Un experto va a probar el tomate aliñado más famoso de Huelva y esta es su reacción: «El aliño es impresionante»

El restaurante Bar Margallo sorprende por su sencillez, autenticidad y una receta secreta que lleva más de 70 años triunfando

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Tomate aliñado del bar Margallo en Ayamonte Tiktok

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No tiene carta, apenas tiene platos, pero tiene algo que muy pocos bares conservan: identidad, producto y una receta que no se vende. En pleno corazón de Huelva, el Bar Margallo se ha ganado la fama por servir el que muchos consideran el mejor tomate aliñado de la provincia.

El tomate aliñado más buscado de Huelva

La visita al Bar Margallo ha dejado huella en la comunidad foodie andaluza. «El aliño es impresionante», comenta el influencer gastronómico en su vídeo, mientras prueba un tomate variedad canela, típico de Ayamonte e Isla Cristina, que allí pelan a mano, con mimo y respeto por el producto. El resultado es un plato que resume la esencia de la cocina honesta.

El secreto, eso sí, está en el aliño. Una mezcla que lleva más de siete décadas en la casa y que no se ha escrito nunca. Solo el propietario lo conoce. No se vende, no se comparte, y solo algunos privilegiados logran que se lo rellenen en botes, tras mucha insistencia.

En los comentarios del vídeo del influencer Guía Sevillana, un usuario ha desvelado la supuesta receta del aliño: cinco cucharadas de aceite de oliva, media cucharadita de comino, una cucharadita de ajo molido, una cucharadita de orégano, una cucharadita de vinagre y sal.

Un choco frito que también hace historia

Pero Margallo no es solo para ir a comer tomate. También sirve choco frito. Puro, limpio, fresco. «Una fritura casi irreal», describe el influencer gastronómico. Sin trampa ni artificios: solo producto de calidad, aceite en condiciones y una técnica afinada con los años.

La propuesta es clara: no hay mucha variedad, pero sí merece la pena. Mientras otros locales se llenan de cartas kilométricas, el bar Margallo apuesta por la simpleza para triunfar.

Cada día, las colas en la puerta hablan por sí solas. No hay reservas ni pretensiones. La gente espera en la calle, no por postureo, sino porque sabe que ahí dentro se come de verdad. Además, si ese día considera que no tiene buen producto para abrir el bar, no abre.

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