Rapapolvo al culote onubense

Decía el escritor norteamericano Chip Brown que las bicicletas son catalizadores sociales que atraen a una categoría de gente superior. Se confirma, está descartada cualquier posibilidad de toparnos con un político pedaleando, son más dados al paladeo que al pedaleo. Y ello a pesar de que está de moda eso de asociar sus programas a los transportes alternativos y sostenibles. Vender humo disfrazado de energías verdes para camuflar otras agresiones flagrantes al medio ambiente. Es lo que se lleva en Huelva.

Huelva24

Huelva

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Ciudad europea moderna y bici componen un matrimonio concertado con muchos problemas de compatibilidad y de convivencia en la capital onubense: son consortes carentes de química (el Polo industrial bien podría donar sus excedentes a esta causa). Los problemas de alcoba son evidentes. En el lecho urbanístico no se levantan infraestructuras para estimular las zonas erógenas de los ciclistas onubenses y que las relaciones dejen de ser de riesgo y esporádicas para convertirse en encuentros asiduos y con protección. Y es que los profilácticos viales son limitados, escasean o su eficacia es mínima y los amantes prefieren no tentar a la suerte y caer en desgracia. El ‘aquí te pillo, aquí te mato’ en este caso es literal.

La frigidez institucional ha afectado a la erección de carriles bici, sin los cuales no fluye el romance. Al Ayuntamiento le duele la cabeza con demasiada frecuencia y recurre a tópicas excusas cuando se trata de entrar en materia. Ante tales desplantes, los ciclistas optan por autosatisfacer sus necesidades improvisando recorridos y rutas, a la espera de que el método Ogino electoral determine al Consistorio el momento fértil para concebir medidas al respecto.    

La mojigata Huelva es menos recatada que antaño y ya muestra el culote (indumentaria para ciclismo, no se me revolucionen) por las calles de la ciudad como prenda deportiva habitual. A pesar de ello, el placer de montar (en bicicleta, obviamente) para los onubenses es más que un ejercicio de piernas, un auténtico dispendio de destreza y habilidad. Espacios mal señalizados, firmes poco estables, obstáculos del mobiliario urbano obstruyendo la calzada reservada para las bicicletas, invasión de peatones y vehículos a motor, averías o baches sin advertencias, zonas deterioradas, tramos inconclusos o exentos de lógica, recorridos interrumpidos, etc. El espacio reservado a este fin no solo es mínimo, sino pésimamente gestionado y conservado.

Cuando por fin se atisban nuevas actuaciones (a las puertas de las municipales, por supuesto), las obras están enfocadas a la ampliación de la red de carriles y no al desarrollo del recorrido ya existente, que debería ser la verdadera prioridad. En concreto, se ha anunciado que se habilitarán 20 kilómetros más para 2015 (a sumar a los teóricos 18 kilómetros ya existentes), en un proyecto tasado en 11 millones de euros que asumirán entre el Ayuntamiento y la Junta de Andalucía. Una operación de alargamiento que no garantiza mejores affaires a los ciclistas. Como diría ese gran filósofo, Chucky, El Muñeco Diabólico, “lo importante no es el tamaño, sino lo que hagas con él”.

Quizás sería conveniente que los técnicos del Consistorio se diesen previamente una vuelta y revisasen las instalaciones de Pablo Rada o el recinto de la Universidad, por ejemplo, para cerciorarse de dónde radica la urgencia de intervención pública, si en la cantidad o en la calidad. También sería oportuno que la página web que pone a disposición de los usuarios la concejalía de Movilidad se actualice y se subsanen los errores del mapa virtual que informa sobre las zonas reservadas para ciclistas. En dicho documento se incluyen en ese apartado áreas peatonales carentes de espacios delimitados por marcas visuales que anuncien del uso exclusivo para las bicicletas. En cambio, no aparecen recogidos el carril de la Gran Vía (que conecta la Plaza del Punto con la Plaza de las Monjas) o el de la Avenida Príncipe de las Letras, por destacar dos casos concretos, aunque no son ni mucho menos los únicos. Inexplicable.

Pasar del celibato al turrón desmedido sin refocilarse en los preliminares es como encender una barbacoa con gasolina: llamarada repentina y descomunal, carne churruscada y nada que llevarse a la boca. Lorena Berdún no lo habría explicado mejor. De no contar con el más mínimo espacio reservado a las bicicletas se pretende convertir la ciudad en un velódromo, sin que se afiancen los lentos avances en la dura cronoescalada de la apuesta por los transportes sostenibles.

@ManuelGGarrido

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación