crónica del jueves de colombinas
3 de agosto en Colombinas: Alucinantes Waterboys, un genial ángel loco y siete puertas al mar
fiestas colombinas 2023
La fecha señalada de las fiestas se celebró sobre el escenario con unos fantásticos The Waterboys, muy en forma en alucinantes solos e improvisaciones
Acabó manteado Ángel Stanich, con su carismática presencia defendiendo letras de carga ácida, recital al que siguió la energía rebelde de Penélope Watson
Fueron homenajeados los puertos andaluces, emblemas del desarrollo económico, en la conmemoración de la partida de las naves descubridoras
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Cada 3 de agosto cabe preguntarse si sobre el albero de las Fiestas Colombinas pesa más la historia y el halo solemne que rodea esta remarcada fecha, tan ligada al orgullo onubense, o la dimensión lúdica de un día festivo con mayúsculas en mitad del verano. La huella física sobre esta superficie polvorienta son los incontables pasos, saltos y bailes de los miles de colombineros pululantes con ganas de divertirse. La espiritual lleva inevitablemente a recordar en algún momento que la pequeña Huelva de 1492 protagonizó algo enorme, que redefinió los mapas y cambió el curso de la humanidad.
Esa dualidad se palpó en el ambiente de este jueves, aunque en la balanza se impone lo pragmático, la oportunidad de que coincida prácticamente la totalidad de las familias juntas y los grupos de amigos porque no hay que ir al trabajo. A estas alturas la excepcionalidad de estas jornadas parece normalizarse, como si no fueran a acabar nunca los días en los que las noches repletas de momentos prevalecen sobre las horas de sol.

En el día más conmemorativo de todos los no religiosos que resaltan en el calendario para Huelva, estuvo presente un año más el recuerdo a lo reconocido por muchos como una gesta, la de un primer viaje a lo desconocido, independiente pero detonante de todo lo que vino después con la conquista. El punto de partida del Descubrimiento de América fue un puerto, el de Palos de la Frontera, y el de las Colombinas en conmemoración a esa singladura más allá del horizonte, lo auspició otro, el Puerto de Huelva. Este año esta entidad cumple 150 años y por ello las fiestas están dedicadas a la Autoridad Portuaria onubense y las de los otros seis puertos andaluces: Algeciras, Almería, Cádiz, Málaga, Motril y Sevilla.

La alcaldesa de Huelva, Pilar Miranda, visitó junto a los presidentes de los siete puertos andaluces la exposición de la Caseta de Exposiciones que reconoce su importancia histórica, social y económica a lo largo de casi dos siglos de trayectoria. En esta muestra queda patente el papel fundamental de estas siete puertas al mar a través de 13 paneles informativos y 10 vitrinas con objetos. Maquetas de faros, luminarias, una antigua campana de un buque, y libros de las actas fundacionales de los puertos, algunos de los atractivos.
The Waterboys, un lujo para Huelva
En el 3 de agosto también hizo historia la banda escocesa The Waterboys, que desde los años 80 ha venido cosechando éxitos y sumando a su trayectoria una gran riqueza musical que el grupo liderado por Mike Scott compartió con un concierto que conquistó hasta la luna llena. Una vez más se puso de relevancia la suerte de poder disfrutar gratis de conciertos de un nivel espectacular en la capital onubense, algo que ya quisieran otras ciudades incluso pagando.
«I am the Water Boy, the real game's not over here» (Soy el chico del agua, el verdadero juego no está aquí) es un verso de Lou Reed en la canción 'The Kids' que inspiró Mike Scott para dar nombre a su banda. Ahora, décadas después bien podrían sus propios versos inspirar a otras formaciones. Sobre las tablas de las Colombinas despertaron admiración de sobra e inspiración, amor por la música a raudales, la energía suficiente para ofrecer un espectáculo de muchos quilates.

Y es que como Scott han dicho más de una vez son más que una banda de 'folk rock' y cada vez que tocan lo hacen con el alma. Como buenos chicos de agua buscaron que la suya fuera fresca y no estancada, que corriera abierta a movimientos, las mareas y las influencias en un repertorio mezcla de canciones nuevas y más antiguas, con la fuerza del rock and roll, pasando por sonidos folk, tintes soul, psicodélicos, reminiscencias de distintas etapas.
Gustaron especialmente a un público entregado las improvisaciones de los solos, donde el 'feeling' del momento daba autenticidad a todo, sin calcar lo de siempre, en una interpretación más libre, sin perder la esencia de las canciones, sin postizos ni imposturas. Con estribillos inevitablemente cantables y bailables vibraron los incondicionales y quienes se acercaron a escuchar a este grupo de viejos que los que decían que eran famosos y que ofrecieron un recital como pocos en la historia reciente de las fiestas.
La experiencia y la pasión son unas alas poderosas frente al desgaste de los años y la banda demostró estar muy en forma. Con su sombrero de cowboy y delgada figura reinó el alma infatigable de Mike Scott, impecable en la voz y sólido y virtuoso con la guitarra y también en los teclados.
La banda comenzó con 'Where is the action', un ejemplo de la estructura clásica de sus canciones, donde impera una rítmica cadencia que arrastra y rompe en la ola de cada estribillo, con una instrumentación muy coral, donde se reparten los protagonismos solistas por momentos. Continuaron con 'Glastonbury song' y su «I just found God», con un larguísimo y ágil punteo final.
Un temazo tras otro
No hubo que esperar mucho para uno de los temas más míticos de 'los chicos de agua', que desplegaron la pegadiza 'How long I will love you', ya entonada por un grupo de seguidores. Le siguió 'Ladbroke Grove Symphony', que dejó alucinado a todo el mundo con el solo final prolongado de KeyTar (instrumento que inserta un teclado en una guitarra) en manos del virtuoso 'Brother' Paul Brown, que tras la psicodelia se marcó unos minutos de rock estelar.

Scott se subió a la tarima de un tercer piano para interpretar 'A girl called Johnny', antes de empuñar la guitarra acústica en 'This is the sea', otro temazo en el que la intensidad fue creciente, con la voz rota encallada en el «river, river…». A continuación se marcaron una propuesta muy original al versionar a su manera el 'Because the nigth' de Patty Smith, insertando 'The pan within', que tuvo como final un fantástico duelo de pianos de altos vuelos que enardeció a los presentes.
La siguiente destilación fue de uno de los temas de la etapa irlandesa de la banda, 'Fisherman's blues', donde la vena folk resaltaba y el «oh, oh» fue cantado a coro por el público una y otra vez, acompañando a los gritos entonados las palmas. «Like a pioner who cant find the frontier / Like a soldier who cant find the front», comenzaba cantando Scott en 'My Wanderings in the Weary Land', otro tema con final in crescendo.
La vena irlandesa continuó abierta en 'Strange boat', con un remate con lo vocal muy por encima de los instrumental, tema al que siguió otra canción con extraña en el título, 'Long Strange Golden Road'. «I knew I was the victim Of a beautiful deception», decía la letra, con el punto álgido de «Keep the river on your right / And the highway at your shoulder».
El momento estelar, con una gran luna llena en lo alto como testigo, fue la interpretación de 'The whole of the moon', su himno más cantado, con el que intentaron que todo viéramos la luna completa, en su totalidad y no solo la cara visible iluminada. «And you know how it feels To reach too high Too far, too soon You saw the whole of the Moon», cantaba mucha gente haciendo los coros.
Como broche tremendo The Waterboys se marcaron una versión de categoría de 'Dead flowers' de The Rolling Stones. «And you can send me dead flowers every morning / Send me dead flowers by the mail / Send me dead flowers to my wedding / And I won't forget to put roses on your grave».
Ángel Stanich, un loco genial
La melena en forma de pompón y la frondosa barba, los gestos pseudo espasmódicos, la risa loca, los ojos desorbitados, el baile desenfadado y el ritmo en la sangre transmitido con vehemencia a la guitarra que bandea sin descanso son algunos de los elementos aparentes que dibujan a un personaje felizmente estrambótico: Ángel Stanich.

Bajo todo eso late y carbura el corazón y la mente de un artista genial, un icono del rock alternativo que huye de lo ortodoxo y sus etiquetas. Es un verso libre en una voz muy particular, que arrastra un deje cómico, y una música contundente, que engancha. Hilvana letras de crítica mordaz y humor inteligente, ácido, cargado de ironía, de nombres y referencias culturales e históricas en canciones de variable intensidad, con mucho ritmo y estribillos que enganchan de primeras a quien no lo conoce y que sus fans entonan como bandas sonoras de su vida.
En Colombinas se ganó de vuelta todos los piropos que lanzó a Huelva esquivando lo clásico. Conectó con el público de una manera brutalmente natural, con la viveza necesaria para que nada se quedara en el tintero a través un repertorio que funcionó a la perfección. Lo abrió con 'Rey idiota', acompañado por una banda muy sincronizada y eficiente, que también dio muestras de su poderío en 'Bajo en volcán', tema que fue muy cantado por el público. Pasó a 'Un día épico», dónde se comió a Bukowski, «una ingesta muy tóxica», pasando después a encumbrar en 'Nazario' entre palmas a Ronaldo Nazario de Lima, el gran exfutbolista brasileño. Después encandiló 'Qué será de mí', otra joyita.

El artista santanderino comentó que su madre es de Ronda y que «no hay recochineo» en su acento. Recordó que estuvo en las cocheras del Puerto el 4 de abril de 2018 dentro del ciclo Cantero Rock y que desde entonces hubo dos fechas fallidas para reencontrarse con Huelva. Agradeció que pese al cambio de gobierno en el Ayuntamiento de Huelva se «tirara para delante» y se contará con él, algo que agradeció a «Colón, los Tartessos y el Recreativo de Huelva». Quería salir del concierto como la Virgen de la Cinta, coronado, como sale «Rosalía y su baby de la disco».
Salvad a las ballenas y a Doñana
Dijo con gracia que «ponernos a los Waterboys de teloneros es pasarse» y dedicó «con todo mi amor» la canción 'Salvad a las ballenas' a todas y cada una de las hectáreas del Parque Nacional de Doñana, un espacio «supuestamente protegido» por el que «a la vista está», parafraseando a Jesús Quintero, «bien se podría hacer un poquito más». Y es que el artista santanderino demostró estar muy puesto al día de todas las cosas de Huelva, algo no de extrañar, pues sus canciones están bañadas de muchos elementos de actualidad, a los que hace guiños poniendo el dedo en la llaga.
Muy cantado fue el pegadizo estribillo de 'La danza hula hula', que dice «enemigos de ayer, aliados de hoy, nos separa una máquina, la que graba mi voz», donde hace referencia a una entrevista. Continuó en esta vena de crítica social con 'Señor Tosco'. «España es un país que con la camiseta ya te dan la pandereta y podrás saltar como de árbol en árbol de tertuliano en tertuliano».
'La historia es fácil de olvidar por ti', entró luego con este verso repetido con ritmo y acabó con el clásico «Esto con Franco no pasaba», cargado de ironía. La siguiente canción fue 'Carbura', donde cantaba «Te pudo la ambición, «Las alas de grandeza / Te quedaban como al sol / La oscura noche eterna».
Posteriormente presentó a su banda, sus «fresones de Palos», sus «Waterboys particulares», tal y como los definió. Alex Izquierdo, Lete G. Moreno y Victor L. Pescador, fueron sus fieles y geniales compañeros sobre el escenario. En broma dijo que su batería pensaba que las fiestas colombinas eran por el detective Colombo. Luego se río de si mismo diciendo que estaba poniendo voz del Gato con Botas. Asimismo se definió como «otro loco de la colina», deseando que el único «en la gloria esté».
Engullido por la masa y manteado
En el cierre por todo lo alto, dos de sus canciones más especiales, «tú amor no arde, sólo escupe fuego», que como Stanich dice en su canción se trata de «un símil casi perfecto». El artista estaba desatado sobre el escenario, como su público, enfervorizado. El remate lo puso la contundente 'Mátame camión', donde la formación entera exprimió toda la fuerza que les quedaba para quedar en todo lo alto. Bajó a cantar entre el público y acabó enguillido por la masa, manteado, cubierto de besos y abrazos, amado por un público más que fiel, tan genialmente loco como él.

Tomó el testigo con mucha energía la banda Penélope Watson, como demostró en temas como 'Una entre un millón', 'Por el suelo', 'Fuego' y 'Que les den' entre otros. Su vocalista, todo un animal de escenario, logró que el público saltara y vibrara con su música, trepidante y contundente. Todos rugieron con fuerza para acabar aullando a la luna.