Damnatio memoriae
Crítica de la exposición de Yolanda Cortines en la sala de la provincia de la Diputación de Huelva
El arte como conexión humana en 'Pimientos rojos, verdes y amarillos'
Las fotografías del colectivo Sumérgete llegan al ciclo 'DoceMásUno en el UNO'

Pimientos rojos, verdes y amarillos es un recorrido por el trabajo de Yolanda Cortines, por su visión más trascendente de la existencia y de las cosas más simples que a su paso ha podido encontrar. En modo alguno se puede entender como una exposición de fotografías, ni de estructuras conformadas con otro fin que no sea el de persuadir al espectador de que la intención del artista no siempre se corresponde con algo explícito, sino que a veces pueden derivar en situaciones, formas o sonidos que a modo de abstracciones buscan, precisamente la sensibilidad, o la percepción más sensible, del espectador.
Al visitar la sala, o las salas más bien, se puede salir con el ánimo por los suelos o alertado de que en aquello que tiene alrededor, las cosas más comunes, no había reparado. Consciente o no de estas circunstancias, quizás ajenas a su propósito, la artista hace un recorrido en varios movimientos inconexos entre sí. Pudiera ser que es un resumen de su quehacer creativo, o un breviario de su más íntimo recorrido vital.
La muestra es amplia en cuanto al espacio y en cuanto a la intención. En principio sería conveniente contemplar las propuestas de forma aislada, aunque la intención de la artista, lógicamente, ha sido la de presentarlas como un todo. Pimientos, verdes, amarillos y rojos, se podría entender tal como las solanáceas de la variedad california que tanto se ven en las modernas superficies comerciales, cultivados con exactitud en viveros bajo un control exhaustivo de temperatura y humedad, todos idénticos, recolectados según su grado de maduración. Así se podría entender el recorrido, por la muestra y por lo que allí se ve, aunque esta posibilidad diste bastante o totalmente de la intención de una artista que relata en las distintas salas sus experiencias personales, sus emociones y probablemente un encuentro con las cosas más hermosas que le hayan podido alcanzar a conmover.
Puede ser todo esto si el espectador no avisado se topa con un panel de fotografías en aparente totum revolutum y a los dos pasos con un viaje a Roma en el que los detalles fotografiados con pericia y profesionalidad, al alcance del ojo, pero también de la mano del espectador, circulan entre las sombras y los rincones ignotos de esculturas sin alma, sin historia, o a veces en piezas desgarradoras, violentadas, como una cabeza sin rostro, fruto del empeño de la nueva religión única y dominante de acabar con los dioses antiguos, damnatio memoriae.



Entre las propuestas está el aparente caos de un importante número de fotografías, en color o en blanco y negro, que resultan complejas de observar en su conjunto, un auténtico laberinto si te empeñas en descubrirlas una a una, por lo que se adivina que la intención es mostrar una composición elaborada con unidades que han tenido un significado, lo que incide en la impresión de que todo está destinado a la condena de la memoria, al olvido de un pasado colectivo, el de una generación retratada al otro lado de este álbum abierto y pegado a la pared, una sucesión de retratos de jóvenes modernos, tatuados y depilados, mostrando sus torsos y sus miradas a ellos mismos, a sus magníficas envolturas. Aquí, y que la intención no nos lleve también a nosotros al olvido, la calidad de las fotografías es impecable.
Sin disfraz, artilugios o chalaneos
La artista en realidad se desnuda, no ya para ofrecer composiciones en las que el cuerpo aparece como instrumento apto para acompañar una danza, sino como hace en el resto de propuestas, presentarse sin disfraz, sin artilugios o chalaneos que acallen o disimulen su realidad. De ahí la emoción que se transmite en todo el recorrido, y en la coda final de una sala con un audiovisual o fotos de gran formato encerradas en un galimatías que pudieran ser sus propias circunstancias. Ahí podría residir la intención última de la artista, reflexionar sobre lo que somos sin evitar nuestro pasado, ese periplo anterior, esos días que nos han ido marcando inexorablemente y que se suelen condenar al olvido. Damnatio memoriae.
Pimientos rojos, verdes y amarillos, de Yolanda Cortines, se exhibe en la sala de la provincia de la Diputación, en Gran Vía, hasta el primer día de marzo. De diez de la mañana a dos de la tarde, excepto domingos, y de cinco de la tarde a nueve de la noche de lunes a viernes.