TRIBUNA

A José Manuel Gómez y Méndez, in-formador

Trajiste a su hoy, personajes importantes del ayer, perdidos en los rincones de la memoria colectiva.

Muere el periodista moguereño José Manuel Gómez y Méndez

José Manuel Gómez y Méndez APCNET.org

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Las noticias ya no llegan tras escuetos tonos de teléfonos sujetos a un ensortijado cable, sino desde los embaucadores silbidos de un WhatsApp siempre activo. Pero, fue un silbido bronco el que esta vez vibró entre mis manos. Tras despejar la pantalla de inicio con un seco movimiento, se abalanzó sobre mí la más inesperada y triste noticia: «Hola. José Manuel ha muerto esta tarde».

Y se me vino a la mente aquel poema suyos de 2011: No entiendo / ya de palabras / ni de versos. / Deseo navegar en el tiempo / sin retóricas ni aspavientos.

Le noté despedirse. Cómo, mientras se alejaba despacio, acompañado de un leve movimiento de cabeza y una sutil sonrisa, giraba su torso para dedicarme la mirada de un hasta siempre; a la vez que volvía a recomponer con la siniestra su sedoso pañuelo caído, y retomaba un lento andar al son del bastón, en el que se venía apoyando con su diestra.

Así quiero visualizarte, querido amigo José Manuel, tomando posesión del tiempo, ya eterno para ti. Navegando sobre la perpetuidad en encasquillados minuteros que palpitan, carentes de la necesidad de avanzar. Blandiendo tu característica sencillez, «sin retóricas ni aspavientos»: con la calma de quien se sabe satisfecho por haber pretendido ser feliz, pero con la tranquila convicción de no haberlo conseguido siempre.

Como periodista, tus oídos permanecían abiertos a la realidad. Aguzados para captarla en sus más peculiares manifestaciones. Ser periodista, como bien enseñaste a tus alumnos, es escuchar. ¿Y después? Después: «Manchar, manchar.» Solo se aprende a escribir, escribiendo. Solo se aprende a oír, escuchando. Y la función de un periodista es escuchar para transformar lo oído en noticia; para darle forma a lo escuchado y mostrárselo accesible a los demás. En definitiva, su función no es otra que la de in-formar.

Desde la orilla del cuquiman, a la sombra de las palmeras, que inhiestas guardan el origen del pueblo marinero de La Higuerita, plasmaste la cada vez mayor multiculturalidad de esta localidad onubense. Recorriste su carnaval. Viviste sus estaciones de penitencia. Saboreaste jugosos guisos, antiguas tradiciones, y eternas charlas con amigos o vecinos encontradizos. Trajiste a su hoy, personajes importantes del ayer, perdidos en los rincones de la memoria colectiva.

Pero ya, en tu eterna plenitud, no necesitas ni «de palabras ni de versos.» ¿Qué es de ti, amigo José Manuel? «¿Qué haces? / ¿Qué vives? / ¿Qué sientes? / ¿Qué añoras? / ¿Qué deseas?», te preguntabas en aquel inquietante último año del milenio. A lo que respondiste:

Calla… / No digas… / Que suene el rum-rum del aljibe. / Que nos cuente su secreto.

¡Sí, José Manuel! Que siga sonando «el rum-rum del aljibe». El gotear constante de los hechos que conforman la realidad diaria. Abramos los oídos a su incesante golpear, acompasado o disonante, melódico o cacofónico; para que, a quienes les inculcaste las destrezas del periodismo, consigan darle forma de noticias, in-formar de la manera más esclarecedora, para que esa realidad ... «nos cuente su secreto».

Eugenio Luján Palma, filósofo

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