FOTOGRAFÍAS DE SONIA HERMOSÍN
Los retratos de la jardinera de lo instantáneo: Sonrisas de amistad en confinamiento
La fotógrafa onubense Sonia Hermosín realizó durante los meses de reclusión por la pandemia en torno a medio centenar de retratos a amigos con capturas de pantalla de videollamadas que posteriormente editó. “Me ha salvado el confinamiento”, reconoce sobre un proyecto que ha generado “muchas risas” pese a la situación. “Verse a través de mis ojos ha sido bastante sorprendente para la gran mayoría de los fotografiados”, indica tras inmortalizar potentes expresiones de amistad pese a la distancia.


Una fotografía tiene el poder de parar el tiempo súbitamente y regalarnos un instante eterno, un mundo imperturbable que contemplar recurrentemente sabiendo que nada cambiará, dejando la necesidad de volver a entrar en él el día más inesperado, quizás porque cambie nuestra mirada, ansiosa por reencontrarse con la imagen y el momento que la memoria evoca, el rostro que no consigue completar con nitidez.
Guardamos los retratos de las personas importantes en nuestras vidas, en el pensamiento, en la cartera, en el móvil… nuestra cara reacciona ante esa otra cara conocida, como respondiendo a la expresión de bienvenida, siempre dispuesta desde el otro lado, al fijar la mirada. A ellas recurrimos cuando echamos de menos a alguien de otra época de nuestra vida, otras circunstancias. El poder de la contemplación de un rostro que no encuentras en el día a día logra la inserción de un pasado en el presente vívidamente.

En el caso de Sonia Hermosín, en pleno confinamiento, crear una foto nueva fue el anzuelo con el que volver a sentir cerca a personas lejanas físicamente pero que entonces vibraban a un paso en su corazón y necesitaba volver a estar en contacto con ellas, más que nunca en esos días de incertidumbre. Como jardinera de lo instantáneo, con el talento y la inquietud constante de extraer del mundo expresiones destinadas a habitar un limbo estético y sentimental entre cuatro perfiles, pone mimo y esmero a cada fotografía, consciente de que cada una es una pieza única, de que es iniciadora de un ritual en el que siempre trata mejor que la propia la imagen ajena, en la que está sin aparecer. Para ella, una artista de espacios libres, ha sido un bálsamo contra el aislamiento, hacer cálida y próxima la sonrisa de rostros conocidos alejados en el tiempo y en kilómetros. Su pasión por su arte y el gran valor y significado que tiene en su vida la amistad, que considera “un divino tesoro”, han sido claves, como reconoce a huelva24.com.
Empezó en marzo el confinamiento y, pese a que muchas personas pararon su actividad, Sonia Hermosín sentía la “necesidad de hacer fotos”, algo cotidiano y natural en ella, pero que este momento era además “una manera de evadirse y salir de la rutina”. No podía hacer fotos físicamente pero se le ocurrió realizar capturas de pantalla desde casa al realizar videollamadas con amigos.

La foto era más el medio que el fin
Como explica “no tenía pretensiones de ningún tipo”, pues no aspiraba a hacer “fotos de editorial ni fotones, era más el significado. La foto era más el medio que el fin, compartir ese rato con personas a las que aprecio o echo de menos y con las que quería reconectar”. Consideró entonces que debía volver a hablar con las personas que estaban en su pensamiento, todas ellas pasando por algo tan único y excepcional como esta pandemia, que en cada país ha dejado una huella. “Pensaba en ese momento cómo el mundo entero, en plena globalización de todo lo que hacemos, la pandemia era también algo global que se había extendido rápidamente, y que todos, en función de las medidas de cada Gobierno, estábamos confinados o en circunstancias parecidas”, relató sobre en un marco en el que inevitablemente pensó “en todos mis amigos, no sólo los cercanos geográficamente. Contacté con mucha gente por redes sociales e hice más videoconferencias que nunca antes en mi vida”.

Reconoce que no fue fácil encontrar “el momento adecuado” por la diferencia horaria en unos casos, por las obligaciones familiares en otros, pero en la mayoría de los casos “me abrieron las puertas de sus vidas en confinamiento y he vuelto a ver a amigos que hace más de 20 años que no veía, de mi época de Granada, como me pasó con Ben Bigalow, que ahora tiene dos niños”. En otros casos, la conversación no tuvo el recuerdo de la fotografía, que nunca quiso “forzar”.
En total han sido en torno a medio centenar los retratos de personas conocidas de Sonia de Huelva, Sevilla, Granada, Madrid, Albacete y más lejos aún, como Países Bajos, Dinamarca, Filipinas y diferentes estados de Estados Unidos, como Florida, Minnesota y Arizona.
“Empecé con unas fotos que le hice a Amaya y a su marido. Me ayudó mucho porque fue una bienvenida maravillosa ver a estos amigos. Ha habido días que estaba bastante liada haciendo fotos y otros en los que no hacía ninguna. Tenía que ver con mi estado de ánimo y las circunstancias del confinamiento”, comenta Hermosín, quien subraya que “las fotos, las conversaciones y reconexiones me han ayudado, de alguna manera me ha abstraído y me ha salvado el confinamiento”.

La fotógrafa detalla que “unas fotos se han hecho en una conversación breve y otras en más dilatadas. No llevaba pretensiones porque una captura de pantalla es una foto, técnicamente hablando, que no tiene mucha calidad pero me parecía significativa del momento. La mayoría las he publicado en las redes sociales, pero no iba dirigido a un público, no buscaba la conexión con un tercero. Las quería publicar para poder verlas todas juntas en el panel de Instagram”.
Puesta a extraer algo en común a todos los momentos en los que se hicieron los retratos, resalta que “en todos los casos ha sido un momento de alegría y de compartir unas risas, porque nos hemos reído muchísimo. Estas personas me respondieron y me dieron las gracias por el momento y por verse a través de mis ojos”.
“Mi objetivo era hacer una foto que transmitiese ese confinamiento, el estar metido en una pantalla. Sé que otros fotógrafos que han hecho cosas en confinamiento han construido una escena y han hecho fotos con amplitud y parecían imágenes tomadas por un fotógrafo presencial, pero esa no era mi idea”, expresa Sonia, para quien lo fundamental era “pasarlo bien y sacar un rato de conexión y de bienestar. No tenía más allá que pensar que el hecho de que abrieran las puertas y me recibieran con una sonrisa y pudiéramos hacer unas fotografías. Unas con más luces y otras más oscuras”.

Indica que al contrario que su estilo de fotografía habitual, en el que es “bastante sobria” y no hace “filigranas”, en este caso “quise jugar con eso como parte del divertimento. He pintado las fotos, las he pasado por algún filtro y eso ha sido parte del encanto de las sesiones. Todo el mundo me ha dado mucha libertad y la experiencia ha sido muy positiva”. También comenta que “por lo general nadie me ha dirigido, pero mi amigo el cantante Andrés Iwasaki “me dijo que tenía una idea, que le hiciera una foto con una jaula en la cabeza y por supuesto se la hice”.
Ha hecho fotos con luz natural y de interior, también ha pedido al algunas personas que se quiten la camiseta porque quería “más piel” y el cierre fue el polifacético Pablo Carbonell, al que ya había fotografiado antes del confinamiento. “Su foto me ha dado mucha visibilidad y a partir de ahí me ha contactado mucha gente que no conocía para hacerle fotos”, recuerda. Sin embargo dejó ahí el proyecto y todos los fotografiados son personas que conoce.

La desescalada fue el fin de este ciclo de retratos para dar paso a otras ideas. “Pensé en otras ideas, como fotos a dos metros como reencuentro en la calle, pero me volví vaga porque no tenía la necesidad de hacer esas fotos”, reconoce.
La memoria a veces trata de protegernos y pone en relieve los buenos recuerdos por encima de los menos agradables. Posiblemente lo que salvemos de este tiempo de confinamiento y pandemia tan amargo sea todo aquello que nos ayudó a sumar un día más en las condiciones más adversas. Seguro que uno de esos tesoros sean las sonrisas de reencuentro con las personas que queremos y Sonia Hermosín, gracias a sus videollamadas y fotografías tuvo la oportunidad de cultivar y recoger muchos en los momentos más necesitados.