Sánchez y Rivera o la historia del patetismo

Pudiera parecer que Albert Rivera se prestó a negociar con Pedro Sánchez, cuando este fue candidato a la presidencia del Gobierno, llevado por el espíritu regeneracionista que el joven catalán viene predicando desde el principio de la plataforma Ciudadanos, después convertida en partido político.

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Rivera ha venido presentándose en el conjunto del Estado como si fuese una organización virgen, libre de polvo y paja. Como ha quedado visto en Madrid, lugar en el que la tercera de su partido, ex socialista, se ha visto obligada a dimitir por las investigaciones llevadas sobre ella, de nuevo, su partido, no tiene nada. C’s ha heredado todos los vicios de las personas que por aluvión le ha llegado, tanto desde el PSOE como del PP y también de otras organizaciones, como es el caso del PA en nuestro país y de otros partidos independientes. Ciudadanos ha heredado y carga con las biografías políticas, ya antiguas en muchos casos, de sus actuales militantes. 

Sánchez, el candidato ampliamente fracasado en su intento de ser presidente del gobierno, sigue su recorrido de ridículo y patetismo, atreviéndose incluso a viajar al extranjero para pedir la intercesión de partidos foráneos para que Podemos se apiade de él y permita su investidura. Lo primero que Alexis Tsipras recomienda al secretario general de los socialistas españoles, es que se desprenda de Ciudadanos, algo que Sánchez va haciendo poco a poco por medio de los hechos consumados, reuniéndose con diferentes grupos a los que repugna la presencia de C’s. Rivera, pobre de él, va encontrando explicaciones a los desaires por no ponerse más en evidencia, mientras insiste en verse con los populares conjuntamente con el PSOE, como si el acuerdo de investidura, además de finiquitado por la voluntad popular, no estuviese siendo denunciado por Sánchez con su pretensión de conformar una mayoría de izquierdas y habiendo ofrecido la vicepresidencia a Iglesias, el rey del mambo comunista en España.

Que la pretensión de ser presidente del gobierno para Sánchez es una cuestión personal, alimentada por su magnificado ego, y la de Rivera, ser su vicepresidente, basada en un ego si cabe mayor, es una evidencia que ha nadie puede escapar. Y lo más lamentable es que ambos están dejando más bajo que la suela de los zapatos a sus propios partidos, a los que están llevando humillación tras humillación. Realmente, no sé qué pasará y si la debilidad actual de Podemos le llevará a abstenerse para que gobierne el cansino y aburrido Sánchez pero, visto lo visto, ni Sánchez merece  ni está capacitado para llevar la presidencia de un gobierno digno, ni Rivera para ocupar puesto alguno en un ejecutivo con él.

La actitud pedigüeña de Sánchez en el marco de las instituciones europeas pidiendo ayuda a un partido de mentirosos, el de Tsipras, que mantiene a su pueblo en la miseria y que se atreve a hacer recomendaciones sobre C’s, deja a las dos formaciones, más allá del ridículo interior, en la peor de las posiciones ante los socios europeos ,que se estarán preguntando qué se ha hecho en España para merecer la representación abundante de Podemos en el parlamento, la indignidad de un secretario general del PSOE, cuarto en su circunscripción electoral y de un Rivera, partido  en principio regeneracionista, que llega a acuerdos de la nada, que se deja ningunear y que en su composición, no tiene nada de nuevo. Hora es de desenmascarar a quien por encima de la regeneración, quieren ocupar los sillones de las instituciones y sus privilegios. Yo vengo haciéndolo hace tiempo. Hora es de que otros hagan lo propio y dejen de tratar a algunos como si estuviesen recibiendo la Primera Comunión.

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