ENTREVISTA
Bernardo Romero: “Los triunfadores no necesitamos perseguir nada”
Rico en amigos y aficiones. Polifacético, intelectual pero llano y risueño, gastrónomo, docente, filósofo y una leyenda urbana dice que también meteorólogo. Bernardo Romero vuelve a asaltar las páginas de una novela con 'El asunto Don Simón', el pretexto para una noche antológica en la Peña Flamenca de Huelva. 'Se ha portado conmigo de manera ejemplar. Soy uno más de la banda', afirma.


Acaba de meter a trescientas personas en la presentación de un libro, 'El asunto Don Simón' algo absolutamente inusual no ya aquí en Huelva, sino en cualquier capital española. Sin apoyos ni subvenciones, de las que abomina, el escritor onubense ha sido capaz de montar un espectáculo de tres horas y media de duración del que el público además salió encantado. El asunto don Simón para colmo se está vendiendo de lo lindo. Y todo sin salir de su ciudad y de sus amigos, de su círculo de confort.
P.- ¿Es usted consciente de lo que acaba de hacer en la Peña Flamenca de Huelva?
R.- Plenamente. Contra lo que pudiera parecer o lo que se pueda desprender de la fama que tanto trabajito me ha costado pergeñar, soy un hombre metódico y capacitado. De lo que soy consciente es de que las cosas se consiguen con trabajo, con esfuerzo. Nacemos en pelota picada y es menester trabajar mucho para ir cómodamente vestido. Por fuera, pero también y sobre todo por dentro.
P.- Además de trabajo y esfuerzo, será necesario algún otro ingrediente para tener tanto poder de convocatoria.
R.- Desde luego. Hay que tener muchos amigos y muchos coleguitas. Si no de qué y de cuándo vas a llenar un salón como el de la Peña Flamenca, que parece un campo de fútbol.
P.- Pues ha tenido usted amigos en el salón y sobre el escenario.
R.- Sí, por todos lados. Fue emocionante. Y no sólo por el hecho de que fueran todos gratis et amore, sino porque no consintieron siquiera que les pagara el hotel a quienes vinieron de fuera. Te voy a poner un ejemplo, la noche que llegaron Raquel Montenegro y Javier Chaparro, redactora jefe y director de Europa Sur, fueron ellos quienes me invitaron a cenar en un restaurante pimpi, de los buenos, de los que no suelo frecuentar.

P.- También logró subir a la Moni de nuevo a un escenario.
R.- Ah, eso se lo estaré agradecido eternamente. Don Antonio ya está retirado. Se vistió de flamenca y cantó coplas como nadie por mí. Esto es una cosa muy grande, de las que se le cuentan a los nietos.
P.- Otro agradable encuentro fue el de César Lópex Perea, que acaba de sacar nuevo videoclip con Och8 Vientos.
R.- Sí, fuimos compañeros de trabajo hace ya unos añitos y amigos desde entonces. ¡Vaya temazo que se marcó! El Yesterday de los Beatles nada menos, y con la acústica, que la domina como pocos. Es un músico como la copa de un pino, por su trayectoria profesional y por su maestría, por el dominio de todos los instrumentos que le pongas por delante. Es una cosa única. Un gran compositor además. Un crack.
P.- ¿Y lo del filósofo? Hay quien no se lo cree.
R.- Pues Laura Brito en la presentación del espectáculo lo dijo bien claro, el que tenga alguna duda que se vaya a la Wikipedia. Don Alejandro Martín Navarro es un filósofo relevante en el panorama del pensamiento español actual, un intelectual y un poeta con una serie de premios detrás que lo avalan. El caso es que le gusta el flamenco y quiso venir a Huelva para tocar por alegrías una pieza que ha compuesto para mí. Somos grandes amigos. Y después, en la segunda parte ya sabes la que se lio, Mario Garrido, Juan Fernando González y don Eduardo Hernández Garrocho al cante. Nada más y nada menos.
P.- Y algún otro que se sumó a la fiesta.
R.- Sí, fue genial, nada menos que Ángel Romero, un artista de raza y profesor de cante jondo como Mario Garrido en nuestra Peña Flamenca de Huelva; y Andrés el Lepe, que también acaba de sacar nuevo disco. Dijeron que si el Bernardo estaba en la Peña ellos también querían estar allí para cantar, y que les daba igual que presentara una novela o un portaviones. Hasta ese día y en mi bendita ignorancia, no supe que los portaviones también se presentaban. Supongo que la maqueta, porque cualquiera mete uno de verdad en la Peña, por muy grande que sea la sala. La verdad es que la Peña Flamenca se ha portado conmigo de manera ejemplar. Soy uno más de la banda.

P.- Hablemos de su nueva novela. ¿Es cierto que le llaman el 'Agatacristi' de Huelva?
R.- Y cosas peores, pero esto que me dice es cierto. Además, el primero que me gritó por la calle eso de “ole ahí el Agatacristi de Huelva” provocó que escribiera esta primera entrega de las cosas de doña Alicia Goles y Palacios. El formato de la novela es como aquellas publicaciones de editorial Molino que casi se nos escapan de la memoria. Tiene su dramatis personae en las primeras páginas, y al final doña Alicia Goles reúne a casi todo el mundo para revelar los intríngulis del caso. Es un buen envoltorio para la historia que se narra, el lector atento podrá advertir que además de un caso policíaco, realmente se encuentra una descripción fiel de la sociedad actual, del modo en que nos movemos y actuamos, de cómo somos y cómo vivimos. Hay mucha carga de profundidad entre esas líneas. Un escritor debe ser testigo de su tiempo, ejercer de notario de su tiempo y mostrarse a sí mismo y a lo que observa tal como son, fielmente.
P.- Y muchas referencias literarias.
R.- También, me han sugerido que haga una edición con notas a pie de página, porque muchas de ellas se pierden. Creo que es mejor que eso lo hagan otros, cuando ya no ande yo transitando por estos barrios.
P.- Habrá más aventuras de Palacios y Alicia Goles.
R.- Seguro. Me imagino que para antes del verano. Tengo otro lío en el que se ha metido Palacios ya casi terminado. El problema es que no conduce y se tiene que desplazar a Sevilla en varias ocasiones, pero no termina de acertar con el coche de Arturo Damas que tiene que coger. A él le gusta el de los pueblos, y además que pare en Manzanilla para desayunar. Creo que le han dado por imposible y ya ni le piden billete siquiera. Se baja en Manzanilla, protesta porque la venta que había allí de toda la vida de Dios era mucho mejor que la oferta hostelera actual, desayuna y se sube a la siguiente camioneta. A pesar de todo siempre llega a Sevilla, no muy puntual, pero acaba llegando.

P.- Pues va a resultar que usted le ha dado la vuelta a eso de ser profeta en su tierra
R.- Bueno, al menos uno se siente acompañado en momentos como este. Que es de lo que se trata. Escribo para los amigos, para quienes quieran pasar un rato divertido y luego poder reflexionar sobre nuestros modos y nuestras maneras de vivir.
P.- La editorial lo llevó a la capital andaluza, ¿pretende conquistar otros mercados?
R.- Suprimida la feria del libro en Huelva, la editorial quiso llevar a algunos de sus autores a la feria de la plaza Nueva. Fue muy agradable porque somos todos amigos y pasamos una tarde entre libros, que nos gusta. En cuanto a lo de conquistar otros mercados se lo dejo a la editorial, ella sabrá lo que hace. Yo estoy bien en mi casa, en mi barrio y en mi ciudad, me daría mucha pereza tener que andar de un lugar para otro. Le diría lo mismo que le contestó Silvio a un periodista: “la fama me persigue, pero yo corro más”.
P.- ¿No me diga que no persigue la gloria, el éxito, el triunfar en el mundo de la literatura?
R.- Pues sinceramente, no. Para alcanzar esas metas debería haberme ido hace años a Madrid o a Barcelona, a los grandes centros de producción. Aquí me siento querido. No se puede aspirar a más. Esto sí que es un triunfo, y los triunfadores no necesitamos perseguir nada.

P.- ¿Es feliz?
R.- Como una perdiz.
Ríe y señala insistentemente una botella de vino blanco del Condado. Le va a dar el sol, advierte. Nos conmina a dejar de preguntar y a probar el arroz con costillas y rebullones que espera en la mesa. Convertido en apologista de los vinos del Condado, se levanta de la sillita de mimbre en la que estaba sentado, se acerca a la mesa asegurando que Huelva es un paraíso por muchas razones, señala una costilla, luego un rebullón, que es como le llaman en Cartaya a los níscalos, y a continuación inicia una retahíla de productos huelvanos que son como la letanía que te reza un camarero. Incapaces de seguir el hilo de tan sabrosa nómina, nos centramos en lo que hoy cuenta, el arroz con rebullones y costillas, el vino blanco del Condado y la conversación de un tipo capaz de saltar de la lógica aristotélica a la arquitectura funcionalista de Markelius sin despeinarse.