Intervención al estilo 'Hermano mayor'
Una conexión emocional para combatir la violencia de hijos a padres
La asociación Ariadna ofrece con el método Mentoris, avalado por el Defensor del Pueblo Andaluz, una alternativa original, al estilo del programa ‘Hermano mayor’, a la lucha contra la violencia física y verbal filio parental. Sus profesionales, con muchos años de experiencia, se insertan en el entorno de estas familias con problemas y consiguen cambios significativos. “Nos basamos en lo que en piscología se llama alianza terapéutica. Intentamos ganarnos su confianza y posicionarlo a él en una actitud de colaboración hacia la intervención”, explica Cosette Franco.


Cada familia trata de criar a sus hijos lo mejor que puede, pero, a veces, como el tronco de un árbol en crecimiento éste comienza a torcerse y en esa espiral, en la que influyen muchos elementos, los menores acaban pagando con sus progenitores, carencias, inseguridades y frustraciones, llegando incluso a descargar sobre ellos una violencia verbal y física que los sume en la desesperación. Este escenario es más habitual de lo que pensamos, se da en todo tipo de estratos sociales, y además de lo que se puede comprobar en el programa televisivo ‘Hermano mayor’, la realidad está repleta de ejemplos que necesitan una atención especial. Al estilo de lo que se puede ver en la pequeña pantalla interviene el método Mentoris, un plan de acción ideado por la Asociación Ariadna, que se inserta en el entorno del menor para provocar un cambio, una conexión emocional que restañe la relación de esos hijos en momentos complicados con sus padres.
Desde hace tres meses los profesionales de esta asociación intervienen en Huelva con un caso que afecta a un chico menor de edad con problemas de consumo de sustancias, lo que repercutía en su relación con sus padres y sus hermanos menores. “La relación era muy tensa, con muchas discusiones. Su madre estaba muy preocupada y desesperada y se puso en contacto con nosotros. Llevamos tres meses trabajando y está muy contenta”, detalla a huelva24.com Cosete Franco, profesional con gran experiencia e impulsora de Mentoris junto a Antonio Chamorro.
Éste es uno de los más de 20 casos atendidos, sobre los que Franco expone que “aunque parezca vanidoso la realidad es que el 100% de nuestras familias recomienda el servicio. Están desesperados y no ven salida, no encuentran una solución y nosotros nos dejamos la piel, somos unos apasionados de esto”, indica sobre la labor de un equipo de siete educadores repartidos entre Huelva (2) y Sevilla (5), entre los que se encuentran Javi Guerra, Rosa Faustino, Carmen Agudo, Pedro Mancha y Fernando Rodalva. Tienen previsto extenderse más adelante por Cádiz y Córdoba también.

“Nos gustaría visibilizar esta problemática, así como ofrecer una alternativa a las familias que la padecen en su ámbito privado”, afirma Cosette, que señala que según datos de Fiscalía de Menores las cifras se han multiplicado por cuatro en los últimos cinco años y de acuerdo a Fiscalía Juvenil de la ciudad de Sevilla en el año 2014 hubo 473 denuncias de padres a sus hijos.
El método Mentoris, está avalado por el Defensor del Pueblo Andaluz y cuenta con el asesoramiento técnico de Gonzalo Musitu, catedrático de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla. Además es la primera entidad andaluza socia de la Sociedad Española para el Estudio de la Violencia Filio Parental que preside Javier Urra, antiguo defensor del Menor de Madrid, junto a entidades tan relevantes como por ejemplo Ginso de Madrid o Fundación Pioneros de La Rioja. Ofrece una novedosa intervención de reeducación social trabajando en los hogares con familias e hijos adolescentes y jóvenes con problemas de conducta, especialmente la violencia filio parental (ejercida de hijos hacia sus progenitores).
Cuesta no identificar esta descripción con lo que ocurre en el programa ‘Hermano mayor’, aunque el presentador, Pedro García Aguado, ex jugador olímpico de waterpolo, mide dos metros y va acompañado por un equipo. Cosete Franco opina desde el punto de vista profesional del programa que “es muy curioso porque Pedro es un gran colaborador nuestro y lo conocemos de un espacio formativo. Veíamos que era un espectáculo pero hay que darse cuenta que en él se habla de humanidad. Yo soy pedagoga, antropóloga y tengo tres másters, pero no abandero eso. Pedro ha ayudado a mucha gente y ha ayudado a que se visualice este problema”.

En esta línea ha añadido que “hasta que no ha salido en la pantalla estaba silenciado, como ocurría antes con la violencia de género. Si no puedes denunciar a una pareja te la has encontrado en la calle como vas a denunciar a tu hijo que lo has parido. No nos queda más que agradecerla su labor con este problema. Este mes nos veremos de nuevo en Castellón en un encuentro sobre mediación escolar”.
Franco marca en base a la experiencia de los casos atendidos que hay una serie de factores de riesgo dentro de una tendencia en la que están cambiando a un ritmo vertiginoso los modelos de familia y el funcionamiento interno de las mismas, como un estlilo educativo permisivo, el que cada vez haya más hijos adoptivos y que han sido adoptados, hijos padres separados, consumo de sustancias, entre otros. “La violencia es una manifestación de una situación y hay que ver que encierra detrás y desde luego hay una carencia de no saber gestionar esa rabia a veces desproporcionada sin duda. Otras veces tienen motivo de sobra y dices como no lo ha hecho con 7 años. Cada situación es un mundo”.
En la línea de lo comentado, incide en que “la tendencia es que nos hemos posicionado en una educación más permisiva, casi rozando lo negligente y además ahora hay muchas veces en que convivimos con hermanos de otras pareja o con la pareja nueva de mi madre. Los núcleos familiares se vuelven una disyuntiva. Paso tiempo con mi padre que tiene una normativa y luego con mi madre que tiene otra. Además el ritmo de vida es distinto y las mujeres ya trabaja fuera de casa. Antes todos los miembros comían juntos, ya cada uno lo hace a un horario distinto… Todo eso predispone en cierta forma a que se generen conflictos”. Además ha hecho hincapié en que se “bombardea mucho a los chavales en las redes sociales, donde existe el castigo de la imagen y una presión por ser de una determinada forma”, por lo que “se genera mucha falta de autoestima”. También “se ha adelantado la adolescencia y ya son adolescentes con 11 años cuando yo a esa edad era una niña. Hay cosas que han cambiado muchísimo”.

En este mar de situaciones dadas por diferentes configuraciones familiares y sus problemas y circunstancias, surgen “casos extremos”, como “un chico que quería quemar las cortinas de casa, otro que encerró a su novia en un armario, etc. Pero no todos son así. También tenemos chavales cuyo mayor problema es que no saben que hacer en la vida y se levantan y están todo el día tumbados. No hay que frivolizar, tiene otra gravedad aunque no crea un clima tan tenso”.
El método Mentoris busca ganarse al menor para entrar en su entorno y poder intervenir desde allí para arreglar las cosas, pero con el joven como parte de la solución. Franco detalla que “hay muchísimas fórmulas. Quizás la clave esté en un término académico que estamos acuñando que se llama conexión emocional. Nosotros basándonos en lo que en psicología se llama alianza terapéutica, intentamos ganarnos su confianza pero sobre todo buscamos posicionarlo a él en una actitud de colaboración hacia la intervención. Y esa es la clave, que acabamos posicionándolo como un referente para que él nos tenga en cuenta”.
Esta teoría tiene una práctica, cuyo secreto es “estar allí. Cada caso es un mundo y sobre todo hay que conseguir que nos sientan cercanos. Trabajamos también el contacto, el saber dar un abrazo a tiempo. La manifestación de esa violencia es que ellos también se sienten abandonados y heridos. No porque los padres no sea afectuosos, pero el clima se ha vuelto tan tóxico y hay una relación tan distante que se crean barreras que hace que sea difícil acercarse y se crea una barrera tras un día y otro y eso es lo que hay que derribar”.

No obstante no es fácil cuando los menores te reciben sosteniendo una silla por encima de la cabeza, como les ha pasado. “Todos los padres cuando vienen las primeras veces tienen una incertidumbre, una inquietud muy grande y te dicen ‘él no quiere venir, no te va a querer ver’. Nosotros les decimos que ningún chaval nos ha querido ver nunca y no nos preocupa porque éste es nuestro trabajo. Si él no viene vamos nosotros y si él no quiere entrar, empezamos con el resto de la familia”, asegura Franco.
En esta línea ha resaltado que “el problema es la voluntariedad. Los chavales con problemas de drogas no van a Proyecto Hombre por ejemplo. Están en una espiral de conflicto y tienes que entrar ahí, porque los padres no saben cómo coger cita, cómo hacer que sus hijos vayan a especialistas. Nosotros actuamos en su hogar y su entorno, pero desde luego no nos cerramos a que los padres exploren otras vías como gabinetes psicológicos, adaptaciones curriculares en los centros educativos o un internado al uso, pero ahí tienes que llevar al menor a la fuerza”.
Esta especialista aboga por no criminalizar al menor sino verlo, además de la responsabilidad que pueda tener en sus acciones, como víctima de unas circunstancias. “No nos gusta decir gente conflictiva. Intervenimos en un momento del problema un adolescente. No es la persona, son unas circunstancias. Nos estamos especializando en violencia, verbal y física, pero hablamos de problemas de conducta y nos gusta decir e es temporal”.

La fundadora de la Asociación Ariadna manifiesta que si hay algo que caracteriza a estos jóvenes es que sus redes sociales, las personales “en ese momento suele ser débil”. “Como muchas veces digo a una chica si tu amiga noes capaz de decirte qué ropa no te queda bien es que no es tu amiga. Muchas veces hay personas tóxicas, o un novio o novia que absorbe a su pareja y le hace perder el contacto con su día a día o no deja de estar en ‘el banco del porro’, como lo llamo yo, donde siempre se junta con la mima gente que tiene los mismo hábitos y costumbres. Por eso trabajamos en sus espacios naturales”.
Esta característica de este método contrasta con lo que ocurre cuando se produce un internamiento, cuyo “fracaso” es que “en el cuando están en el centro se consigue que estén bien pero fuera vuelven a ese mismo banco y son carne de cañón de las mismas circunstancias”. Por eso se integran en su día a día y también, como docentes que son fomentan unos foros de encuentro entre jóvenes, donde “los hay que están viviendo un problema o que no o que lo van a tener mañana, pero lo que hacemos es potenciar esas redes”. Forman parte de dos escuelas de ocio y tiempo libre, son colaboradores de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla y de la Universidad Nacional de Educación a Distancia.
Como profesionales lo que hacemos es 'conectar plantetas' y si la madre está en una terapia nos sumamos, no es excluyente ni repartir, si el chaval está en un centro educativo y le hacen una adaptación curricular y le funciona conectamos con los orientadores. Además ¿cuántos chavales tienen una cara en el instituto y fuera otra?”, explica Franco, que indica que “tenemos chavales donde la escala de valores de la familia se trunca, porque son brillantes y sacan unas buenas notas o tiene una gran cualidad, como un músico extraordinario y fuera de la normal con un talento alucinante pero luego es otra cosa”.

Otra peculiaridad de esta metodología es que no se ciñe a una aplicación sobre el menor, sino que el radio de acción llega a todos los miembros de la familia. “Empiezas a mover ficha con la madre, los abuelos, porque muchas veces conviven tres generaciones y para educar a un niño hace falta una tribu”. En esta dinámica, Franco ha indicado que dentro de su investigación social recogen en un anecdotario frases que oyen en sus casos y recuerda y hay una que tiene “mucho en la cabeza y nos dijo un padre, que es pediatra. Decía que ‘vinisteis a cambiar a Lola y habéis cambiado a los Rodríguez”, que ejemplifica lo que consiguen.
No obstante, pese al vínculo que se crea, la intervención busca una vuelta a la normalidad sin la presencia de los educadores. “Hay un grueso de intervención que va de tres a cinco meses. Hay familias que cuando llega el momento nos dicen ‘por favor no te vayas’. Siempre estamos sometidos a una fricción constante y no puedes transformarte en un miembro de la familia. Somos un referente pero estamos fuera y el respeto los jóvenes se lo tienen que tener a sus padres, no a nosotros”.
Cossette recuerda que “hace poco me llamó la madre del primer caso y perdura en el tiempo”, pues “son chavales que los conectamos con los cursos que damos y se crean redes y contactos. Uno ha sido el novio de otra, ven otras posibilidades y salen del ‘banco del porro”.

“Nuestro trabajo es muy chulo y requiere mucha implicación personal y emocional, determina tu ritmo de vida. Trabajamos de lunes a domingo. Hay un desgaste emocional importante y no hay horas al día, porque a lo mejor me siento con un chaval a hablar porque está muy mal o me llaman por teléfono y hecho el tiempo que haga falta y ellos lo agradecen. Es verdad que no sabríamos qué hacer que no sea esto y siempre lo digo que mi compañero Chamorro es el mejor educador del mundo. Ha estado en Tijuana con inmigrantes, en las Islas Canarias, ha sido legionario, etc.”.
Junto a este socio iniciaron un camino de éxito y satisfacción profesional que tiene como antecedente una larga experiencia en la administración y cuya consecuencia ahora es “una visión que no es empresarial, sino educativa”. Sobre el origen, Cosette Franco recuerda que “habíamos trabajado en distintos ámbito con personas en riesgo de exclusión social, en orientación profesional, en empleo, en educación, ocio y tiempo libre, pero siempre habíamos tenido el denominador común de trabajar con jóvenes. Nos dimos cuenta que habíamos sido este tipo de adolescentes que habían tenido ese noviazgo con sustancias, con la violencia, y habíamos sido capaces de reconducirlo”.
No obstante, aclara que realmente el germen de este proyecto está en su experiencia en el Polígono Sur, “el mal llamado barrio de las 3.000 viviendas”, indica. Allí trabajaban mucho en la calle, él como educador social y ella como directora del proyecto. “Trabajábamos desde los entornos de los jóvenes y nos dimos cuenta de que existe este tipo de problemática”, aunque en este barrio observaron que en la población gitana “no hay este tipo de violencia filio parental, donde el respeto a los mayores está más arraigado, aunque también el machismo está más instaurado”. Allí, con la experiencia iniciada en el 97, asegura que lo que hay es “resilencia”, una “capacidad de superación para adaptarse y sobrevivir que no tienen chavales pertenecientes a familias acomodadas”.

En este caldo de cultivo, “se nos encendió la bombilla cuando una persona superbien posicionada de Sevilla se hizo eco de nuestro trabajo y vino a preguntarnos “¿qué hago con mi hijo de 14 años?”, cuando estaba en uno de los mejores institutos de Sevilla y tenía tiene un nivel socioeconómico y cultural muy elevado”. Entonces comprendieron que este problema “dejó de ser patrimonio de zona en riesgo de exclusión social” y sus primeros clientes fueron llegando gracias al boca-oreja dentro de su red profesional. Ahora el círculo se va haciendo más grande.
Y es que no hay nadie en España que haga algo parecido a estos profesionales de la Asociación Ariadna. El pasado mes de abril expusieron su método exclusivo en el primer Congreso de Violencia Filioparental, donde se dieron a conocer. También han mantenido contacto con el juez de Menores Emilio Calatayud y han conocido el trabajo de la Asociación Imeris, que funciona a través de un centro, como el Campus Unidos de Javier Urra, que es un centro de internamiento. “Ellos dan respuesta para muchas cosas, pero lo nuestro tiene otro objetivo y representa una alternativa”, señala Cosette Franco, que “con prudencia” espera que se extienda a más provincias andaluzas el trabajo que están desarrollando.
Cosete Franco (656 55 80 11)
cosete@mentoris.com / cosette@mentoris.es
chamorro@mentoris.com / chamorro@mentoris.es