'gente de aquí'

Pilar Barroso: «Los pintores, hasta los mejores, siempre las han pasado canutas»

La genial y libérrima artista onubense resalta que «el arte es simplemente lo que está bien hecho, lo que emociona, lo que te da que pensar»

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Bernardo Romero

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Cuantas veces le he dicho que le iba a hacer una entrevista, otras tantas que me ha enviado a la gran puñeta. Después de casi medio siglo de amistad y haber escrito no sé cuántos artículos y reseñas sobre su vida y milagros, he tomado la mejor decisión, sonsacarle respuestas con preguntas indirectas, sin que medien referencias sobre el asunto que sea. Le cuento lo que ocurrió en un determinado viaje, con la galería tal o con aquella exposición en tal sitio y si se acuerda corre carrerilla, empieza a largar y yo voy tomando nota. Me ve con un lápiz en la mano y me dice que ni se me ocurra escribir nada, entonces le digo que no estoy escribiendo, sino pintando muñequitos. Así, poco a poco, como las buenas letras flamencas, que las hace más el tiempo que el rigor poético, he ido enjaretando esta entrevista.

Hemos quedado para ir al teatro y se pinta, perfuma y arregla con esa clase que solo tienen las señoras que han transitado por todos los ambientes culturales y artísticos habidos y por haber. Pero antes de tener el atrevimiento de dedicarse a la pintura en unos tiempos pocos propicios para una mujer independiente y libre como ella, ya venía cargada de experiencia, la acumulada desde su más tierna infancia en el taller de Pedro Gómez y Antonio León Ortega, donde dio sus primeros pasos delante de un caballete, armada de paleta, espátula y pincel. Como es natural, esos andares iniciales en el estudio de los celebrados artistas onubenses le acabaron llevando primero a Madrid y luego a recorrer media Europa caballete en mano.

-Pilar, ¿qué recuerdos tienes del taller de Pedro Gómez y León Ortega?

-Muchísimos, ¡qué recuerdos voy a tener!, si yo andaba por allí desde bien pequeña. Allí estaban Pedro Gómez y León Ortega, pero también un tallista extraordinario, Miguel Hierro, otro artista enorme. Recuerdo que mi padre procuraba que no estuviera en el taller porque el mundo del arte no era el más adecuado para una señorita. Pero si no me dejaba ir al taller era peor, porque de pequeña era muy traviesa, e igual me manchaba con los oleos en lo de Pedro Gómez que con el carbón de la carbonería de la plaza Niña, o me iba al Brasil Chico, donde tenía muchas amigas con las que recorrer el barrio. Era un trasto.

-Pedro Gómez te llamaba más bien rebelde, que eras una rebelde.

-Sí, él nos decía a los que estábamos en su estudio aprendiendo a pintar que hiciéramos esto o aquello, así que si me decía que quería este tono de azul para el fondo de un paisaje, yo le ponía rojo y se enfadaba una barbaridad. Y me decía eso, sí: «Pilita, eres una rebelde».

Imagen principal - En la inauguración en la galería John Holland conversando con Santana / Con el cineasta Manolo Summers en La Rábida / En su estudio de Madrid
Imagen secundaria 1 - En la inauguración en la galería John Holland conversando con Santana / Con el cineasta Manolo Summers en La Rábida / En su estudio de Madrid
Imagen secundaria 2 - En la inauguración en la galería John Holland conversando con Santana / Con el cineasta Manolo Summers en La Rábida / En su estudio de Madrid
En la inauguración en la galería John Holland conversando con Santana / Con el cineasta Manolo Summers en La Rábida / En su estudio de Madrid H24

-¿Cómo era aquel taller?

-Enorme. De allí salieron los paisajes que tanto gustaban en la Huelva de la época, pintura realista, un figurativo sin más con ciertos principios impresionistas. Allí Miguel Herrero y Antonio León Ortega tallaron las imágenes y las canastillas de casi todos los pasos que hoy luce Huelva en su Semana Santa. Recuerdo a León Ortega trabajando de sol a sol, sin descanso. Se había librado de milagro de ser fusilado, porque un cura lo vio en el camión y dijo que era un hombre santo, de modo que lo bajaron. Luego para sobrevivir tenía que estar sacándole a la madera auténticas obras de arte que vendía por muy poco dinero, pero que le permitieron comer y poder vivir en una casa de vecinos en el Matadero.

-Tengo entendido que aquel taller era centro de reunión de la intelectualidad de Huelva.

-Sí, iba mucha gente interesante, sobre todo pintores, como en el caso de Antonio Brunt, que había sido director de la Academia de Bellas Artes de Huelva y que después de la guerra estuvo con León Ortega y Pedro Gómez en el taller, para acabar en una humildísima casa en la calle San Andrés, frente al colegio Francés. Brunt fue discípulo de Eugenio Hermoso y de Fernández Alvarado, y compañero de otros pintores enormes, como Sebastián García Vázquez, al que ahora se le rinde homenaje en la galería Espacio 0, que tengo la mala pata de no poder ir a visitar.

«Por el taller de Pedro Gómez menudeaban artistas plásticos y también escritores»

Por el taller de Pedro Gómez, el único lugar donde se podía aprender a pintar en Huelva tras la desaparición de la Academia de Bellas Artes, menudeaban artistas plásticos y también escritores, en general gente interesada en las Bellas Artes. Recuerdo, por supuesto a García Orta, que venía de haber estado estudiando pintura en Madrid, o a Sedano, el arquitecto, o los médicos Celestino Verdier y Domínguez Belda, también don Policarpo, catedrático del Instituto y mi padre, que también asistía a las tertulias que allí se formaban y que estando estudiando Derecho en Madrid, compartió piso con el genial escultor Julio Antonio. Aquello era una auténtica isla en el vacío cultural onubense. Después, los más jóvenes, Franco, Antonio Morano y por supuesto Juan Manuel Seisdedos. Tengo que recordar a mi querido Enrique Montenegro, con el que después tuve una gran amistad, como con todos ellos, claro. Entre los mayores estaba uno al que le encantaban mis formas de entender el hecho artístico y mi carácter, y ese era Orduña Castellano. Cuando pedro Gómez me reprendía con aquello de Pilita eres una rebelde, Mateo se me acercaba y me decía bajito que no le echara cuenta, que como yo lo estaba haciendo era mucho mejor. A veces Pedro Gómez no me dejaba que los acompañara al Conquero para pintar del natural, pero al final siempre cedía y pude disfrutar pintando aquel paraíso no tan cercano a Huelva como hoy día, que era el Conquero, entonces un auténtico bosque.

-Otro de tus amigos más queridos fue nada más y nada menos que Curro Garfias, premio nacional de Literatura.

-Y muchos otros premios y reconocimientos, nacionales e internacionales que tuvo, ha sido un poeta de referencia en Europa y en América. Estuvo estudiando en Madrid, mucho antes que yo como es natural, hizo Filosofía y letras, y después estuvo en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Date cuenta que ha sido un estudioso de Juan Ramón Jiménez y, quizás porque Zenobia Camprubí tradujo a Rabindranath Tagore, también le dedicó años de estudio al escritor indio. Y aparte de ser una persona sabia, es un poeta grandísimo. Sí, un poeta fundamental, magnífico, pero siempre a la sombra de Juan Ramón, al que tanto reverenciaba. Alguna vez le dije que debería haber nacido en otro pueblo. Con la de pueblos que hay en Huelva, a él se le ocurrió nacer en Moguer, pero esto se lo decía en broma, él estaba enamorado de Moguer, admiró y estudió como nadie a Juan Ramón, le encantaba su pueblo y tenía una casa maravillosa. Iba mucho a visitarle.

«Huelva debería estar orgullosa de Curro Garfias, un artista y una eminencia, pero igual aquí en la capital no tiene dedicada ni una calle»

Huelva debería estar orgullosa de Curro Garfias, un artista y una eminencia, pero igual aquí en la capital no tiene dedicada ni una calle. A veces pienso que esta ciudad, mi ciudad, no ha sabido nunca ser la capital de la provincia.

-Desde luego has conocido a mucha gente interesante, y algunas hasta desconocidas en su tierra, como Esperanza Abot.

-Una pintora de categoría, pero mucho mayor que yo. Personalmente no la conocí, pero la veía transitar por las calles de Huelva siendo ella ya mayor. La recuerdo con esos gorritos parisinos que se ponía. Era muy avanzada para su época y en Huelva, como le ocurrió a Juan Ramón Jiménez en su pueblo, la tenían por loca. Pero fíjate, estudió en Londres y en Paris, donde conoció y fue discípula nada menos que de Cezanne. Gran paisajista y retratista, trajo a Huelva el impresionismo constructivista cuando nadie conocía todos esos movimientos artísticos tan en boga en París, por entonces capital mundial de las artes plásticas. Pero ya te digo, personalmente no tuve la suerte de conocerla, tan sólo al final de su vida pude conocer su obra, que vendía a precio de saldo a sus conocidos para poder subsistir. Una vida intensa en todo caso, una vida bohemia y libre de prejuicios. Otro nombre olvidado en Huelva.

Imagen principal - Pilar, con Juan Manuel Seisdedos, compañeros en el taller de Pedro Gómez y León Ortega / Pilar, con el pintor Faustino Rodríguez / Con Curro Garfias en su casa de Moguer
Imagen secundaria 1 - Pilar, con Juan Manuel Seisdedos, compañeros en el taller de Pedro Gómez y León Ortega / Pilar, con el pintor Faustino Rodríguez / Con Curro Garfias en su casa de Moguer
Imagen secundaria 2 - Pilar, con Juan Manuel Seisdedos, compañeros en el taller de Pedro Gómez y León Ortega / Pilar, con el pintor Faustino Rodríguez / Con Curro Garfias en su casa de Moguer
Pilar, con Juan Manuel Seisdedos, compañeros en el taller de Pedro Gómez y León Ortega / Pilar, con el pintor Faustino Rodríguez / Con Curro Garfias en su casa de Moguer H24

-Con quienes sí que coincides es con Juan Manuel Seisdedos y José María Franco.

-Sí, ellos son o eran en el caso de José María, más cercanos en edad y compartí con ellos las lecciones de Pedro Gómez, pero también las del gran pintor Manolo Moreno, un auténtico maestro de la pintura que acabó marchándose a Madrid, donde tuvo una vida desahogada porque allí se entendía su obra y allí fue a acabar sus días. Otra auténtica eminencia en el mundo de las Bellas Artes y desconocido en su tierra. Manolo Moreno perteneció al círculo de Rogelio Buendía y Adriano del Valle, poetas de la generación del 27 que editaron en Huelva Papel de Aleluyas, toda una referencia de aquella generación. García Morales, Manolo de la Corte, José Caballero… son todos nombres de esa época dorada de la pintura en Huelva, de la primera mitad del siglo pasado.

-Del estudio de Manolo Moreno Díaz, como del de Antonio León y Pedro Gómez, obtienes una formación elemental y necesaria

-Claro, en Huelva había desaparecido la Escuela de Bellas Artes y estos eran los únicos lugares donde se podía aprender. Tuve la suerte de vivir frente al estudio de Pedro Gómez y que mi madre fuera muy amiga de la familia de Manolo Moreno Díaz. Esto me dio unos fundamentos esenciales para después poder desarrollar mi propio estilo, mi propia manera de entender la pintura.

«En Madrid enseguida encuentro un ambiente de pintores porque lo primero que hago es buscar donde perfeccionar mi dibujo»

-¿Y cómo entiendes tú la pintura?

-Reflexión, observación e interpretación de lo que te rodea. Es menester volver a los conceptos del impresionismo, que son eso mismo, reconocer la impresión de lo que estás viendo e interpretarla, traducirla para los demás. Para el disfrute de los demás, porque el arte es simplemente lo que está bien hecho, lo que emociona, lo que te da que pensar. Reflexión sobre lo que te rodea, para poder expresarla componiendo las justas formas y el más equilibrado color, más con la intuición, con el sentimiento, que con un metro o una escuadra. Eso es la pintura para mí.

-Y bien jovencita te largas a Madrid, donde enseguida contactas con artistas muy relevantes

-En aquellos tiempos no era muy normal salir de casa y de la ciudad para ser artista. Mi padre ya había fallecido, así que acompañada de mi madre marcho a Madrid. Y claro, enseguida encuentro un ambiente de pintores porque lo primero que hago es buscar donde perfeccionar mi dibujo, algo que era esencial y es a lo que pude dedicarme en el Casón del Buen Retiro y en el Museo Nacional de Reproducciones Artísticas. Por allí circulaban aquellos que intentaban entrar en la Escuela de Arquitectura o en la de Bellas Artes, así que nada más llegar ya estoy metida en ambientes de artistas.

Con el académico Carlos García Gual y Cristina Pascual H24

-De esa época tienes unos dibujos fantásticos, estudios notables del cuerpo humano.

-Te refieres a los que expuse en el Museo, sí, esos los hice en el Círculo de Bellas Artes, donde por las tardes teníamos oportunidad de dibujar del natural a modelos masculinos y femeninos. Después pasé por el estudio de Julio Moisés, que era por aquel tiempo director de la Escuela de Bellas Artes. Pintaba en su propio estudio, una buhardilla encima de su propia vivienda. Allí nos reuníamos unos cuantos a pintar los modelos que acudían al estudio del pintor, que iba corrigiendo lo que hacíamos los alumnos. Es entonces cuando entro en contacto con Pepe Caballero, y sobre todo con Daniel Vázquez Díaz, que ya viudo salía con una compañera mía de piso. Paisanita me decía. Siempre estaba de buen humor y vestía muy elegante, pero si te fijabas descubrías que tenía un agujero en la suela del zapato o que el abrigo tenía visos del mucho uso y los muchos años. Los pintores, hasta los mejores, siempre las han pasado canutas.

«Las autoridades habían cogido el transbordador y se habían ido para Huelva, y Vázquez Díaz se quedó solo y haciendo aspavientos en el muelle de la Reina»

-De Vázquez Díaz tienes una anécdota curiosa.

-Sí, como la que te pasó a ti cuando diste el pregón aquel, cuando te dejaron tirado y tuviste que buscar un taxi para irte a tu casa mientras todos se fueron a cenar por ahí (se ríe con ganas, pero continúa). Me contó que cuando le dieron el homenaje en Huelva, organizaron una comida en su honor en La Rábida, al finalizar la cual fue a despedirse de los frailes, a los que conocía de cuando pintó los famosos frescos. Pues bien, cuando se quiso dar cuenta todas las autoridades habían cogido el transbordador y se habían ido para Huelva, para la Punta del Cebo, y allí que se quedó el artista, solo y haciendo aspavientos en el muelle de la Reina hasta que le pudo gritar a una barca que transportaba grava. El patrón se fue para el muelle, atracó y don Daniel Vázquez Díaz pudo sentarse sobre un montón de grava para regresar a la Punta del Cebo y desde allí, darse un paseíto veraniego a la ciudad que le había homenajeado. Creo que muy buen recuerdo no tenía de aquello, pero lo contaba con buen humor, rematándolo con una frase que decía con sorna: «de Huelva, con esos líderes, ni el olorrrr», arrastrando la erre pero muerto de risa. Le encantaba Huelva desde la Sierra hasta el litoral, sus paisajes y sus gentes. Añoraba su tierra una barbaridad.

-Y hubo más nombres ilustres.

-Claro, aquello era la capital española también del arte. Estuve con Otero Besteiro, con el que aprendí grabado, y que además de artista era inventor, pero también con paisanos, como D'Esury, que estaba haciendo la mili en Madrid. Todos aparecíamos por los mismos lugares. Pero de todos tengo que destacarte a Eugenio Hermoso, que después de haber dirigido la Academia de Bellas Artes de Huelva siendo muy joven, estaba en Madrid instalado como un pintor de referencia, que es lo que fue y seguirá siendo. A Eugenio Hermoso, por razones de edad no le había conocido apenas en su larga estada onubense, sino en la exposición de los dibujos de los aspirantes a entrar en la Escuela de Bellas Artes, en Madrid, ya que al pintor le llamó la atención el dibujo que hice del Apoxiomenos de Lisipo. Con él trabé una muy buena amistad que continuó en el tiempo. También aprendí de la mano de Máximo de Pablos, que me aclaró el camino para los conceptos cromáticos por los que luego yo he transitado. Recuerdo que a Máximo de Pablos le dieron entonces el primer premio de la Bienal de Arte Contemporáneo de Alejandría, por entonces uno de los certámenes que eran auténticos referentes artísticos internacionales, de los más importantes. Y después conocí a Waldo Aguiar, con quien estuve en su estudio pintando y aprendiendo, pero también una persona con la que mantuve una estrecha amistad.

«Me empapé de Renacimiento y de Impresionismo, dos lecciones absolutamente necesarias»

-Tu estada madrileña, al margen de la Escuela de Bellas Artes, te sirve para empaparte de pintura en el Museo del Prado, y después harías otro tanto en París o en Milán.

-Sí, pero lo de París, lo de Milán y de otras muchas ciudades europeas vendría después, cuando me fui a Alemania para trabajar en la Siemens. Cada vez que tenía un fin de semana libre tomaba un tren e iba a uno u otro lugar. Ganaba dinero en la fábrica y también vendiendo cuadros. Nada más llegar le mostré un par de cuadros pequeños a los jefes, y a partir de ahí me llovían los encargos, igual pintaba un barco que un paisaje de la Selva Negra, lo que fuera. Entre una cosa y otra tenía para moverme y visitar museos. Me empapé de Renacimiento y de Impresionismo, dos lecciones absolutamente necesarias.

-Pero antes desde Madrid quisiste volver a Huelva

-Sí, y hasta monté estudio en la calle Padre Andivia, pero no era lo mismo. Venía de exponer en la sala Minerva, en una colectiva con Úrculo, Otero Besteiro, Antonio López y el ayamontino Juan Borrero Ferrer, y ya en Huelva Enrique Montenegro me prepara una exposición en una galería que había montado en las Tres Calles. Ya por entonces había cierto ambiente cultural en Huelva, estaba Enrique y también mi amigo Juan Manuel Seisdedos, con quien estuve en lo de Manolo Moreno Díaz, y más amigos, como Manolo Summers, empeñado en ser director de cine, o Allepuz el grabador, Aramburu el arquitecto, o Tomás Durán, mi amigo del alma, el Cuqui, que sabía muchísimo de antigüedades. El taller de Pedro Gómez y León Ortega se había trasladado a las Colonias, y ya solo nos quedaba el de Manolo Moreno, que nos convenció a Juan Manuel Seisdedos y a mí para que nos marcháramos. Juan Manuel acabó en Bélgica y después en Barcelona, donde se hizo un nombre grande en el panorama pictórico español, y yo me fui a Alemania, pero no por mucho tiempo. Apenas tuve una exposición importante en la Sala París de Munich. Regreso y hago un par de exposiciones, una muy importante para mí, pues fue la primera que se hizo en la Caja de Ahorros, una sala que mientras estuvo abierta era el lugar donde todos los pintores noveles, y también algunos consagrados, podíamos exponer. Otra exposición que pude realizar y mostrar todo lo que había aprendido, nuevos conceptos y maneras de entender la pintura, lo pude hacer en el Hotel Tartesos, de la mano de otro activista y animador cultural muy importante en la Huelva de los setenta, y por supuesto después, José Luís Ruiz. Ya en esa década se empezaba a mover el mercado del arte en Huelva, lo que me permite salir de nuevo y realizar exposiciones en Alemania o en Ibiza. Ya fue todo un no parar. Hasta la fecha.

-Has expuesto hace poco en la John Holland Gallery.

-Soy amiga de Enrique Romero Santana y ahora de John Holland también. Son una gente formidable y lo bien que se portaron conmigo. Fue la primera individual de la galería, y creo que sigo siendo la única artista que ha expuesto de forma individual en la prestigiosa galería lepera. Todo un honor.

-¿Qué proyectos tienes ahora en mente?

-Los mismo de siempre, y sobre todo pasarlo bien. La vida es corta y a veces no muy agradable de transitar, aunque mayormente divertida, así que se hace lo que se puede, ¿y tú?, ¿qué tienes que hacer esta noche?

-Yo nada, Pilar. Igual que tú. Pasarlo bien, no nos queda otra.

-Pues te invito a cenar, que han puesto por aquí un sitio de esos modernos que a los jóvenes tanto les gusta, con comidas picantes.

Y hacemos lo que podemos. La llevo al restaurante de marras, repleto de jóvenes que entre gritos y risotadas se beben la vida a generosos sorbos. Pilar los mira y sonríe. Sus cuadros, recordad esto cuándo estéis delante de alguno de ellos, rebosan jovialidad y alegría. Los conceptos del color y de las formas, con raíces impresionistas que conoció primero en el taller de Pedro Gómez y luego en sus escapadas parisinas, o su teoría de la composición expresando las mismas emociones, las impresiones, son las que han conducido su carrera, pero también su vida. Ahí está, siempre joven a pesar de sus tantitantos años una mujer que caballete en mano se largó de Huelva en los años sesenta para aprender y sentir las bellas artes, y que sigue siendo el enlace entre generaciones de artistas de la primera mitad del siglo XX y los que ahora, en esta primera mitad del siglo XXI, la siguen queriendo y admirando a partes iguales. Una cosa grande esta Pilar Barroso, una pintora genial y libérrima. Todo un ejemplo.

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