Rafael Delgado, Con una de sus obras, los Cuentos de la Buena Pipa H24
Bernardo Romero

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A Rafael Delgado lo conocí en los setenta, en unos años muy fecundos para la creación artística en Huelva. A él le cogió aquella época dorada en la Obra Cultural de la antigua Caja de Ahorros, gestionando todo tipo de acontecimientos, desde exposiciones hasta publicaciones de novelas o ensayos, siempre con su amada tierra huelvana de fondo, y cómo no, poesía, un campo en el que ha desarrollado una ingente labor impulsora y también creadora como atestigua su amplísima y muy elogiada trayectoria. El poeta de la sonrisa, siempre al lado de sus amigos y de todo aquel que tuviera a la creación artística como objetivo de amor hacia los demás. Antes de cocinar para otros, el gestor cultural fue perito mercantil, técnico en turismo, profesor de inglés y de francés, criminólogo y hasta estudiante de Derecho en su efímero exilio matritense, que dejó para volver y establecerse en la Huelva a la que tanto ha cantado, en su Huelva. Regresar para disfrutar de una vida que confiesa ha pivotado entre un tablero de ajedrez y el teclado de una Olivetti o de un ordenador, escribiendo en verso todo aquello que a su alrededor pudiera conmoverle.

Nació y vivió en La Placeta hasta que siendo un jovenzuelo inquieto y atrevido decide irse a vivir con su tío Pepe a una casa que su abuela tenía en la calle Aragón. Recorrió todos los barrios, los cabezos y de paso todos los colegios e institutos habidos y por haber en la Huelva de los cincuenta y sesenta, desde los dos más señeros y contrarios, los Maristas y el Francés, hasta efímeros pasos por el instituto del Conquero, el San Casiano, la Milagrosa o el Santo Ángel, que por aquellos años era mixto en la educación primaria.

Junto a su amigo Castro Crespo, que le hizo la portada de Chaturanga, y Yayo Corrales, la inolvidable mujer de Rafael Delgado H24

-¿Cómo fue eso de estudiar en un colegio de Monjas?

-Mi abuela había estado de maestra en el Santo Ángel, pero no de manera profesional, sino ejerciendo un voluntariado. Se dedicó a ayudar en su formación a los más necesitados. Eran unos tiempos en que esto se hacía de manera silenciosa, solo como una acción de caridad cristiana, de entrega a los demás. De ahí que cuando entré en los parvulitos me llevaron al Santo Ángel, pero por poco tiempo porque mi padre acabó matriculándome en Los Maristas, donde impresioné a los profesores antes de cumplimentar los formularios de inscripción.

-¿Y eso?

-Es una historia larga, pero te la puedo resumir. En la tienda de mi abuela, en la Placeta y al lado de La Granadina, vendían todo tipo de artículos, de regalo, religiosos, molduras, marcos, cristalería… y telas, de manera que como siempre andaba por allí enredando me sabía todos los nombres de las distintas tonalidades de todos los colores. Con seis años recién cumplidos y estando con mi padre cumplimentando los formularios para la matrícula en Los Maristas, un cura me mostró una tela azul y me preguntó si sabía que color era aquel. Esperaba que le dijera azul, como mucho, pero le dije qué azul era y a continuación le recité hasta diez tonos distintos de azules. El sacerdote se quedó un poco perplejo, miró a mi padre, que le dijo, el niño tiene buena cabeza y además juega al ajedrez. Estuve poco tiempo, no por nada, sino porque yo buscaba algo más parecido a lo que vivía en la calle, por la Placeta, el Piojito, la calle Aragón… por los cabezos y todo ese mundo que ya apenas permanece en la memoria de los más mayores.

-Y te vas al Francés.

-Sí, pero antes transité también por el San Casiano, en la calle Puerto, después fui al Instituto del Conquero, el Rábida, que era el único que había entonces en Huelva, hasta que pedí que me matricularan en el Francés porque conocía a unos pocos que estaban allí y con los que congeniaba. Fue la solución. Allí me quedé. Sin menospreciar a los demás, en el Francés hice a mis mejores amigos y es el colegio del que tengo mejores recuerdos. Es mi colegio.

-Si eres de los Maristas, una cosa has de saber, lo contrario el Francés.

-Eso lo recuerdas del Diccionario Nostálgico Onubense, una colección de tercetos que hice con Eduardo Fernández Jurado y nos editó Antonio Girón. Y la verdad es que era así, dos centros muy distintos que estaban pared con pared, en la calle San Andrés, pero con una muy sana rivalidad que se mostraba fundamentalmente en los deportes, pero sobre todo en el carácter. Del Francés han salido carreras muy brillantes, pero sobre todo muchos artistas. Tú lo sabes bien.

Imagen principal - 10. Recepción de un trofeo junto al doctor Estefanía, a su derecha, y Paco Fernández Cárdenas, judoca y también gran jugador de ajedrez onubense / Sus bisabuelos, abuelos, padres y tías aún niñas en una foto de la Punta Umbría que permanece solo en el recuerdo / Con Yayo, su mujer, su apoyo y su gran amor
Imagen secundaria 1 - 10. Recepción de un trofeo junto al doctor Estefanía, a su derecha, y Paco Fernández Cárdenas, judoca y también gran jugador de ajedrez onubense / Sus bisabuelos, abuelos, padres y tías aún niñas en una foto de la Punta Umbría que permanece solo en el recuerdo / Con Yayo, su mujer, su apoyo y su gran amor
Imagen secundaria 2 - 10. Recepción de un trofeo junto al doctor Estefanía, a su derecha, y Paco Fernández Cárdenas, judoca y también gran jugador de ajedrez onubense / Sus bisabuelos, abuelos, padres y tías aún niñas en una foto de la Punta Umbría que permanece solo en el recuerdo / Con Yayo, su mujer, su apoyo y su gran amor
10. Recepción de un trofeo junto al doctor Estefanía, a su derecha, y Paco Fernández Cárdenas, judoca y también gran jugador de ajedrez onubense / Sus bisabuelos, abuelos, padres y tías aún niñas en una foto de la Punta Umbría que permanece solo en el recuerdo / Con Yayo, su mujer, su apoyo y su gran amor H24

-Sí, marcaba carácter. Pero a ti te marcó también la calle y sobre todo el ambiente familiar.

-Cómo lo sabes. Además de la tienda de mi abuela estaba la sombrerería de mi abuelo, Isidro Fuentes, también en la Placeta y al lado de Borrero Hermanos. En la trastienda siempre había tertulias con gente muy interesante. Allí se hablaba sobre todo de toros, que por aquel entonces era la auténtica fiesta nacional y tenía a Huelva dividida en dos, una sección mayoritaria, la litrista, y otra más minoritaria, la chamaquista. Pero además de toros allí se hablaba de lo divino y de lo humano. Todavía tengo metido en la memoria el olor de la sombrerería, que tenía muebles y estantes de madera de cerezo.

Imagen - «Recuerdo a mi abuelo limpiando y planchando sombreros, que no era asunto baladí y no lo sabía hacer cualquiera»

«Recuerdo a mi abuelo limpiando y planchando sombreros, que no era asunto baladí y no lo sabía hacer cualquiera»

 Y recuerdo a mi abuelo limpiando y planchando sombreros, que no era asunto baladí y no lo sabía hacer cualquiera. Fíjate cómo sería mi presencia allí, que cuando se oía entrar a alguien desde la trastienda, mi abuelo me mandaba a atenderle, yo recibía al cliente y regresaba a la trastienda, donde mi abuelo me preguntaba por la talla que tenía el cliente y si le parecía que iba a comprar o no. Yo le decía que calculaba que una cincuenta y ocho pero que no parecía que fuera a comprar nada, o una cincuenta y seis y que tenía pinta de querer comprar una mascota oscura. Si acertaba en la talla y en la compra todos me felicitaban y reían, pero con asombro y admiración. Y yo encantado cómo puedes entender. Era un tierno infante.

-A pesar de tu eterna juventud, conociste el tiempo en que todos los adultos gastaban sombreros.

-Sí, la moda de los sombreros empieza a decaer con los Beatles. A partir de ahí empezaron a ondear las melenas al viento. Una sombrerería era un negocio muy rentable. Fíjate que mi abuelo cogió un barco y se fue nada menos que al Ecuador, a Montecristi, la cuna de los sombreros panamá que se hacían con paja toquilla, unas tiras de palma que se entrelazan manualmente. Hizo un viaje en barco, de meses, y realizó una fuerte inversión para que Huelva tuviera los mejores panamás del mercado.

-Tú también has transitado por América en más de una ocasión.

-Sí, pero por conocer aquello. Con Yayo, mi mujer, y gracias a algunos amigos nos apuntamos a viajes de estudios que organizaba el colegio de Arquitectos. Me seducía conocer la arquitectura más moderna de la mano de grandes arquitectos onubenses. A Niemeyer me lo conozco de memoria, y para acercarme a su obra me fui a los libros para aprender qué era eso del brutalismo o el purismo vanguardista, lo que me llevó a Le Corbusier, que fue maestro de Lúcio Costa, con quien Niemeyer trabajó desde el principio en la construcción de Brasilia, una auténtica maravilla arquitectónica. Si llego a visitar Brasilia antes, estudio arquitectura, eso te lo puedo asegurar.

En plena partida de ajedrez H24

-Eso está claro. Tienes un currículo verdaderamente asombroso por lo diverso, pero al final acabaste en Huelva, adonde regresas para trabajar en la Caja de Ahorros en algo muy novedoso en aquellos tiempos.

-Ahí va. La telemática en sus primeros balbuceos. Creo que fue con toda seguridad la primera computadora que se instaló en la provincia de Huelva. Allí me pasé unos cuantos años metiendo datos, hasta que contrataron a una empresa externa para seleccionar personal que se debía integrar o pasar a la obra cultural de la Caja de Ahorros. Aquello fue como una liberación para mí.

-Te seleccionaron.

-Del tirón. Y te voy a contar una anécdota la mar de curiosa que está entre lo futbolero y el realismo mágico. Una de las preguntas de la prueba que nos hicieron fue sobre García Márquez, y como era la época de los García del Real Madrid, ya sabes, García Navajas, García Cortés, García Remón, García Hernández y hasta Ángel Pérez García, pues casi todos contestaron que era una de las glorias de aquel Real Madrid, pero yo para entonces me había leído todo lo publicado por García Márquez. Los encargados de la selección de personal supieron que aquí en Huelva había quien veía pasar al coronel en su camino a Correos esperando una carta que nunca llegaba, y que supo recorrer todas las calles de Macondo, con lluvia o sin ella. De modo que pude soltarme del duro banco, dejar las galeras y marchar a la Obra Cultural de la Caja de Ahorros, donde estuve hasta que me jubilé. Esto fue a principios de los setenta. Lo tengo grabado, como los datos que grabábamos en el computador, todavía no olvido el soporífero trabajo de meter datos y datos en la computadora.

En las filas del Veracruz, Rafael es el quinto por la izquierda y arriba H24

-Hablando de fútbol, también le diste al balón y, según me han contado con mucho estilo y sapiencia.

-Quizás fuera así. Estuve en el mejor Veracruz de todos los tiempos y de ahí me llevaron al Recreativo. Lo dejé porque tenía que estudiar, así que el deporte que continué ejerciendo fue el del ajedrez, que está a mitad de camino entre el deporte y el arte. Eso y la poesía son las dos piezas sobre las que he modelado mi existencia. Una vida entre versos y escaques.

-Recuerdo una simultánea en Sevilla que realizó Anatoli Karpov a la que fuisteis invitados algunos jugadores de Huelva e hiciste tablas con el que entonces era campeón del mundo

-Sí, pero mi mayor éxito fue en un torneo internacional con grandes maestros y maestros internacionales donde quedé en las posiciones de privilegio. He podido jugar con Manuel Rivas, sin duda el mejor jugador español de todos los tiempos, con otros grandes maestros como Illescas o Izeta, que fueron sextos del mundo por equipos. Todavía recuerdo una partida de Izeta en el Open de Matalascañas, donde tú estabas realizando las notas de prensa con el resumen de cada jornada y a cámara lenta le aplastaste a Izeta una mosca que se le había posado sobre una torre y estaba la pobre distraída con la partida. Nadie dijo nada. Todo el mundo estaba absorto con la partida. Metiste la mano en el tablero e Izeta sopló la mosca aplastada y muerta, que cayó al suelo y la partida siguió como si no hubiera pasado nada. O una noche jugando partidas rápidas en la terraza del hotel Tierra Mar, que se nos cayó encima Manuel Rivas, ¿te acuerdas?, que había oído el sonido del tablero desde una cuarta planta y se fue descolgando piso a piso hasta caer en la terraza e incorporarse a las partidas. Qué tiempos.

-¿Cómo fue tu introducción en el apasionante mundo del ajedrez?

-En el Comercial. Mi padre y mi abuelo solían ir por allí y alguna que otra vez me dejaban que les acompañara. Allí siempre había señores muy mayores absortos en sus partidas de ajedrez y a mí, que entonces no levantaba un palmo del suelo, me llamó la atención que estuvieran allí tan callados y tan pensativos, de modo que me acercaba y viéndolos empecé a entender qué era ese deporte. Te puedo asegurar que aquello fue una sensación muy especial, la manera en que lo fui descubriendo. Recuerdo que había un camarero ya mayor que intentaba apartarme de aquellos ajedrecistas, me empujaba y decía que había que ver este niño todo el día mirando los muñequitos. Pero a los jugadores no les molestaba en absoluto. Al revés, les gustaba que yo estuviera allí viendo evolucionar las partidas.

-Con Rafael Manzano has tenido siempre una gran amistad.

-Sí, Rafael ha sido el mejor jugador que ha dado Huelva. Un auténtico fenómeno. Un tío suyo que además fue un gran poeta, Mariano Orta Manzano, era traductor de ruso, entre otras lenguas, y junto al sobrino tradujo al español un tratado sobre la defensa Pirc, el primero que se editó en España. De Mariano Orta no ha quedado en Huelva absolutamente nada. Huelva es así. Es difícil encontrar su Parábola al Sol, que se la editó Antonio Girón cuando tenía la imprenta en la calle Béjar. Un poeta de altura recluido en su mundo. Otro genio más al que habría que rescatar.

Imagen - «A mí me gustó siempre una barbaridad Mijail Tal, el mejor atacante de la historia. Su ajedrez era pura poesía. Épica»

«A mí me gustó siempre una barbaridad Mijail Tal, el mejor atacante de la historia. Su ajedrez era pura poesía. Épica»

-Tú preferido por carácter y por la manera de entender el ajedrez, fue sin duda Bobby Fisher.

-Fue sin lugar a dudas un grandísimo jugador y muy mediático. Se utilizó su figura para contrarrestar el poderío de la Unión Soviética en el juego de los sesenta y cuatro escaques. Después todo aquello, incluida la persona, se derrumbó. A mí me gustó siempre una barbaridad Mijail Tal, el mejor atacante de la historia. Su ajedrez era pura poesía. Épica, por supuesto. Sus partidas son pura belleza.

-Además del ajedrez, es menos conocida tu proverbial destreza con los mangos de un futbolín. Anda que la liaste parda con el Campeonato Mundial de Futbolín que te marcaste en Punta Umbría.

-Sí, fue una idea que tuvo un efecto inmediato. Tuvo tanta trascendencia que pudimos traer al campeonato no ya a un número particularmente importante de jugadores inscritos, sino a auténticas estrellas del balompié, como Luis del Sol, o al mismísimo inventor del futbolín, Alejandro Finisterre, siendo ya muy anciano, poeta y un tipo bastante particular que vivió en el exilio y subsistió con invenciones como el futbolín, que no tuvo al principio mucha difusión, o el pasahojas de partituras accionado con el pie, que sí que le permitió vivir holgadamente e incluso en su exilio en Guatemala poder construir los primeros futbolines, ya en los años cincuenta, que en seguida tomaron popularidad y hasta ahora, que se juega al futbolín en todo el mundo.

Creó el campeonato mundial de fútbolín con su querido amigo Juanmi Velasco H24

-Formaste pareja con el Juanmi Velasco.

-Sí, con él tuve el soporte y la ayuda necesaria para poner en marcha el campeonato mundial de futbolín. Todo un personaje puntaumbrieño. Hubo otra pareja invencible jugando al futbolín, la que formé con mi hermano Carlos, pero jugando al cateto. Ahí nadie nos ganaba en Huelva. Pero en los campeonatos de Punta Umbría se impuso, por consenso, que se jugara al parao, a mi entender más lento y de menos belleza que el cateto, una modalidad más viva. Con el fútbol actual pasa lo mismo, prima el físico y se ha vuelto un juego horizontal y muy cauto, en el que la belleza del dribling, la ruptura por las bandas y las virguerías con el balón están ausentes. Ahora es todo músculo y disciplina.

Imagen - «El concurso 'El tiempo es oro' estuvo divertido y sí, ganamos unas buenas perras y lo pasamos bien»

«El concurso 'El tiempo es oro' estuvo divertido y sí, ganamos unas buenas perras y lo pasamos bien»

-Y más sorpresas en tu curioso currículo, El tiempo es oro.

-Sí, fue un concurso de televisión muy popular en su tiempo. Lo presentaba Constantino Romero y formé equipo con Rafael Rodríguez Costa. Fue divertido, ganamos dinero y popularidad. La televisión es lo que tiene. Había que defender un tema determinado, y el que elegimos fue Alejandro Magno, ya no recuerdo por qué. Teníamos previsto concursar con Bobbi Fisher, que para eso yo no tenía ni que preparármelo porque me conocía su vida y todas y cada una de sus partidas. Pero Leontxo García, el que escribía de ajedrez para El País, se presentó con otro que hacía problemas de ajedrez para las páginas de entretenimiento en los periódicos, y nos lo quitaron por la mano, así que tuvimos que echar mano del macedonio. Aquello estuvo divertido y sí, ganamos unas buenas perras y lo pasamos bien.

-Recuerdo tu breve sección diaria en la prensa local, Buenos días, amore.

-Eran pequeñas reflexiones y alguna extravagancia, que curiosamente fue lo que más resonancia tuvo, recordarás aquel que escribí solo con la vocal i. De él se hizo eco toda la prensa nacional… No entendieron que un tipo sustituyese todas las vocales por la i, y además se lo publicaran… No daban crédito, porque si no eres de Huelva no conoces ni el significado de la palabra trochería, fue lo que hoy sería un trending topic. Sí, fue tendencia. Escribes poemas con mucho esfuerzo, a veces hasta con dolor, y no tienen trascendencia, pero haces una tontería, y se lía. Al parecer, lo conozcan o no, lo trocho no es patrimonio de Huelva. Está más extendido.

-Se nos va el tiempo y nos queda tu abundante y respetable obra poética, en la que obviamente reflejas tus propias vivencias. Habrá que repasar al menos tus libros de poemas, tus relatos…

-Sí, ya te digo que mi vida ha circulado siempre por los escaques de un tablero de ajedrez. Así que algo de eso se encuentra con facilidad en mis poemarios. Pero también Huelva, mi familia, mis amigos… mis pasiones.

-Forma.

- Mi primera publicación, ahí metí poemas de adolescencia. Salvo uno que le escribí a mi hija Yayito en los años ochenta, son poemas de adolescencia. Casi todos mis libros llevan piezas escritas años antes, a veces muchos años antes.

-Chaturanga.

-Ahí sí que está mi amor por el ajedrez, el que he tenido por ese arte o ese juego desde niño. Tal como la poesía, algo que he cultivado siempre y que han construido entre ambos mi vida. Son sensaciones a modo de jugadas y partidas.

-Hojas grises.

-De este recuerdo que Ricardo Gullón, el crítico especialista en Juan Ramón, dijo que era lo mejor que había leído después del mismísimo Juan Ramón Jiménez.

-Tres.

-Bueno, esta edición responde a un premio de poesía que pusieron en marcha Miguel Ángel Rubira y Pilar Soler desde la librería Saltés. Este fue ya en los noventa y fue un honor inmenso por el cariño que despertaba la librería y los libreros en aquellos años.

-Diario de un hombre solo.

-Este ha sido el que me ha dado más reconocimiento. Lo editó Cacúa, que recordarás aquel intento editorial onubense. Ahora lo quiero reeditar, añadirle más poemas y quizás con otro nombre… Antología podría ser.

-Arde Flipovic.

-Este es algo autobiográfico. Es un canto al amor en sus distintos estadios, a mi madre, a mi abuela, a Yayo, a aquella Huelva profunda… Es una mezcla de fantasías y de realidades…

«Entiendo la poesía como una necesidad, pero también como un regalo a los que quieres pero también a cualquiera que se encuentra con unos versos tuyos»

-No acabaríamos nunca, Concierto para una sola lengua, Sapore di mare sapore di sale, El tiempo que nos queda…

-Ya te digo, la poesía es mi vida. Entiendo la poesía como una necesidad, pero también como un regalo a los demás, a los que quieres y tienes más cerca pero también a cualquiera que se encuentra con unos versos tuyos en cualquier momento, en cualquier lugar… La poesía no es para lucrarse, sino para regalarla. Pero también hay relatos, como Los cuentos de la buena pipa, que es un conjunto de cosas, de hechos, ocurridos en Huelva, o Escrito en verde, que vino a ser un homenaje a todos los que sufrieron aquellos años malditos del Polo Químico y que están silenciados en el cementerio. Incluso un homenaje a nuestro querido Abelardo Rodríguez Mora, como el que le hice en Doctor Finish, y por supuesto los Apuntes del paraíso, un libro de humor que se desarrolla, cómo no, en Huelva. En el fondo soy un cómico. Trasciendo en la poesía, pero luego, a pie de calle, soy un cómico.

El poeta de la sonrisa le decían y le siguen diciendo. Antes tuvo un papel protagónico en el desarrollo de las actividades culturales en Huelva, y ahora apenas se le suele ver por alguna tertulia literaria o por alguna exposición cuando el protagonista es algún amigo. Sigue encerrado con sus poemas y sus lecturas, con su pasión por el ajedrez, que le llevó a escaquear el suelo de su casa, o el de la oficina de turismo que le montaron en Punta Umbría durante un tiempo, breve, que ejerció en la localidad costera tras poner en marcha un proyecto de proyección del nombre de la localidad que quedó atrás, como quedan las olas tras la resaca, adornado su regreso por un aullido mínimo y alterado por el alegre sonido del correr de las conchas hacia un regreso imposible, el mar.

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