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María Sancho, entre la filosofía y el arte: «Compartí con Antonio León Ortega el mismo banco de trabajo»
Transita poco el mundo del arte de manera voluntaria, viviendo en un retiro que le permite explorar su interior. Para ella, la creación es un ejercicio de autoafirmación que le proporciona relajación y libertad, donde la felicidad surge de crear cosas hermosas
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Café y charla en la terraza de su casa y a pesar de ser muy temprano, María Sancho ha cumplido ya con su ritual diario, haga frío, calor, diluvie o granice, de darse un chapuzón matinal en la piscina. Su marido está regando, y refrescando de paso, el jardín frontero a la casa, espeso de vegetación, aislando el hogar de un mundo que la pintora y escultora transita poco, hasta el punto de que su primera exposición fue gracias al arquitecto Fernando Barón, que estando en su casa levantando planos para una reforma, se encontró con la obra pictórica, primero, y a continuación con algunas esculturas de su clienta. Un mes después le había organizado una exposición en la sala del Colegio de Arquitectos, en los bajos de la Casa del Millón. Ese fue mi primer contacto con su obra, no con ella, a la que no conocí hasta mucho más tarde, cuando fuimos a coincidir en la misma aula de la facultad de Geografía e Historia.
Quizás alguno de ustedes recuerde la galería de arte que tuvo Enrique Montenegro en Las Tres Calles –La Palmera para los más jóvenes–. Allí fue donde María Sancho, recién llegada a Huelva, fue a conocer al recordado pintor y a Pilar Barroso, un puntal de la pintura en Huelva. Ellos la introdujeron en el ambiente artístico que por entonces había en Huelva, de ahí que acabara en el estudio de Antonio León Ortega.
-María, ¿cómo fue eso de entrar a trabajar con un escultor que era y es toda una institución en el mundo del arte?
-Pues fue muy fácil y tuvimos una relación excelente, me tomó como una alumna aventajada y pude trabajar incluso en su mismo banco, trabajando las mismas piezas. Antonio León tenía entonces muchísimo trabajo y yo le ayudaba a encarnar, a modelar, a tallar, a lo que hiciera falta… menos a afilar las gubias, él siempre me decía, anda deja que te las afiles que voy más rápido.
- Pero, ¿qué carta de presentación te dio Pilar Barroso?
-La mejor de todas, la buena relación que tenía ella con Antonio León Ortega, al que Pilar conocía de toda la vida. Además, él y yo habíamos estudiado Bellas Artes en la San Fernando de Madrid.

-Te especializaste en escultura a pesar de haber estado con Antonio López, nada menos.
-Así, es. Antonio López estaba encantado conmigo, con mi facilidad para el dibujo y con mi manera de entender el arte, así que cuando le dije que iba a especializarme en escultura, se sorprendió bastante, pero me dijo que igual que estaba destinada a ser una gran pintora también iba a ser una gran escultora. Y al final, ya ves. Pinto, sobre todo me dedico a dibujar y a pintar. La escultura la fui dejando.
-¿Y eso?
-El trabajo, los hijos… además, la escultura necesita más espacio, un banco de trabajo es estar todo el día limpiando y ensuciando. Te voy a contar una anécdota que me resultó definitiva. Había hecho retratos en bulto redondo de mis hijos, alguno tallado y otros modelados en barro, y cuando tenía uno casi terminado, pero llevaba
«Antonio López estaba encantado conmigo, con mi facilidad para el dibujo y con mi manera de entender el arte»
unos días sin meterle mano, fui a seguir con el trabajo y me encuentro el banco de trabajo limpio como una patena y sin rastro del busto que estaba haciendo. Le pregunté a la asistenta qué había pasado y con toda la tranquilidad que da pensar que se tiene la razón, me dijo que estaba el barro resquebrajado y todo muy sucio, así que había tirado dos piezas que estaba modelando a la basura, una detrás de la otra. Ahí quedó todo.
-Estuviste en el estudio que tuvieron Antonio León y Pedro Gómez en Las Colonias, antes de llegar a la plaza de toros.
-Sí, el estudio de la calle San Cristóbal no lo conocí, ni a Pedro Gómez, que había fallecido mucho antes de llegar yo a Huelva. Cuando vendieron el local de la calle San Cristóbal se mudaron a la calle Luis Buendía, casi llegando a la plaza de toros. Todavía queda allí una casa milagrosamente en pie, pues al lado, en el solar que está justo al lado estaba el taller de Antonio León Ortega, y detrás, justo detrás de donde trabajábamos, estaban los cabezos. Alguna vez le transmití mi temor de que se nos cayera encima el cabezo y me dijo que no me preocupara, que si ocurría saldríamos a correr y ya está. Me contó lo del desplome de la calle Aragón, que fue terrible. Trabajábamos uno al lado del otro y aprendí una barbaridad con él. De hecho, hice el doctorado con una tesis sobre don Antonio León Ortega, un artista excepcional. Estuve allí hasta mediados de los ochenta, cuando él cae enfermo y deja el taller.

-Llegas a Huelva y continúas tu formación, pero lo tuyo debió empezar mucho antes.
-Desde bien pequeña. Guardo trabajos hasta de cuando tenía diez años, y me sorprenden. Mis padres eran muy amantes del arte en todas sus facetas. Mi madre era pianista, como mi hermana menor, que siguió sus pasos. Y a mí me dio por pintar.
-Te pudieron dar una buena formación.
-Sí, pero no por una cuestión económica, que ricos no éramos, sino a base de becas. Por supuesto conté con el apoyo incondicional de mis padres. Mi madre, más pragmática, me decía que había que pensar en el futuro, que del arte no se vivía, y tenía razón. Mi padre por su parte estaba encantadísimo, date cuenta que desde pequeñas nos llevaba los domingos al Museo del Prado. Le recuerdo allí, pasando horas viendo un mismo cuadro. Los dos estaban tan dispuestos a ayudarme en lo que pudieran que con solo doce años me matriculan en una Escuela de Artes y Oficios, lo que pude compaginar con una formación reglada en una escuela, aunque en el colegio cada vez que podía tiraba de lápiz y me ponía a dibujar. Y ya, cuando fui un poco mayor, pude matricularme en el Círculo de Bellas Artes, donde se dibujaba del natural, con modelos. Y de ahí a Bellas Artes.
-Que no era cuestión baladí la de entrar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando.
-Ni mucho menos. Tuve que hacer el preparatorio con Antonio López, ahí es donde le conocí, y luego, como te contaba, me quise especializar en escultura. Hice solo los primeros cursos, porque fue entonces, bien jovencita, cuando me vine a Huelva. Después saqué tiempo no sé de qué manera, y acabé la carrera yendo y viniendo a Madrid continuamente.

-Vienes a Huelva tras casarte siendo una niña.
-Ya te digo. Cómo han cambiado los tiempos. Afortunadamente, habrá que puntualizar… Me casé con veintiún años. Mi marido termina Medicina y tras el proceso selectivo le ofrecen distintas plazas, en el norte, en las costas levantinas… pero nos llamó la atención una en Huelva y yo tenía amigas que me habían hablado muy bien de Punta Umbría, de esta maravillosa mar atlántica, de modo que nos decidimos por este sur. Y hasta la fecha.
-Dejaste sin acabar Bellas Artes y te matriculas en Geografía e Historia.
-Sí, en cuanto pusieron el Colegio Universitario de La Rábida, pero antes hice Trabajo Social porque había ciertas asignaturas que me interesaban. Lo de Geografía e Historia vino justo después, fui de la primera promoción.
-Pues ya van tres carreras.
-Sí, la cuarta es Filosofía pura, y te cuento por qué fue. Cuando saqué las oposiciones para dar clase en institutos, la primera plaza que sale es para impartir Filosofía, para entonces yo había terminado Bellas Artes y como es natural Geografía e Historia, así que les digo la titulación que tengo y me dicen que muy bien, que perfecto, pero que la plaza que había era de Filosofía, y no otra. Así que tomé lo que había, filosofía y preparando las clases me empieza a interesar, cada vez más, así que me matriculo en la UNED, y hago Filosofía, que es la asignatura que ya he seguido dando hasta la jubilación.
-¿El estudio es para ti una necesidad o un vehículo para progresar económicamente?
-Ambas cosas, pero una necesidad íntima, espiritual si quieres, por supuesto que sí. Y no paro de estudiar. Hasta para pintar o dibujar, o para modelar un retrato es necesario tener una buena formación. Y por supuesto es el camino hacia la felicidad, algo que se debería enseñar en los colegios y en los institutos.

-¿Pintar es entonces un ejercicio de autoafirmación?
-Claro. En mi caso pinto porque me gusta y porque me da la gana, que es o debería ser, razón suficiente, pero además me siento relajada y libre cuando estoy creando un dibujo, pintando o modelando. Soy feliz creando cosas hermosas. De ahí que me importa menos que se conozca mi pintura. Eso ya es una cuestión menor.
-Eso no hace falta que lo jures, expusiste en el Colegio de Arquitectos porque se empeñó Fernando Barón.
-Pues sí, y no me duelen prendas el decir que fue así. Fernando Barón es un tipo estupendo.
-Me consta y me habló maravillas de tus dibujos, de tus esculturas…
-Tú también has hablado y escrito sobre mi trabajo. Te empeñaste en que volviera a exponer y fíjate tú, lo bien que fue todo.
-Santana te seleccionó a continuación, entre otros muchos artistas, nacionales e internacionales, para una exposición sobre flores en la John Holland Gallery. Has estado junto a artistas de renombre.
-Sí, ha sido una bonita experiencia. La verdad es que si no es por vosotros habría seguido con mis cosas, pero no vayas a pensar que no me gusta exhibir mi producción, todo lo contrario, lo que pienso es que el artista debe centrarse en crear. Aunque en un mundo tan competitivo como este entiendo que hay que saber venderse bien. Otra cosa es que yo lo vaya a hacer.

-Me vas a permitir que insista en tu aislamiento, que desde luego es admirable, pero puede que haya contribuido a que no te hayas dejado influir por nada, ni por tendencias ni por nadie.
-En absoluto he seguido tendencias, siempre he ido por mi camino. La creación es algo que no te debe someter, en el sentido de tener que seguir tendencias ni estilos, soy tremendamente libre. Otra cuestión es observar y admirar lo que hacen los demás, porque eso te enriquece, pero a la hora de crear intento ser yo misma. Como te estaba diciendo, para mi pintar es evadirme, mirar en mi misma, explorar mi interior, mis sentimientos. La pintura me saca de la realidad, de lo externo, me pongo a pintar y me olvido de todo lo que pueda tener alrededor.
-He estado viendo todo lo que tienes aquí y veo que no paras.
«En absoluto he seguido tendencias, siempre he ido por mi camino. La creación es algo que no te debe someter. Soy tremendamente libre»
-Sobre todo, no paro de dibujar. El dibujo es el axioma fundamental de toda expresión artística. También pinto y tengo, como has visto, para muchas exposiciones. La escultura la tengo algo más abandonada.
-Pues tienes esculturas absolutamente magníficas, ¿cómo se puede tener tiempo para todo?
-Pues se tiene. Todos tenemos sobrado tiempo. Cuando oigo a alguien decir que no tiene tiempo para nada, y después estás oyendo a ese alguien que no para de hacer referencias a personajes y programas de televisión, lo empiezas a entender todo.
-Creo que sí, el consumo medio de televisión entre los andaluces es de tres horas por persona y día, a pesar de que ha bajado notablemente su consumo por la aparición de las redes sociales, que les ocupan otro tanto y que es el altavoz de las corrientes de opinión que se crean en las cadenas de televisión más que en las propias redes.
-Qué barbaridad. Se debería leer más, que enriquece y además te da que pensar. Pensar y pasear, observar lo que te rodea… Y el mar. Me apasiona el mar. Me estremece el sonido de las olas, el azul profundo o el blanco salpicar de las olas… Me gusta el mar.
-Formación, investigación, maestría, buena mano en el dibujo, pero sobre todo lo que muestran tus obras es una auténtica y tenaz pasión.
-Es una buena definición, estoy de acuerdo con eso, y con eso me quedo.
-Pintas del natural
-Sí, no entiendo la pintura de otra manera. Tengo que ver lo que estoy pintando, eso lo entendí y lo vi en Antonio López. Tienes que ver y sentir. Mira, te voy a poner un ejemplo, estoy deseando pintar una casa que hay ahí cerca, asomada a la ribera del
«Pinto del natural, no entiendo la pintura de otra manera. Tengo que ver lo que estoy pintando, eso lo entendí y lo vi en Antonio López»
Odiel, pero no tengo en estos momentos la capacidad física para estar horas ahí en plena marisma, de modo que ese proyecto lo tengo aparcado. Pinto del natural y no entiendo otra forma de pintar.
-Del natural y de las cosas cotidianas, de lo cercano.
-Por supuesto, no hay que buscar lo trascendente, ni ascender a las alturas porque a lo mejor lo trascendente está muy cerca de ti. Por eso, lejos de endiosarme me gusta recrearme en lo que tengo más cercano, aquello que conoces y por lo tanto entiendes… lo que conoces y en consecuencia se puede amar.

María Sancho muy probablemente vuelva a exponer. Son los hijos y los nietos sus primeros seguidores y admiradores, y tiene una notable colección. Son aquellos para los que también ha tenido tiempo, sobrado tiempo. Hemos vuelto al interior de la casa, a dejar las tazas del café en la cocina y a volver a ver los bustos de sus hijos, los retratos y la ejecución extremadamente detallista de sus dibujos en gran formato de todo aquello que le rodea. Luego, al despedirme le digo que nos veremos en su próxima exposición, me mira asombrada y me dice que no, que espera verme mucho antes. Lo considero un vernos muy próximamente y no en que vaya a tardar en mostrar su impecable producción artística. Quizás esculturas, o quizás esos óleos que reflejan su día a día, en ese retiro que no lo es en realidad, sino todo lo contrario, es buscar en tu interior aquello tan hermoso que nos pueda conmover y que no tiene que estar muy lejos de quien tenga capacidad y sensibilidad para encontrarlo sobre el hule de una mesa, sobre un cacharro de barro con frutas, o en un ramo de rosas al lado de un libro… de filosofía, claro está.