carta al director

Una coronación de tapadillo

Ya todo el mundo sabe que el rey Don Juan Carlos ha abdicado. Y que el próximo rey, por herencia genética, será el actual príncipe Don Felipe de Borbón. Pero algo falla en esta película. Si, cómo dicen los dos principales partidos políticos de nuestro país, la Monarquía es la opción mayoritaria del pueblo español, ¿a qué vienen tantas prisas? Los actuales gobernantes y la extinta oposición han tenido más de 30 años para preparar este momento. ¿O es que nadie se lo esperaba?

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Parece ser que ni los más “bienpagaos” asesores de estadística política, contaban con el vuelco que han supuesto las recientes Elecciones Europeas. Por fin, le han visto las orejas al lobo. Pero, en lugar de reflexionar sobre el modelo de Estado y la masiva pérdida de votos por parte de los ciudadanos de este país, han cerrado filas en torno a un sistema caduco y corrupto, que precisa de una regeneración inmediata.

Se aferran a la Constitución cómo si fuesen las Tablas de la Ley. Y si estas últimas fueron dictadas por Dios, tiene un pase, pero la Constitución es producto de un espacio y de un tiempo, que evoluciona conforme evoluciona la vida. El agumento esgrimido mil veces para no “tocar” la Constitución es que “no es el momento”. Y yo me pregunto, ¿cuándo es el momento? ¿Cuando nuestra Carta Magna se deteriore por haber quedado obsoleta y moribunda? ¿No se dan cuenta estos padres de la patria que el momento es precisamente ahora?

La Monarquía española, como institución encarnada en la figura de su rey, está desprestigiada. Sus aciertos en el pasado —insisto, en el pasado—, se han visto superado por los tremendos errores conocidos de su principal figura. Los conocidos, porque si conociésemos los ocultos, haría tiempo que el rey tendría que haber huido de este país. Para quién estudie la Historia, los borbones siempre han terminado mal. Baste poner los ejemplos de Carlos IV, Fernando VII, Alfonso XII y Alfonso XIII. A ellos me remito.

Posiblemente, este país sea monárquico. Pero creo que ha llegado el momento de replantearse una reelaboración de nuestra Constitución que, cuando fue aprobada mayoritariamente, no olvidemos que salíamos de una dictadura y que en la actualidad, con una situación bien distinta, debe abrirse a la participación ciudadana y a un modelo de estado más democrático.

El Rey no asiste a la coronación de su hijo, no se sabe si el nuevo rey será aclamado (o denostado) por las calles de Madrid, las principales monarquías de Europa no están invitadas, y así un largo etcétera. Si se pudiese celebrar la coronación con nocturnidad, no dudo que se hubiese tomado esa decisión. En un acontecimiento de tal magnitud y boato, y si el pueblo debe alegrarse por tener un nuevo rey, ¿por qué se tiene tanto miedo?

En definitiva, cualquiera que asista al lamentable espectáculo que se está dando en España a raíz de la abdicación de su monarca, no tendrá más remedio que calificar esta coronación de un sainete apresurado y “de tapadillo”. Triste proclamación de un futuro Rey de España.

Ernesto Oyonarte.

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