El señor Miyagi y la escoba de plata

El Parque Moret tose y esputa aquejado del virulento ataque bacteriológico del olvido institucional y el incivismo, dos cepas mortíferas y contagiosas con consecuencias devastadoras. El pulmón verde de Huelva padece fibrosis quística desde hace tiempo. El gen defectuoso causante de esta tozuda y resistente enfermedad, inherente en nuestro sistema, reside en el cromosoma político y burocrático, el eslabón débil y atrofiado de la cadena de ADN onubense.

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Esta patología genera en el cuerpo humano la acumulación abundante y peligrosa de un líquido espeso en las paredes de las vías respiratorias, de nefasto efecto para el organismo. Esa especie de moco (para simplificar) es el que amenaza a los alveolos del purificador ambiental natural situado en el Conquero, cuyas laderas se congestionan con las hojarascas, la maleza y la vegetación salvaje que crecen sin control. Sin el desbroce necesario, la obstrucción bronquial se intensifica con los residuos y desperdicios que se arrojan a lo largo del año, macerando y dando origen a un caldo de cultivo perfecto para afecciones graves como incendios, plagas de insectos y animales, insalubridad, etc. No es ni mucho menos un simple constipado o una neumonía pasajera.

Se trata de un mal congénito y degenerativo que no solo afecta al sistema respiratorio de la ciudad sino que traspasa las fronteras del considerado filtro ambiental onubense, infectando la sala de operaciones sinápticas: los centros educativos y parte de su tejido social periférico. El colegio Príncipe de España, situado en la avenida de la Raza, es uno de los focos más afectados por este trastorno. Los niños conviven con ratas y cucarachas a diario y son víctimas de ataques de garrapatas, que han derivado en algún caso en ingresos hospitalarios para tratar los síntomas. Tercermundista.

La industria farmacéutica consistorial posee la patente para erradicar la enfermedad, pero opta por recetar remedios paliativos con principios activos de corto alcance y baja frecuencia. De manera puntual y tras enconadas y reiteradas protestas de colectivos de la zona, un dispositivo de limpieza camufla las sibilancias (estertores respiratorios) de un problema endémico de calibre mucho más complejo. La visita esporádica de la patrulla del cepillo suena más a gesto de complacencia y caridad  que al cumplimiento del compromiso contraído con toda la ciudadanía y del que no se benefician todos por igual. ¿La respuesta del Ayuntamiento?, lanzar una acusación.

Recriminan a los vecinos que están politizados y que son una herramienta en manos de la oposición. Claro, han descubierto la confabulación. Todos están en el ajo, incluidas las ratas, que son el chivo (no descarten que haya alguna cabra también) expiatorio para distraer la atención sobre la conspiración a escala electoral de los habitantes del barrio, ávidos de poder. Han tardado años en amaestrar a los roedores y algunos de ellos hasta acudían con los niños a dar clases en las aulas.    

Mientras tanto, la escoba de plata (recientemente otorgada a la ciudad) se saca brillo al mocho y frota con esmero su palo en la cabalgata de la glamurosa y galardonada flota de limpieza, que adecenta el porche y la terraza del Ayuntamiento varias veces al día. Las calles del casco urbano pronto van a alumbrar nuevos vestigios de los Tartessos tras quedar profundamente erosionado el pavimento.

Dar cera, pulir cera y vuelta a empezar, en las dependencias de la ‘casa de los onubenses’ tendrán que cambiar el cuadro del destronado rey Juan Carlos para poner uno del señor Miyagi, como maestro y mentor en los menesteres del trapo y la bayeta; Felipe aún tendrá que hacer méritos para ganarse su lugar en el despacho del alcalde.    

El PP profetiza un contrato de adjudicación de la limpieza y mantenimiento de repercusiones bíblicas para fechas venideras, lo cual no sabemos en qué se traducirá. Quizás opten por habilitar ambientadores con temporizador en las esquinas de la Gran Vía, máquinas expendedoras de bolsas de tela de cachemir para recoger los excrementos caninos en la calle Rábida, papeleras inteligentes en la Palmera, wáteres portátiles para las palomas en los árboles de la plaza de las Monjas o por una cruzada antichicles pegados en el mobiliario urbano, con pelotones de vigilancia las 24 horas del día. Las posibilidades son ilimitadas.Aunque quizás sea momento de sacudir la alfombra bajo la que se ha ido empujando y escondiendo disimuladamente el desdén de una administración muy aseada, pero únicamente con aquello que alcanza su corta vista.   

@ManuelGGarrido

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