Un recorrido por las ruinas de la antigua fábrica de Tejero, conservera onubense de referencia en España

Sus vestigios, ubicados entre la Torre Arenillas y el estero Domingo Rubio, hablan de la magnitud de un complejo industrial con talleres, viviendas, embarcaderos y hasta una original piscina mareal

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Fachada trasera del chalé de Tejero que daba a la factoría y es lo único que queda de él B.R.
Bernardo Romero

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Hay historias que no se pueden contar, al quedar de ellas apenas la transmisión oral, o los recuerdos de un tiempo que se quiso olvidar entre el silencio y las confidencias de tristes o desesperadas vivencias, de las que a las puertas de la muerte alguno tuvo necesidad de desprenderse. Demasiado peso para el viaje que lleva hacia la nada o hacia la salvación.

Hemos tenido la oportunidad de volver a la antigua fábrica de Tejero, entre la Torre almenara llamada Arenillas, y el estero de Domingo Rubio. La primera vez que anduve por aquellas ruinas fue hace demasiados años, pero no tantos como para que se perviertan los recuerdos. Visité aquel paraje abandonado junto a Andrés Silván, hijo de quien fue memoria de Huelva y de su puerto, don Manuel Silván de la Corte. Era Andrés entonces compañero de facultad y nos fuimos a introducir un buen día en las ruinas de lo que sabíamos que había sido una industria conservera de referencia en todo el país.

Pensábamos que al margen de los afamados filetes de caballa marca Rey de España, que sigue elaborándolos la Unión Salazonera Isleña al adquirir la marca a principios de los ochenta, poco más se elaboraba en aquel que debió ser hermosísimo paraje. En aquella visita pudimos comprobar que no, tal como atestiguaban algunos muebles y enseres que pudimos remover bajo las techumbres caídas, entre cascotes y vigas vencidas por el tiempo y el abandono. Ocultas en aquellas sombras encontramos paquetes de etiquetas que iban desde las mermeladas de ciruelas o naranja amarga, por supuesto al gusto inglés, hasta perdices en escabeche y, por supuestísimo, las conservas de pescado que aún hoy siguen teniendo merecida fama. Ahora hemos vuelto, y de aquellas humedades ya solo quedan unas mínimas huellas, algunos tapiales y muros que soportan el leve aire salobre de la marisma, tal como aquellas historias que escuchamos alguna vez, sotto voce, apagadas por el chisporroteo de una candela o el persistente miedo a lo que se observó, se calló, pero no se acabó de olvidar nunca.

Imagen principal - Arriba, el comedor de los alumnos de la escuela y de los trabajadores es de lo que mejor se conserva en las ruinas. Sobre estas líneas, los embarcaderos de la factoría, y al fondo el utilizado por las trabajadoras de Palos. A la derecha, el autor del reportaje junto al poeta Pepe Baena en lo que fue el jardín de la casa de José Tejero
Imagen secundaria 1 - Arriba, el comedor de los alumnos de la escuela y de los trabajadores es de lo que mejor se conserva en las ruinas. Sobre estas líneas, los embarcaderos de la factoría, y al fondo el utilizado por las trabajadoras de Palos. A la derecha, el autor del reportaje junto al poeta Pepe Baena en lo que fue el jardín de la casa de José Tejero
Imagen secundaria 2 - Arriba, el comedor de los alumnos de la escuela y de los trabajadores es de lo que mejor se conserva en las ruinas. Sobre estas líneas, los embarcaderos de la factoría, y al fondo el utilizado por las trabajadoras de Palos. A la derecha, el autor del reportaje junto al poeta Pepe Baena en lo que fue el jardín de la casa de José Tejero
HUELLAS DEL PASADO Arriba, el comedor de los alumnos de la escuela y de los trabajadores es de lo que mejor se conserva en las ruinas. Sobre estas líneas, los embarcaderos de la factoría, y al fondo el utilizado por las trabajadoras de Palos. A la derecha, el autor del reportaje junto al poeta Pepe Baena en lo que fue el jardín de la casa de José Tejero B.R.

A la luz de los recuerdos hemos querido volver Andrés y yo a las ruinas de la fábrica de Tejero, de don José Tejero. En esta ocasión ha guiado nuestros pasos y el vehículo utilitario el Juanje Encinas, contando además con la idónea incorporación de Pepe Baena, el celebrado poeta, que curiosamente nació y creció en el poblado que hubo justo al lado de la fábrica y del chalé de Tejero, El Galeón. Esto que pude fotografiar es lo que poco que hemos encontrado y lo que usted, amable lector, podrá ver si se anima a recorrer unas soledades que encierran glorias y tragedias, tal como ocurre con la vida misma, que de todo hay, o eso dicen, en la viña del Señor.

Para alcanzar el poblado del Galeón, apenas una veintena de pequeñas casas, distribuidas alrededor de la fábrica y los talleres, es menester alcanzar la torre de almenara (1) que hoy es entrada al puerto exterior, la Torre Arenillas, ya en el término de Palos de la Frontera, que puede ser una parada para hacerse una bonita foto, o si llevan bloc, para realizar un rápido boceto que luego podrán colorear o dejar tal cual, a gusto de cada cual. Desde la Torre Arenillas deberán continuar hasta un par de rotondas y después enlazar con la carretera que conduce a La Rábida, al Poli y mucho más adelante a Palos y a Moguer.

Esto fue un hermoso y frondoso jardín a la entrada del chalé de Tejero B.R.

No deberán ni cruzar siquiera el breve puente del estero de Domingo Rubio (2), pues antes y a la izquierda según iban a subir hacia La Rábida, verán una cancela de hierro oxidado que debieron poner allí para evitar tropelías en un lugar que hoy está bajo la protección de una figura de protección ambiental o del patrimonio histórico andaluz. Y es allí, junto a la verja, donde podrán dejar su vehículo para disponeros a transitar por un camino que les llevará primero a una gravera, igualmente abandonada, y luego a lo que fue la factoría de José Tejero González Vizcaíno, caballero cubierto ante el rey, del que siempre se dijo que podría ser su hermanastro, un personaje envuelto en luces y también en sombras (3), diputado a Cortes, empresario que se hizo con numerosas concesiones mineras en el Andévalo y cuya familia, sus sobrinos, fueron a enlazar con familias de alta posición social, alguna con títulos pontificios hoy ya extinguidos (4). Precisamente el chalé de Tejero, así como el de su sobrina, cercano, pero más alejado de la conservera, es el primer lugar en el que paramos después de la caminata.

Torre Arenillas, que da nombre a la antigua factoría de conservas B.R.

Del chalé de Tejero apenas queda la pared que daba a la fábrica. Se levantaba en un lugar absolutamente paradisiaco, con extenso jardín frontero a la entrada principal y del que, a pesar de estar desaparecido, todavía se pueden adivinar sus hechuras y diseño. Palmeras, restos de caminos y hasta lo que debió ser una hermosa fuente, se adivinan apenas en el paraje. Detrás y como queda dicho, estaba la fábrica, y hacia la orilla que escolta la desembocadura del estero Domingo Rubio, queda la explanada donde estuvo la pista de tenis y más hacia el sur, la piscina, un curioso ingenio inspirado en las salinas, que aún se puede admirar. Sobre ella merece la pena quedarse un momento, pues se trataba de una piscina mareal. Esta alberca (5) se llenaba con agua salada cuando subía la marea, al abrirse una compuerta similar a las que se usan en las salinas. Para limpiarla bastaba con abrir la compuerta con la marea baja y esperar a que subiera para llenarla de nuevo con agua limpia. La

La piscina estaba emplazada a orillas del estero, frente al monumento a Colón, cuyas obras debieron verse desde la comodidad del chalé

piscina estaba por lo tanto emplazada a orillas del estero, frente al monumento a Colón, cuyas obras debieron verse desde la comodidad del chalé, mientras daban los señores unos raquetazos o se regalaban un baño en la piscina, con Huelva, ya más lejana y rosa, al fondo. Al tiempo que se levantaba el monumento a Colón, en 1928 (6), se construían los muelles o embarcaderos de la fábrica, uno en la orilla palerma, debajo de La Rábida, y otro al pie de la propia nave de manipulación de pescados en la fábrica. De estos muelles todavía quedan algunos palos indicando su primigenio emplazamiento. El de la orilla rabideña era el que empleaban las mujeres palermas que mayoritariamente trabajaban en la conservera, y el muelle de la factoría es el que empleaban, además de los operarios, los pesqueros que tenían franco el paso para alijar allí sus capturas. Cuando a la factoría le sobraba el pescado se colocaba una señal en la boya que señalaba la entrada al estero, con lo cual los pesqueros continuaban su rumbo hacia la lonja onubense.

Restos de una fuente en el jardín del chalé del potentado onubense B.R.

El incendio

Del chalé de Tejero apenas queda la pared trasera que daba a la fábrica, ya que sorpresivamente fue arrasado por un incendio del que fueron testigos los pocos trabajadores que quedaban en la factoría tras la muerte de Tejero, ya por entonces una decadente fábrica que sus herederos no supieron gestionar. Todo ardió, menos la colección ingente de trofeos del que fuera tan renombrado tirador, afición al tiro al plato o pichón que compartía Tejero con su amigo Alfonso XIII que en más de una ocasión pudieron compartir tiros y fiestas en Huelva o en alguna de las propiedades andevaleñas del político de Almonaster, así como en esta casa de Torre Arenillas hoy desaparecida. Ni rastro de los trofeos, ni de las ricas vajillas y cristalerías, cuadros, esculturas, jarrones… nada. Todo fue retirado con antelación, profilácticamente.

Escuela a la derecha y carpintería a la izquierda de la imagen, y al fondo el comedor B.R.

En el lugar donde se emplazaba la fábrica subsisten las pilas para la manipulación del pescado, donde se destripaban y daba inicio un proceso que pasaba por la propia manufactura de las latas en la misma factoría, en talleres que todavía son reconocibles, como la carpintería, donde se podía reparar igual una mesa o el marco de una ventana que una barca de recreo o un yate de los que disfrutaban los familiares e invitados del prohombre de la política y los negocios. Además de rastros de las zonas donde estaban las viviendas del poblado, aún subsiste, y hasta con el nombre en azulejos, el comedor de los trabajadores y de los escolares del poblado, la propia escuela y los talleres, el de carpintería, como queda señalado con el hueco donde se acomodaba la quilla de la embarcación a reparar, así como la fundición donde se confeccionaban las latas.

No se debía vivir nada mal en este apartado y discreto lugar, a menudo visitado por gente ilustre o puesto al servicio de conmemoraciones y fastos de todo tipo.

La casa fue el lugar de reunión de algunos militares, uno con un ojo tapado, no muy conformes con el cambio que el elegido timonel del golpe del 36 acababa de dar

Después el propietario podría dedicarse a sus negocios y a sus relaciones afectivas, cambiantes o diversas, que al decir de quienes cultivan la promiscuidad, son más entretenidas. Además de para los entretenimientos de la carne, la casa fue el lugar de reunión de algunos militares, uno con un ojo tapado, no muy conformes con el cambio que el elegido timonel del golpe de estado del 36 acababa de dar y que no gustó precisamente a todos quienes habían participado en el trascendental hecho de armas. Fuese el mismo Tejero, monárquico conocido como es natural, o no fuese él, el caso es que los trece convocados (7) en el chalé de Torre Arenillas, decidieron dejar al pequeño general que siguiera a los mandos del timón y aquí paz y allá gloria.

El poeta y profesor de Literatura Pepe Baena, uno de los cuatro niños nacidos en El Galeón B.R.

Al margen de la información oral que nos llegó casualmente y que habrá que tomar como lo que es, información oral difícil de contrastar toda vez que los protagonistas no están en este mundo, quienes deseen tener más información pueden optar por los entretenidos artículos con los que la historiadora y también excelente periodista Mari Paz Díaz, suele regalarnos en el Buenas Noticias de Ramón Fernández Beviá, otro apasionado de la difusión y el conocimiento de la historia de Huelva, o bien a través de una de las más ilustres historiadoras que ha dado esta provincia, la investigadora María Antonia Peña, que en breve dejará el cargo de rectora de la Universidad de Huelva, probablemente para continuar su impagable labor investigadora. De los muchos trabajos y posteriores publicaciones de María Antonia Peña Guerrero, recomendaríamos algunos referidos a este tiempo en que floreció la empresa de Tejero, El sistema caciquil en la provincia de Huelva, clase política y partidos 1898-1923, que recibiera el prestigioso premio de investigación Díaz del Moral, y editado por el Ayuntamiento cordobés, o Clientelismo político y poderes periféricos durante la restauración: Huelva, 1874-1923, editado por la Universidad de Huelva. Más recientemente, hace dos años, Peña Guerrero ha publicado una biografía esencial para conocer el pasado inmediato de esta provincia: Wilhelm Sundheim, un empresario alemán en la España del siglo XIX, editado por Marcial Pons.

(1) Torres de la luz o del fuego. Reciben este nombre por su función y propósito de su construcción. En la parte superior se encendía un fuego para avisar de la llegada de barcos no deseados, en un tiempo en que las agresiones de piratas berberiscos eran habituales. Si era de día, se animaba la señal echando paja húmeda sobre el fuego y provocando una espesa y larga humareda, mientras que de noche el resplandor del fuego era suficiente.

(2) Todos los intentos de saber quién fue Domingo Rubio han sido infructuosos. Igual es simplemente un señor que tenía allí alguna jábega y se dedicaba a la pesca de la sardina en unos tiempos pretéritos, cuando en el litoral onubense, en la misma orilla y en esteros o caños, abundaba la pesca. Podría ser un caso parecido al de Maneli, un pescador instalado en la playa y que ha dado nombre a la conocida playa de la cuesta que lleva su nombre.

(3) De José Tejero y González-Vizcaíno (Almonaster, 1879, Huelva, 1968) no encontrarán pistas ni en la Wikipedia. Su figura y trayectoria empresarial ha sido estudiada por Segundo Ríos Jiménez y Juan Diego Pérez Cebada en la obra coordinada por José Antonio Pérez Barranco, Cien empresarios andaluces.

(4) El efímero marquesado de Polavieja, tuvo dos integrantes, el primer marqués, de ese nombre y figura notable en la política y los negocios de finales del XIX, y un segundo marqués que casó con la sobrina de Tejero, aunque falleció tres años después de su enlace matrimonial, con lo que el título quedaba extinguido. Tejero, como es sabido, era soltero y sin compromiso, de ahí que su voluminosa herencia pasara tras su fallecimiento, en 1968, a sus sobrinos.

(5) En América se nombra correctamente a las albercas, con esta palabra, cuando se refiere a pilas destinadas al baño de las personas, mientras que en España la palabra se ha venido confundiendo con las pilas para criar peces, las piscinas, hasta denotar esta palabra a una pila o alberca acondicionada para el baño. No es el único caso, más llamativo es el de la palabra video, que en América se pronuncia correctamente, mientras que en España y a pesar de su origen latino, de vidēre, se acentúa para realizar una pronunciación más sajona que queda más moerno, vídeo.

(6) Lo de llamar monumento a la Fe Descubridora al que la propia escultora llamó monumento a Colón, tiene delito. El mismo que los actuales herederos de la fantasía y desconocimiento de la historia, de la que hicieron gala en la colonia extranjera en Huelva a fines del XIX, se empeñan en nombrar a la capital provincial algo así como el lugar donde todo empezó. El Descubrimiento, la empresa de descubierta que acabó alcanzando por vez primera el continente americano, se gestiona en el estuario del Tinto. Huelva, era a la sazón un pueblo con apenas 400 vecinos, y tan sólo contribuyó con algunos marineros que se lanzaron a la aventura por ver si arreglaban sus vidas. De hecho, Colón nunca estuvo en Huelva, la ciudad más colombina del mundo. No hay ni un solo documento que atestigüe este viaje sin sentido a una ermita lejana y para él desconocida. Son solo leyendas las que han traído a Colón de peregrinaje hasta la entonces lejana y pequeña ermita de la Cinta, y sí que está atestiguado el cumplimiento del voto colombino justo en las localidades más lógicas, las que participaron en la preparación de aquel viaje y que además estaban en el camino de Colón, estuario del Tinto arriba: Palos y San Jorge, Moguer y Santa Clara, más Niebla y Santa María de la Granada, poblaciones por aquél entonces más importantes que la actual capital y participes en la aventura de Colón y los Pinzones. En cuanto a lo de la cuñada de Colón, también es pura fantasía, está atestiguado por el profesor Cruz González, de la Universidad de Huelva, que las tierras de la cuñada de Colón y donde dejó a su hijo, estaban en San Juan del Puerto, localidad que además está y estaba en el camino de Ayamonte a Sevilla, tal como la actual autovía que enlaza la capital andaluza con Faro. Huelva, el puerto, quedaba a trasmano y además no tenía demasiada importancia en la época, de ahí que las naves partieran de Palos.

(7) Considerado por los supersticiosos como un número con mal fario, los militarotes y prebostes convocados en la finca decidieron tomar a un operario al azar y llevarlo a la mesa con ellos. Al hombre hubo que enseñarle hasta a coger los cubiertos, y el mayordomo que le aleccionaba le aconsejó que pasara lo que pasara permaneciera callado y, a ser posible, sordo. De puro pánico no contó nada hasta estar en su lecho de muerte, ignorante como era, sólo alcanzó a decir que uno de los militares tenía un ojo tapado. Nunca supo que el malestar de algunos militares de alto rango quizás acabara en la curiosa comida en la que estuvo de convidado de piedra, más atento a lo que le iban poniendo por delante que a las diatribas del resto de comensales, a los que los vinos de Burdeos y el caviar iraní les hizo desistir, en aquellos años llamados del hambre, de cambiar rumbos ni periplos de ningún tipo. Había que joderse con el general de voz aflautada y se jodieron.

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