DEMANDAN APOYO PSICOLÓGICO
Las otras vidas que el incendio en el piso de estudiantes de Huelva trastocó: los vecinos aún no han vuelto a sus casas
11.16 h. Puertas calcinadas y pisos en los que el rastro de agua y hollín tardará en borrarse. Los vecinos del edificio de la calle Villanueva de los Castillejos en el que se registró el incendio en el que murieron tres jóvenes estudiantes aún no han podido regresar a sus viviendas, gravemente afectadas por el humo. Las secuelas más importantes, sin embargo, no se aprecian a simple vista.

Sobre quienes fueron los que más perdieron tras el trágico incendio del pasado 31 de enero en la calle Villanueva de los Castillejos, en Huelva capital, no hay duda. Está claro que lo único irrecuperable es lo que perdieron Andrea, Daniel y Sara, que se dejaron la vida en el piso de estudiantes en el que se habían reunido con unos cuantos compañeros para celebrar el final de sus primeros exámenes en la universidad. Nada comparable, por supuesto, al dolor de sus familias. Nadie, obviamente, más perjudicadas que ellas. Lo tienen claro esas otras familias que también se han visto afectadas por la tragedia y que, a día de hoy, más de una semana después, aún no han podido regresar a sus casas. Son los vecinos del edificio, en el número 10, técnicamente habitable pero que quedó en unas condiciones “que hacen imposible que vivamos allí, aunque no haya peligro de derrumbe”. Habla Rosa, que vivía en el piso de enfrente al que salió ardiendo aquella fría mañana que nunca podrá olvidar. “Fuimos mi pareja y yo quienes llamamos a los Bomberos y avisamos a los vecinos que quedaban dentro, aunque ya no pudieron salir porque el descansillo estaba lleno de humo”. Gritos, carreras, su novio con el extintor tratando de hacer lo que podía… Cruzarse con el chico que luego falleció, verse en la calle en pijama, sin chaquetón, helada de frío, y presenciar cómo, tras todo el jaleo de luces y sirenas, se iban llevando a las víctimas en las camillas. “Nadie que no estuviese allí puede hacerse una idea de lo que vivimos. Por supuesto preocupados por los chicos –aún no se conocía el trágico desenlace, ya que las tres víctimas fallecieron en su traslado al hospital-, pero también por cómo se estaría viendo afectada nuestra casa, por la vecina de arriba, que tiene una niña de cinco años y no podían bajar… El rato ese no se lo deseo a nadie, ha sido el peor de toda mi vida”, narra a huelva24.com desde la casa de un familiar, en la que se encuentra instalada desde aquella fatídica mañana, desde la que está además de baja médica y en tratamiento por ansiedad. Esta vecina, como otros muchos del bloque según afirma, tiene una queja clara: “nadie se ha preocupado por nosotros. Esa mañana pasaron por allí representantes de todas las instituciones, y nadie nos preguntó a los vecinos si habíamos recibido asistencia médica ni puso a disposición nuestra ayuda psicológica. Por supuesto entendemos que en esa situación lo primero era lo primero pero, ¿y desde entonces? ¿No merecemos que se interese nadie?”. Ella por su parte, enfermera de profesión, sí acudió con su pareja, que respiró mucho humo, al centro de salud, “pero la situación en la que hemos quedado es para que alguien se hubiese interesado y hubiese puesto en marcha el protocolo que correspondiese para atendernos”, considera. “Yo no puedo dormir por las noches, y buena parte de los vecinos está igual. Hemos pasado por un episodio muy traumático y parece que no le importa a nadie”, se lamenta. Por su parte, desde el Ayuntamiento de Huelva han confirmado a este periódico que los vecinos tienen a su disposición “toda la ayuda y todos los recursos” que se le puedan prestar desde los Servicios Sociales municipales, pero que no consta que ninguno de ellos lo haya solicitado hasta el momento. Un edificio habitable en el que no se puede vivirSegún han informado también desde el Ayuntamiento de Huelva, el mismo día que se produjo el incendio técnicos municipales revisaron la estructura del edificio y constataron que en el mismo no existían “daños físicos relacionados con la estabilidad estructural”, por lo que los vecinos podían regresar a sus casas sin peligro. “Nada más lejos de la realidad”, asegura Rosa. “Que el edificio no se vaya a caer no significa que podamos vivir allí”, insiste esta vecina, que asegura que el bloque de tres plantas –el incendio se produjo en la primera- está vacío porque las casas están impracticables. Puertas blindadas carbonizadas, cenizas mezcladas con el agua que se usó para sofocar las llamas, y daños considerables en zonas comunes como el patio interior, donde se refugiaron los estudiantes que pudieron escapar de las llamas. “Nos quedamos en la calle con lo puesto, y ahora todo está sucio, lleno de humo, y el ambiente es irrespirable. La luz explotó, y el olor es inaguantable. Eso nos lo ha dicho el mismo perito del seguro, que allí en esas condiciones no se puede vivir, y ahora mientras hacen los presupuestos para la limpieza, la reparación, y luego la llevan a cabo, ¿cuánto voy a tardar yo en poder volver a mi casa? ¿Cuándo vamos a poder regresar a nuestros hogares los vecinos? ¿No le importa a nadie?”, se cuestiona Rosa, que critica que ninguna Administración haya contactado con ellos para ofrecerles asesoramiento y ayuda. De momento, explica, seguirán cada uno en las casas de sus familiares y hasta hemos comprado un candado para precintar el edificio, pero algún día tendremos que volver a nuestras casas, y estaría bien que alguien nos acompañase en este proceso, que está siendo muy duro. Especialmente, asegura, por esas secuelas que no se ven pero que ellos no dejan de tener presentes a cada instante.

Nada comparable, por supuesto, al dolor de sus familias. Nadie, obviamente, más perjudicadas que ellas. Lo tienen claro esas otras familias que también se han visto afectadas por la tragedia y que, a día de hoy, más de una semana después, aún no han podido regresar a sus casas. Son los vecinos del edificio, en el número 10, técnicamente habitable pero que quedó en unas condiciones “que hacen imposible que vivamos allí, aunque no haya peligro de derrumbe”.
Habla Rosa, que vivía en el piso de enfrente al que salió ardiendo aquella fría mañana que nunca podrá olvidar. “Fuimos mi pareja y yo quienes llamamos a los Bomberos y avisamos a los vecinos que quedaban dentro, aunque ya no pudieron salir porque el descansillo estaba lleno de humo”. Gritos, carreras, su novio con el extintor tratando de hacer lo que podía… Cruzarse con el chico que luego falleció, verse en la calle en pijama, sin chaquetón, helada de frío, y presenciar cómo, tras todo el jaleo de luces y sirenas, se iban llevando a las víctimas en las camillas. “Nadie que no estuviese allí puede hacerse una idea de lo que vivimos. Por supuesto preocupados por los chicos –aún no se conocía el trágico desenlace, ya que las tres víctimas fallecieron en su traslado al hospital-, pero también por cómo se estaría viendo afectada nuestra casa, por la vecina de arriba, que tiene una niña de cinco años y no podían bajar… El rato ese no se lo deseo a nadie, ha sido el peor de toda mi vida”, narra a huelva24.com desde la casa de un familiar, en la que se encuentra instalada desde aquella fatídica mañana, desde la que está además de baja médica y en tratamiento por ansiedad.

Esta vecina, como otros muchos del bloque según afirma, tiene una queja clara: “nadie se ha preocupado por nosotros. Esa mañana pasaron por allí representantes de todas las instituciones, y nadie nos preguntó a los vecinos si habíamos recibido asistencia médica ni puso a disposición nuestra ayuda psicológica. Por supuesto entendemos que en esa situación lo primero era lo primero pero, ¿y desde entonces? ¿No merecemos que se interese nadie?”.

Ella por su parte, enfermera de profesión, sí acudió con su pareja, que respiró mucho humo, al centro de salud, “pero la situación en la que hemos quedado es para que alguien se hubiese interesado y hubiese puesto en marcha el protocolo que correspondiese para atendernos”, considera. “Yo no puedo dormir por las noches, y buena parte de los vecinos está igual. Hemos pasado por un episodio muy traumático y parece que no le importa a nadie”, se lamenta.
Por su parte, desde el Ayuntamiento de Huelva han confirmado a este periódico que los vecinos tienen a su disposición “toda la ayuda y todos los recursos” que se le puedan prestar desde los Servicios Sociales municipales, pero que no consta que ninguno de ellos lo haya solicitado hasta el momento.
Según han informado también desde el Ayuntamiento de Huelva, el mismo día que se produjo el incendio técnicos municipales revisaron la estructura del edificio y constataron que en el mismo no existían “daños físicos relacionados con la estabilidad estructural”, por lo que los vecinos podían regresar a sus casas sin peligro. “Nada más lejos de la realidad”, asegura Rosa.

“Que el edificio no se vaya a caer no significa que podamos vivir allí”, insiste esta vecina, que asegura que el bloque de tres plantas –el incendio se produjo en la primera- está vacío porque las casas están impracticables. Puertas blindadas carbonizadas, cenizas mezcladas con el agua que se usó para sofocar las llamas, y daños considerables en zonas comunes como el patio interior, donde se refugiaron los estudiantes que pudieron escapar de las llamas.
“Nos quedamos en la calle con lo puesto, y ahora todo está sucio, lleno de humo, y el ambiente es irrespirable. La luz explotó, y el olor es inaguantable. Eso nos lo ha dicho el mismo perito del seguro, que allí en esas condiciones no se puede vivir, y ahora mientras hacen los presupuestos para la limpieza, la reparación, y luego la llevan a cabo, ¿cuánto voy a tardar yo en poder volver a mi casa? ¿Cuándo vamos a poder regresar a nuestros hogares los vecinos? ¿No le importa a nadie?”, se cuestiona Rosa, que critica que ninguna Administración haya contactado con ellos para ofrecerles asesoramiento y ayuda.
De momento, explica, seguirán cada uno en las casas de sus familiares y hasta hemos comprado un candado para precintar el edificio, pero algún día tendremos que volver a nuestras casas, y estaría bien que alguien nos acompañase en este proceso, que está siendo muy duro. Especialmente, asegura, por esas secuelas que no se ven pero que ellos no dejan de tener presentes a cada instante.