había y tenía que sacar a su familia adelante. En realidad, siempre pensó que sería algo temporal y que volvería a su pueblo, pero eso ya no pudo ser.

P.- Eras una niña pequeña

R-. Sí, seis años casi recién cumplidos. Nos mudamos a Huelva, a lo que se denominaba entonces la barriada del Caudillo, en la Huerta Mena, y a mí me matricularon en el Colegio Hermanos Pinzón. De esos años recuerdo que, en cuanto nos daban las vacaciones, nos íbamos a La Línea con abuela incluida. Siempre veraneábamos en el pueblo. Veranos largos y hermosos. Por eso, aunque onubense, sigo teniendo una parte de mí muy linense, muy ligada al paisaje y las costumbres del Campo de Gibraltar. Por eso te digo que aunque soy plenamente onubense tengo el corazón dividido, no partido.

P.- Encajaste bien en el colegio

R.- Sí, fui una niña muy buena (risas) y muy estudiosa (ahora vuelve a la seriedad), porque siempre he sido muy curiosa y me gustaba aprender. Además, en La Línea, desde los tres años, estuve en un colegio de monjas muy riguroso con los programas de aprendizaje. Cuando llegué a Huelva los maestros se dieron cuenta de que yo ya sabía leer y escribir y las cuentas básicas, así que pensaron que debían pasarme a un nivel superior y me adelantaron un curso. Cosas de la época. Y así seguí toda la EGB, el BUP y COU, siendo la más pequeña de la clase. En el bachillerato tuve la suerte de ir al Instituto Alonso Sánchez, un centro muy «progre»: tenía entonces un profesorado muy preparado y muy innovador, con nuevas maneras de entender la enseñanza. Y recuerdo que yo me apuntaba a todas las actividades que se hacían de literatura, de teatro, de arte…

P.- De ahí te vendrá ese carácter progresista y riguroso que muestras en tu trayectoria docente e investigadora

R.- De ahí y de mi familia. En casa siempre hubo una cultura del esfuerzo. Fuimos conscientes de que el sacrificio y el trabajo bien hecho eran

«En casa siempre hubo una cultura del esfuerzo. Fuimos conscientes de que el sacrificio y el trabajo bien hecho eran absolutamente necesarios»

absolutamente necesarios, no ya para salir adelante, sino para vivir con mayor libertad y con la conciencia tranquila. Mi padre tenía un sueldo con el que vivíamos dignamente, pero justos. Para sacarnos a mí y a mis hermanas adelante, no paró nunca de trabajar; fíjate que hasta aprovechaba los fines de semana para hacer refuerzos en celebraciones, en bodas, bautizos y cosas así, y ganar un dinero extra. En verano, cuando tenía días libres, como en Colombinas, no dudaba en ponerse un mandil en alguna caseta del recinto ferial para traer a casa un sobresueldo que en aquellos años era más que necesario.

P.- Estarás muy orgullosa

R.- Por supuesto, muy orgullosa. De mis padres, de mi familia, del esfuerzo y del trabajo bien hecho. E incluyo también a la familia que he formado con Manolo Lara.

P.- Tienes una visión de la realidad hecha a golpes de eso, de realidad

R.- Así es. Nadie debería nunca olvidarse de sus orígenes ni renegar de ellos. Nadie debe creerse superior a nadie y hay que saber valorar y empatizar con las situaciones de dificultad que mucha gente atraviesa diariamente. Yo soy muy de barrio, y tengo recuerdos que, en mi infancia, me impactaron sobremanera. Recuerdo, por ejemplo, que una tarde mi padre fue a contactar con un albañil que le habían recomendado, para unas reformas que quería hacer en casa, y me llevó con él a buscarle a la Barriada de la Navidad. El recuerdo de la extrema humildad y la tremenda dignidad con la que se vivía en aquella casa, la casa de un trabajador esforzado, dejó en mí una huella que afortunadamente es imborrable.

P.- Llegas a la Universidad en unos tiempos realmente revueltos

R.- Claro, llegué al Colegio Universitario de La Rábida en 1983 y ya entonces eran unos tiempos inciertos y muy revueltos, y a la vez claves para dibujar el país que queríamos, en todos los aspectos. Llegué a una Universidad en la que las asambleas, las huelgas y las manifestaciones eran el pan de cada

«Nunca he tenido ninguna filiación política y valoro tremendamente mi independencia ideológica»

día. Había que arrimar el hombro y lo hice. Nunca he tenido ninguna filiación política y valoro tremendamente mi independencia ideológica, pero creo firmemente en la importancia de lo público, sobre todo en dos cosas claves: la sanidad y la educación pública, pero por supuesto también en lo relativo a los derechos humanos y a la igualdad. Me considero profundamente demócrata, porque sin democracia no hay verdadera libertad, y, a veces pienso, que en el mundo de hoy se está tergiversando todo: la libertad, la justicia, la solidaridad… Parece que ahora esas palabras nobles significan otra cosa.

P.- Eras más de ciencias, pero acabas estudiando Historia

R.- Tiempos de dudas en todos los aspectos. En mi futuro también. Me encantaban las ciencias, la física y las matemáticas se me daban muy bien, y me gustaba mucho la biología, pero quizás por el hecho de ser una lectora compulsiva, que lo sigo siendo, terminé apostando por las letras y, finalmente, por la Historia, algo que entonces despertaba mi interés y que ha acabado apasionándome y convirtiéndose en una parte inseparable de mi vida y mi personalidad. Podría decirse que tengo una mirada histórica que aplico a todo.

P.- Formaste parte de las primeras promociones del Colegio Universitario de La Rábida, por entonces una extensión de la Universidad de Sevilla

R.- Aquello fue una experiencia muy gratificante, porque de Sevilla vinieron profesores jóvenes y muy brillantes. Después para el Doctorado ya me tuve que desplazar a Sevilla porque solo se podía cursar allí.

P.- Os recuerdo a los dos tortolitos por el campus rabideño

R.- Sí, pero en realidad «el Lara» estaba mirando para otro lado (se oyen sus risas por el celular y se presiente la sonrisa de Manolo Lara que, con el manos libres accionado, va oyendo todo pero sin intervenir. Es un tío con mucha clase, más que un instituto). En cambio yo, a través de una amiga, ya le había echado el ojo. Supe que era el más listo del Colegio Universitario y que además escribía poesías (al Lara no le oigo, pero lo presiento). Lo tuve fácil porque yo era amiga de su hermano Juan Carlos, que estaba en mi curso, así que, al final, hice que cambiara la dirección de sus miradas y de sus suspiros.

P.- Un noviazgo como dios manda

R.- No sé quién los manda, pero desde luego fue un noviazgo normal, conociéndonos, viajando, compartiendo cosas y discutiendo cuando había que hacerlo. Y ahí lo tienes, son 40 años de relación y tres hijos maravillosos, dos niñas y un niño, que ahora están estudiando fuera de Huelva, de ahí que podamos movernos un poco, sobre todo ahora que tanta falta me hace, porque este tiempo en el rectorado ha sido verdaderamente agotador.

P.- Estás de año sabático

R.- Estuve en funciones hasta que se produjo el relevo formal en el rectorado, ahora he solicitado unos meses de descanso, que me son muy necesarios física y mentalmente. Pero luego, sé que volveré a la carga. No

«Estoy deseando volver a mis clases en la Facultad y a mi investigación, que he echado mucho de menos todos estos años»

tengo carácter para parar. (La he estado siguiendo estos días, y la verdad es que sigue sin parar un momento). Estoy deseando volver a mis clases en la Facultad y a mi investigación, que he echado mucho de menos todos estos años. Ansío el momento de volver a meterme en los archivos y las bibliotecas y tengo proyectos muy ilusionantes sobre nuevas líneas de investigación.

P.- Cómo se pasa de una situación tan estresante como ha debido ser tu etapa como rectora, a volver a la soledad y al silencio de un archivo

R.- Muy fácil, pasando como si fuera lo más normal del mundo. Si te gusta tu profesión, no hay ningún problema y algo tan simple como tener donde volver te da una libertad y una independencia que son fundamentales. En realidad, yo nunca he estado en paro. Desde antes de acabar la carrera ya estaba trabajando en una cosa o en otra. Estando en quinto curso, me apunté a un programa de empleo joven y, nada más acabar la licenciatura, me llamaron del Archivo de la Diputación Provincial para la ordenación del fondo del Hospital de La Merced. Empecé a trabajar y, en paralelo, fui haciendo los cursos de Doctorado y comenzando mi Tesis Doctoral bajo la dirección del catedrático Rafael Sánchez Mantero. Todo vino de golpe. Con mi primer sueldo le compré a mi hermana su viejo Seat Panda y con él iba todas las tardes a Sevilla para asistir a clase. Ni te imaginas el juego que me dio ese Panda, con él podía compaginar el trabajo por la mañana y las clases por la tarde, aunque más de una vez me dejó tirada en la carretera y tuve que volver a Huelva haciendo autostop. Luego, cuando se me acabó el contrato en Diputación me concedieron la Beca de Formación del Personal Investigador y ya pude dedicarme plenamente a la tesis doctoral y a la investigación. De los cuatro años de beca solo pude disfrutar dos, porque ya en 1991 conseguí un primer contrato de profesora en la Universidad de Sevilla, pero para dar clases en Huelva. Podría decirse, entonces, que desde que entré con 17 años a estudiar, todavía no he salido de la Universidad: ha sido mi vida y por eso me siento plenamente universitaria. En ella he sido y soy docente, investigadora y gestora.

Con su última obra publicada h24

P.- Volverías a un puesto de tanta responsabilidad como el de rectora

R.- Ahora mismo no. No soy partidaria de eternizarse ni de repetirse en los cargos. No es esa mi visión de la gestión. Tengo una gran vocación de servicio público, pero cada cosa tiene su momento. Estos años de rectora han sido todo un honor, un periodo agotador, pero muy gratificante. Y me voy con la conciencia muy tranquila. Creo en la Universidad pública y ha sido muy hermoso poder contribuir a fortalecerla. En cualquier caso, yo siempre estaré a disposición de ayudar cuando se trate de hacer algo por Huelva.

P.- Volvamos a tu ingente labor como historiadora, a tus publicaciones, ¿cómo fue eso de dejar a un lado la Restauración y retroceder casi un siglo para indagar sobre las andanzas de los ejércitos franceses por la que poco después sería provincia de Huelva?

R.- Aquello fue un encargo de Domingo Muñoz Bort, que entonces trabajaba como técnico de cultura en el Ayuntamiento de Almonte. Me pidieron que me encargara de realizar una edición crítica del libro Un village andalou sous le premier Empire pendant l'occupation française, de Jean d'Orleans. Me pareció interesante y del final del XIX me trasladé a los inicios de ese largo siglo. Al final, el tema me interesó tanto que hice la edición crítica, pero también una introducción extensa que se convirtió en un libro por sí misma. Allí expliqué cómo se había desarrollado la guerra de la independencia en la provincia de Huelva y por qué se había originado lo que conocemos como el «Rocío Chico», así que la publicación terminó teniendo mucha repercusión y, de hecho, creo que está agotada.

P.- Para entonces ya habías publicado tu tesina, dirigida nada menos que por Sánchez Mantero.

R.- Así es. En el 91 salió de imprenta El sistema caciquil en la provincia de Huelva. Clase política y partidos (1898-1923), que había obtenido el premio de investigación Díaz del Moral, por lo que fue el Ayuntamiento de Córdoba el encargado de editar el trabajo. Había sido Sánchez Mantero quien me sugirió que, dentro del grupo de investigación sobre la Restauración que él dirigía, yo me ocupara del estudio de la provincia de Huelva. Yo había empezado investigando sobre la Dictadura de Primo de Rivera, pero él me pidió que fuera más atrás, hasta finales del XIX y acabé remontando el trabajo hasta 1875. El estudio de la vida política de aquellos años, con el análisis de realidades como el caciquismo y el clientelismo, me enganchó totalmente y ha condicionado una buena parte de mi trayectoria, aunque luego, más que en la historia local, me he dedicado al estudio de la Historia cultural de la política en España, Europa y América Latina. Lo de los franceses fue, entonces, una especie de cambio de registro o una forma de abstraerme de la cotidianeidad de estar centrada durante tantos años en un tiempo concreto.

P.- Y el resultado está en Clientelismo político y poderes periféricos durante la Restauración (Universidad de Huelva, 1998) o en la no menos brillante Wilhelm Sundheim, un empresario alemán en la España del siglo XX (Marcial Pons, 2023). Ahora amplías tu campo de acción como investigadora hacia la Historia de la Corrupción Política en España y América Latina, durante los siglos XIX y XX.

R.- Sí, en todo eso he andado, pero, al estar al frente del rectorado, he tenido que bajar mucho el ritmo de la investigación y la publicación. He seguido haciendo alguna cosa, pero con menor intensidad. Pude terminar la biografía de Sundheim, aprovechando los veranos y algunos fines de semana, y también contribuir a los estudios sobre corrupción política junto a mi grupo de investigación. Ahora, aunque ya estoy deseando retomar estas tareas, también me planteo hacer algunas otras cosas más personales.

P.- ¿Cuáles?

R.- Leer, mi afición favorita, pero también ir algo más al gimnasio (tengo que recuperar masa muscular, según los médicos, porque me he llevado ocho años todo el tiempo trabajando sentada al ordenador o reunida). Y

«Profesionalmente, quisiera ir dejando la historia política y abrir mi trabajo hacia temas más sociales»

también hacer acuarela o algo así, como mera afición, mejorar mi inglés y dedicar más tiempo a mi familia. Profesionalmente, quisiera ir dejando la historia política y abrir mi trabajo hacia temas más sociales. Y tengo que reciclarme para la docencia: en estos años en los que no he podido dar clase han avanzado una barbaridad las nuevas herramientas digitales para la enseñanza-aprendizaje y tengo que ponerme al día antes de volver a entrar en las aulas. Las tecnologías avanzan y no me puedo quedar atrás.

En una de sus estancias internacionales h24

P.- El nuevo rector pertenecía a tu equipo

R.- Ha sido parte de mi equipo desde el principio y en los últimos años ha llevado el Vicerrectorado de Investigación. Nos hemos entendido muy bien, porque compartimos mucho la visión de lo que es y debe ser la Universidad. Él es físico teórico, un hombre de ciencias. Es una persona muy reconocida nacional e internacionalmente. La Universidad de Huelva tiene ahora un grandísimo rector.

P.- Tienes a los hijos fuera, estudiando, eso también debe ayudar.

R.- Por supuesto, aunque los echo mucho de menos y he padecido el síndrome del «nido vacío», porque siempre hemos hecho una vida muy familiar y hemos disfrutado mucho juntos. Estoy contenta porque están buscando y encontrando su camino, pero no por mí, sino por ellos. Mira, la mayor ha hecho Biomedicina y está haciendo su tesis doctoral sobre el cáncer, en la Universidad de Granada; la mediana es una apasionada de la música y está dedicada a la Musicología, ahora va a empezar un máster sobre Patrimonio Musical; y el más pequeño también es músico y está en el Conservatorio Superior de Córdoba estudiando Oboe, que se le da muy bien… Qué te voy a decir, estoy encantada con los tres, sobre todo porque son gente sensible y buenas personas.

Desde luego no hace falta estar a su lado para darse uno cuenta de lo feliz que está con lo que ha hecho y con lo que le resta por hacer. María Antonia Peña Guerrero, una de las intelectuales más lúcidas que tenemos y hemos tenido en la provincia de Huelva, y una mujer que ha sido incluida entre las quinientas mujeres más influyentes de España, ha realizado estancias de investigación en Roma, Londres, París, La Habana, Lima y Bogotá. Antes de acceder al rectorado, fue Vicerrectora de Internacionalización y Cooperación al Desarrollo en la Universidad Internacional de Andalucía y Directora de la Sede Iberoamericana de La Rábida de esta institución, y muchas cosas más. Es una mujer de bandera, de una bandera que ondea a los nuevos tiempos, a un progreso que ella vislumbró como resultado del trabajo de quienes están llamados a formar parte de la vanguardia que en todo tiempo y lugar han propiciado que el mundo avance de una manera justa y libre, con poderío suficiente como para no necesitar vientos favorables. Tengo que colgar porque el matrimonio se acerca a su destino, pero quedamos en vernos cuando esté de regreso en Huelva. Siempre es una oportunidad aprender al lado de personas como María Antonia Peña Guerrero, hechas a sí mismas con inteligencia y tesón.

Una linense de aquí, del mismo Huelva, una paisana para estar orgullosos de ella. Lo dicho, una mujer de bandera.

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