El AVE Fénix se estrella contra el puente
La avenida de Cádiz, estrenando su nueva configuración urbanística, podría sustituir a la plaza de toros como escenario de los espectáculos estivales de Freestyle, con las motos realizando piruetas de un extremo a otro del malogrado puente. Nuestra emergente promesa de salto de longitud onubense, Héctor Santos, tiene a su disposición un espacio de entrenamiento extremo en el que precisar el ajuste del talonamiento, tan crucial en la preparación de los atletas.
Una rampa con un pequeño peralte a modo de looping proporcionaría a los skaters onubenses una improvisada pista (nivel hardcore) para los más expertos del monopatín. Y, por supuesto, siempre está la opción de llevar a pleno municipal la moción de una compañera periodista que sugirió con sorna hace unos días convertir la zona cero de la dignidad política local en el emplazamiento del I Campeonato de tirolina de las Colombinas (con pareado incluido, la propuesta se vende sola).
Un postrero estertor electoralista buscaba taponar a la desesperada la hemorragia de votos con los escombros de su propia gestión como chapucero torniquete. El resultado fue la mutilación de una de las vías de acceso al centro de la ciudad desde diversos puntos, generando un evidente problema de tráfico y un profundo cráter que pone de manifiesto la honda huella dejada por el anterior equipo de gobierno.
Estos ases sacados de la manga en la timba de las elecciones son tan antiguos como la política, una partida en la que cada uno juega sus cartas, marcadas o no, recurriendo a faroles y órdagos para llevarse la mano (al bolsillo o a la urna). Todo vale en campaña, como se advertía en la película de Jay Roach (‘The Campaign’), cuyo título fue traducido en Latinoamerica haciendo referencia a una realidad todavía más sangrante: 'Locos por los votos'.
Pero incluso en la guerra (el legado más oscuro del ser humano), por paradójico que parezca, existen unas fronteras sagradas, aunque algunos demuestren cierto agnosticismo transitorio dependiendo de la coyuntura. Unos límites que ya no figuran en ningún código procedimental de la política; su comité de ética ha dimitido en bloque.
Lo que me asusta como onubense y votante es la mutación del concepto de legitimidad demostrado en el Consistorio en los últimos meses. Apañar con celeridad e inaugurar sobre la bocina de las elecciones un aparcamiento solicitado desde hacía meses es moralmente discutible pero asumible, entra dentro del espectro de artimañas habituales en este periodo. Otra cosa diferente es demoler un puente emblemático de Huelva y aducir que dicha obra forma parte del proyecto para la incursión del tren de alta velocidad, a sabiendas de que lleva paralizado por el Gobierno central desde hace 4 años y que carece de fecha para su ejecución. No es ni mucho menos cualquier tontería.
Fue un viraje brusco previo a estrellarse con virulencia contra el hartazgo choquero, que ha dejado una fractura abierta y sin traumatólogo que se aventure a ponerle tratamiento. El daño está hecho y Huelva se retuerce de dolor.
El PP optó en mayo por sacar los tanques a la calle ante la amenaza, según los sondeos, que se cernía sobre el longevo status quo. A falta de acorazados se desplegó una representación de la flota de grúas Parra para mostrar músculo. El electorado, acostumbrado al pan rancio y hastiado de la recurrente función de los payasos del circo municipal, ha dejado de ver la zanahoria en el extremo del palo que golpea sus hocicos diariamente y no cayeron en la trampa.
El simulado y falaz inicio de las obras de la línea de alta velocidad pretendía convertirse en el AVE Fénix del Ayuntamiento 'popular', pero se quedó en urraca a la que pillaron in fraganti tratando de robar, con escandalosos graznidos, el reluciente tesoro del esquilmado joyero democrático de los onubenses, sus votos.
@ManuelGGarrido