el brujo en el festival castillo de niebla
Aduladores
El Brujo no necesita más que aparecer en escena para que el público, su público, aplauda y ría a carcajadas celebrando el estar ante él, ante una figura venerada, reverenciada y adulada en grado sumo

Cuentan las crónicas de la época que a Juan Rana le bastaba y sobraba con aparecer en escena para que el público, que le adoraba y le adulaba sobremanera, se partiera el culo de risa. La figura contrahecha del celebrado actor era una mina de oro, como el trono en el que le pasearon sobre andas en su última actuaciónNo fue este Cosme Pérez el único de su tiempo que nadó en la abundancia y tuvo una vida más que cómoda adulando al poder, otros como Cisneros contaron con sobrados privilegios en la corte, hasta el punto de que llegó a ser quien lograra que las mujeres pudieran subirse a un escenario, cosa hasta entonces estrictamente reservada a los hombres. Casado con Mariana Páez de Sotomayor, actriz amante del lujo, pesaron más los intereses pecuniarios de tener otro sueldo en casa, en el atrevimiento de llevar a efecto tan sorprendente solicitud ante el mismísimo rey. En la actualidad, el adular al poder sigue siendo truco infalible para buena parte del famoseo actoral.

La treta es facilona, unas veces basta con una pegatina del no a la guerra y en otras ocasiones no duelen prendas a la hora de trocar una representación presuntamente teatral en un mitin político en el que se reparte estopa a todo el arco parlamentario. Bueno, a todo no. A casi todo. Se pueden morder todas las manos, pero no la que te da de comer, claro está.
El festival de Niebla ha cerrado su trigésimo octava edición con un resultado no demasiado aceptable. Ha habido teatro, y del bueno, pero también algunos pufos como el de una obra subvencionada por el gobierno canario que daba vergüenza ajena el contemplarla y que no tenía demasiado buena explicación semejante espectáculo en un festival que este año, decididamente, ha ido a menos. A mucho menos. Basta como muestra el botón que ha servido de cierre al festival iliplense, una función deslavazada, cansina, sin ritmo ni color, pobretona por lo demás, amparada por la Compañía Nacional de Teatro Clásico, dependiente del Ministerio de Cultura y construida sobre unos más que dudosos versos de Lope de Vega, una adivinanza que el actor desvela, a saber para qué, al final de la función. El resultado en esta tautología interpretativa es, obviamente, él. El actor. Un monstruo no tan fiero, sino más bien domado.
Recordada y llevada a los altares de lo mejor que nunca se ha hecho en televisión, fue la serie Juncal. Dirigida por Jaime de Armiñán, tuvo en su papel protagonista a un Paco Rabal que estaba sembrado, como en él era natural siendo como era un actor de raza. A su lado un sorprendente elenco, conformado por primeras figuras de la escena española de todos los tiempos. Fernando Fernán Gómez, Emma Penella, Carmen de la Maza, Manuel Zarzo, Cristina Hoyos o la mismísima Lola Flores, un reparto para que el realizador disfrutara y pudiera montar una serie mítica en la historia de la televisión. Uno de los actores, con un importante papel, era Rafael Álvarez el Brujo, que tuvo en el entrañable Búfalo su lanzadera personal. Desde entonces y hasta hoy mismo, el actor recorre los escenarios españoles con sus celebrados monólogos, pero sobre todo con un público fiel al que mima en cada uno de sus espectáculos.

Como Juan Rana, como Cisneros y como todos los que ustedes quieran meter en la nómina de actores cercanos al poder y con bolos para dar y tomar, el Brujo no necesita más que aparecer en escena para que el público, su público, aplauda y ría a carcajadas celebrando el estar ante él, ante una figura venerada, reverenciada y adulada en grado sumo. El festival se ha cerrado con una obra floja, una especie de club de la comedia de andar por casa, desarrollada sobre un escenario minimalista por no decir simplemente exento, un utillaje adquirido en el todo a cien y un músico que estaba de adorno junto al actor, la estrella que le miraba de vez en cuando para hacerle partícipe de la actuación que estaba perpetrando.
Probablemente la Compañía Nacional de Teatro Clásico no vaya a la quiebra con este montaje. Desde luego este año en Niebla, entre la CNTC, su simplona brujería y los canarios indepes, el festival ha dado un firme paso, pero para atrás. El remate final, el último golpe a esta deslucida edición, ha sido ejecutado por quien es a buen seguro el actor con más apariciones en los treinta y ocho años de festival. Eso sí, con la experiencia de los muchos años sobre las tablas interpretando lo mismo, a sí mismo habría que decir, es de alabar su resistencia sobre el escenario, su constancia en un papel interminable y, por encima de todo, la infinita capacidad de cocinar morcillas, ligándolas con anécdotas que, sean ciertas o no, a su entregado y adulador público, le encantan. El problema de las morcillas, que bien buenas que están, es que repiten.
Compañía Nacional de Teatro Clásico. XXXVIII Festival de Teatro y Danza de Niebla
El viaje del monstruo fiero, Variaciones sobre textos de autores clásicos de Rafael Álvarez, el Brujo.
Dirección: Rafael Álvarez, el Brujo.
Escenografía: Equipo escenográfico PEB.
Vestuario: Giorgina Mousteller.
Iluminación: Miguel Ángel Camacho.
Creación musical y música en directo: Javier Alejano. Monólogo: Rafael Álvarez, el Brujo.
Alcazaba de los Guzmanes del castillo de Niebla. Aforo: 900 localidades, Lleno. 19 de agosto, 2023. Público mayoritariamente afecto al célebre monologuista y encantado con su adorado actor.