Los últimos cachorros de lince de Doñana salen vivos de su ritual de jerarquía

Los técnicos del programa de conservación confirman que este proceso natural, que ocurre en todas las camadas sin excepción, se ha saldado sin ninguna baja

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Dos cachorros en un centro de cría en cautividad EFE
H. Corpa

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La tensión ha pasado ya en el centro de cría El Acebuche de Doñana. Las peleas entre cachorros de lince ibérico, ese peculiar ritual que define quién es quién en cada camada, han concluido este año con un balance positivo: solo algunas cojeras y «ojillos entrecerrados», según informan desde el Programa de Conservación Ex-Situ del Lince Ibérico.

No siempre ha sido así. El personal del centro recuerda bien cómo en la primera camada nacida en estas instalaciones, uno de los pequeños no sobrevivió a estos violentos enfrentamientos entre hermanos. Y es que la naturaleza tiene sus propias reglas, y estas peleas forman parte esencial de la biología del lince ibérico. Ocurre cuando los cachorros alcanzan entre seis y siete semanas de vida. Durante menos de 24 horas, los hermanos se enzarzan en combates que impresionan incluso al personal del centro, pero que cumplen una función vital: establecer el orden jerárquico dentro del grupo.

La madre juega un papel crucial y por eso los técnicos de El Acebuche mantienen la distancia para no interferir en el proceso. Ella separa a los pequeños usando patas y boca cuando las cosas se ponen serias. Curiosamente, incluso la madre puede recibir algún ataque en esos momentos de tanta tensión, aunque sabe perfectamente cómo poner límites, como se ha observado en el caso de la hembra Madroña.

¿Cuándo se sabe que todo ha terminado? Los expertos lo tienen claro: cuando todos los cachorros vuelven a mamar juntos. Después pueden darse algunos encontronazos más, pero ya son más simbólicos que físicos –el dominante se acerca y el otro inmediatamente adopta postura de sumisión–.

Lo más sorprendente es que este comportamiento aparece en absolutamente todas las camadas de lince ibérico, sin excepción. Un ritual de la naturaleza que el programa de cría en cautividad respeta, observa y en este caso comparte para que la ciudadanía comprenda la complejidad de criar esta especie emblemática.

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