Lunes Santo > Tres Caídas
Penas y Amor para tocar el cielo 50 veces
21.06 h. Los titulares de la Hermandad de Tres Caídas cumplen 50 años subiendo con sus fieles la cuesta que lleva su nombre en una prodigiosa chicotá, que genera todo un torrente emociones en una estampa tan tradicional como auténtica. Además se cumplen 70 años de la primera salida procesional de la cofradía (1945) y de la obtención del título de ilustre y 50 desde que es Hermana Mayor Honoraria la Guardia Civil.

El ser humano pasa sus días entre penas y amor. Anhela más que nada tener lo segundo para dotar de sentido a su existencia, pero más de lo deseado sufre lo primero y mientras late el corazón no se está libre de sentir ninguno. Cada uno debería saber cuánta pena está dispuesto a padecer con tal de encontrar amor y cuánto amor puede ofrecer para alejar a alguien de las penas. No están definidos los límites pero nadie queda intacto y en eso consiste vivir, en eso consiste amar y ser amado o al menos intentarlo.

Como una metáfora viva de todos esos avatares que nos pueden sacudir el alma a cada minuto, la Semana Santa de Huelva conserva y muestra como un tesoro uno de los momentos cumbres del relato animado de la Pasión y por ello de los más esperados cada noche de Lunes Santo. Y todo parte de Jesús de las Penas en sus Tres Caídas, que carga el fracaso de todos y la aceptación del destino sin dejar de ser ejemplo al caminar, y María Santísima del Amor, que impone al dolor el mayor regalo de un corazón para entregarlo con generosidad. Desde el Polvorín salen a la conquista de Huelva y llevan a sus fieles al cénit cuando junto a ellos, llevados con toda la devoción, arte y esfuerzo posible de sus hermanos costaleros, parten, con el impulso de su caminar único e imponente, el cielo en dos para tocarlo subiendo la antigua vía Paisajista, la cuesta Cristo de las Tres Caídas.
En 50 años, medio siglo, se ha repetido 50 veces el momento y ninguno ha sido igual a otro pese a tener la misma esencia impregnada en el recorrido. En 50 ocasiones preciosas la Huelva cofrade ha grabado en su memoria un espectáculo único, que traspasa fronteras, una vivencia compartida que atrae y atrapa. Es la chicotá del cielo, que escribe en el firmamento a ras de suelo, la que eleva en cada uno las pasiones y miserias más profundas para desvelarse a la luz que lo inunda todo, brotando encendida de la oscuridad primaveral.

En el espacio y tiempo que se desarrolla caben incontables sentimientos entre la pena y el amor y rezos más callados o expresivos, toda suerte de suspiros, respiraciones y latidos, lágrimas de desconsuelo, emoción y gozo, miradas insondables, párpados que se aprietan como queriendo agarrar el instante y su transcendencia, conversaciones con los demonios propios, recuerdos de los que se fueron, pensamientos cíclicos de lo que somos y hacemos, reflexiones sinceras y profundas o simples devaneos entregados al dejarse llevar por las imágenes estéticas de la secuencia, por su vorágine de sonidos bulliciosos, en la que se abren paso potentes sones y melodías más delicadas, donde con ajetreo, apreturas y roces de un caos ordenado se acaba sembrando la calma que alimenta el espíritu.
Esta noche volvió a ocurrir, volvió a avanzar con paso firme el Señor de Tres Caídas y con elegancia al compás tras él la Virgen del Amor. Ambos bañados por una multitud en comunión y sus soledades, por quien no falta nunca y vuelve, por quien por primera vez prueba, por quien vive y muere por su hermandad, por quien no pisa una iglesia y quiere ser partícipe de esta fiesta. Con ellos la madrugada culminó, tras el paseo repleto de magia y penumbra por las callecitas de la Huerta Mena, en el Sagrado Corazón de Jesús, el templo donde comenzó todo.
Bajo un sol espléndido se fueron poblando con impaciente devoción los alrededores de la iglesia, en cuyo sombrío interior los hermanos se las prometían felices para con responsabilidad y buen hacer disfrutar y hacer disfrutar en una jornada repleta de efemérides. Se cumplían 70 años de la primera salida procesional de la cofradía (1945) y de la obtención del título de ilustre. De este año también es la talla de Jesús de las Penas de Antonio León Ortega. Igualmente en 2015 se cumplen 20 años de la restauración a la que fue sometida la Virgen del Amor.

50 se cumplían desde que la hermandad sube su famosa cuesta y el mismo tiempo desde que es Hermana Mayor Honoraria la Guardia Civil, a la que se le dedicó la primera levantá del Señor de Tres Caídas. “Hay guardias civiles se han enamorado de sus mujeres en los costeros del paso”, recordó el capataz, Fabián Tello, que agradeció la labor de todos los agentes de España. La siguiente fue dedicada a Pepe Vargas, hermano mayor honorario de la Hermandad de la Sagrada Cena, fallecido hace unos días, y para el que se deseó que sus titulares lo tuvieran “en la gloria”. La tercera fue para los integrantes del programa El Llamador, de Canal Sur Radio Huelva, que cumple 25 años de encomiable labor y servicio.
Poco después sonaba la Marcha real interpretada por la Banda de Nuestro Padre Jesús Nazareno y el sol realzaba desde lo alto cada centímetro del imponente paso de misterio de la cofradía del Polvorín. En el Jesús está postrado tras su tercera caída camino del calvario, buscando en la piedra que pudo ser su tropiezo un nuevo punto de apoyo mientras la Verónica busca enjugar su rostro y el nuevo cirineo, obra de Darío Fernández, trata de ayudarle a levantar desde atrás su pesada cruz.
A los sones de la marcha ‘Amor y Penas’ fue avanzando el Señor de las Tres Caídas entre la multitud congregada para tras tomar la calle Presbítero Pablo Rodríguez desembocar en la ambientada amplitud de la avenida Federico Molina y buscar el centro por la Alameda Sundheim y la de Plaza del Punto.
Minutos después se exponía también a la luz del sol el precioso palio de Nuestra Señora del Amor, con su vela rizada y un exorno floral con predominancia de unas diminutas rosas blancas, rodeando la bella presencia de la titular, con sus párpados entornados y sus apreciables lágrimas. Su martillo sonó para acordarse de Fabián Tello y su junta gestora, que en una etapa de transición ha conseguido que “este Lunes Santo sea uno más”.
Poco a poco el majestuoso paso dorado del Señor de Tres Caídas fue llegando al centro y cambió su paso firme a tambor por revirás en calles estrechas para adentrarse entre una riada de cofrades en la plaza Niña y situarse frente a las las Hermanas de la Cruz sobre las 19.00 horas. Los candelabros de guardabrisa se encendían en una pausa antes de dar los últimos pasos para colocarse entre la multitud a las puertas del convento. De allí brotaron de nuevo las dulces voces de las hermanitas de la Cruz con su rezo cantado, siempre emotivo y recogido con emoción por los hermanos de Tres Caídas. El capataz dedicó una levantá a la hermana María de Belén, que falleció el año pasado, y a todas las hermanas por el corazón que tienen y cómo rezan, dedicatoria que provocó muchos aplausos.

Después se posó allí la 'paloma' del Amor, que bailó bajo una lluvia de pétalos en la calle Garci Fernández, donde ya no caía nadie más. Y así, meciéndose con arte, fue avanzando entre la multitud de cofrades expectantes en espacios reducidos hasta llegar ante las Hermanas de la Cruz y recibir allí un nuevo rezo cantado.
Desde este punto importante de su recorrido comenzó un callejeo precioso por calles atestadas de gente como Esperanza Coronada, La Paz, Rábida, Murillo, Vázquez López, Gobernador Alonso, Hernán Cortés, Rascón y Bocas para llegar con holgura a la carrera oficial. El deleite continuó ante los palcos, con la luz ya marchándose por un cielo que había proyectado mucho calor durante toda la jornada sobre los cofrades, que siguieron recorriendo el centro de la capital con ahínco.
El camino de vuelta previsto llevaba a las hermandad por las calles Cardenal Cisneros, Fernando el Católico, Palos y Plaza Quintero Báez, para encontrarse con una auténtica marabunta de gente en la Cuesta Cristo de las Tres Caídas, el tramo más especial de su recorrido, con mucha gente esperando desde bastante tiempo para disfrutar un buen sitio a los lados y también aprovechando las buenas vistas del parque Alonso Sánchez. Como decía el pregonero Nacho Molina: Cincuenta son los años que Huelva te vio besar su cielo / tantos como retales de arte te sobran para forjar tu leyenda / y que a mi tierra le pareciera que nunca hubo primavera sin tu cuesta /ni lirio en sus adentros que guardara con más celo.
Ya en lo alto quedaron momentos cada vez más íntimos por Cantero Cuadrado, Avenida Federico Mayo, Juan de la Plaza, Juan Niño, García Sarmiento, Ismael Serrano, Francisco Niño, Vicente Yáñez Pinzón, Pasaje Alonso de Palos y Presbítero Pablo Rodríguez, para en torno a las dos de la madrugada ir regresando a su templo.