Mi alma gravita
Llegar hasta aquí no ha sido fácil. Nadie en su sano juicio espera que al mirar al abismo en blanco de un folio aparezca la palabra depresión, para teñirlo todo de negro. Y siendo honesta, ojalá fuese tan fácil, sería más sencillo de digerir, menos duro de vivenciar.

La depresión no llega de un día para otro; viene letra a letra, lentamente.

A veces, como en mi caso, la depresión avisa con INSEGURIDAD. Pero no esa timidez que hemos sentido todos; es la inseguridad en mayúsculas, subrayada, en negrita y todo el día en la cabeza. La duda con la inercia de los pasos. El miedo a errar, el venderse errado sin haber caído aún en el error. El temor a que otros huelan tu inseguridad. Tú mirando su nariz a cada rato y sentirte descubierta en el más mínimo movimiento que nada tiene que ver contigo.
Guardar cualquier frase negativa de los otros para ti porque tú te lo mereces, porque iba para ti según tú. Aunque tú ya no seas tú y empieces a no saber reconocerte.

Recuerdo que por entonces PREGUNTABA CONSTANTEMENTE a personas de confianza qué habrían hecho o harían ellas en mi lugar frente a todo, a cualquier mínimo paso. Y mi vida se convirtió en una duda constante sobre mí y mis circunstancias.
¿Pero sabes qué? A pesar de todo, que es mucho más, por suerte tengo la fortuna de que mi médico vea conveniente que siga yendo a trabajar, ser maestra me apasiona, me sigo dando por completo e intento disfrutar y seguir aprendiendo en mi trabajo, sigo opositando y sigo escribiendo. Y me lo digo cuando se me olvida: ¡Puedes! Por eso sé que tú o la persona en la que has pensado al leerme, también puede, solo que quizás necesita recordárselo.
No estás sola, de verdad, y no eres la única, aunque esta enfermedad te lleve a pensarlo. ¡Podemos! , porque juntas somos más; e iremos, sin dudas, a mejor.