MARTES SANTO > LA LANZADA
Huelva consuela a su Cristo lanceado
De pétalos. Esa es la única lluvia que ha acompañado esta vez a la Hermandad de la Lanzada en su discurrir desde el barrio de las Colonias. Jesucristo volvía a ser lanceado ante los ojos de sus vecinos, que desde el cabezo han llevado en volandas a sus titulares hasta el corazón de la ciudad.

Atrás quedaba la impotencia por las últimas salidasfrustradas. Longinos volvía a empuñar lalanza bajo el sol de Las Colonias, donde la multitud se agolpaba paraarropar nuevamente a sus titulares. El aperitivo del Viernes de Dolores nohabía hecho si no acrecentar las ganas, avivar las ansias por vivir una tarde de Martes Santo plena.

“Al cielo con Él y defrente poco a poco”, ordenaba Francisco Javier Michinina a sus hombres enel interior de la casa hermandad, mientras la Cruz de Guía ya caminaba Don Bosco abajo. Comenzaba el movimientobajo las trabajaderas, tras una primeralevantá dedicada a los más pequeños, a esos llamados a conformar la ‘cantera’de una cofradía que, más que ninguna, vive de sus vecinos, de una feligresíaque la mantiene viva y la hace grande. La Hermandad de la Lanzada vive de subarrio, de Las Colonias, como ha vuelto a quedar patente este martes, con unascalles y avenidas en las que no cabía un alfiler, ventanas y balcones desde lasque los vítores no dejaban de llegar.

Los más pequeños juegan un papel destacado en la cofradía, ypor eso a ellos se le ha querido dedicar la salida, esa que la cuadrilla ha completado de forma magistral pese a lasestrecheces de la casa hermandad, desde donde han salido los dos pasos.
Los candelabros dorados y el nuevo penacho de Longinos –estreno en rojo sangre, como la que hacederramar a Cristo en la cruz- aparecían ante todos, imponiendo su presencia yemocionando tanto a los que se encontraban a sus pies como a quienes loadmiraban desde lejos. Volvía a ser lanceado Jesús ante sus vecinos, que lehacían llegar sus plegarias en forma de aplausos.
Claveles rojosadornaban el gran paso de misterio que se volvió hacia la avenida CristóbalColón y, con el cabezo de fondo, emprendióla marcha de costero a costero, al ritmo que imponía la Banda de Cornetas yTambores Virgen de la Salud, cuyos penachos blancos recordaban el que hastahace poco portaba el soldado romano del misterio.
Quería acompañar las Colonias a su Señor, pero no podíahacerlo hasta ver a la otra gran protagonista de la tarde en Don Bosco: Nuestra Señora de los Dolores, que trassu lucimiento el pasado viernes, estaba otra vez deseosa de salir a la calle adarse un nuevo baño de masas.
Llegó de azul, como siempre, como cada vez que la lluvia leha permitido brillar desde su barrio. Lo hizo conducida por Amador Morales yAndrés Toscano que, desde bien cerquita, daban las instrucciones necesariaspara que el palio atravesase la puerta de la casa hermandad. “Despacito,despacito”, le insistían a sus hombres, que ya movían a su Madre rumbo a lacalle, después de la levantá que, estavez sí, pudo ordenar el hermano mayor de la Lanzada, Juan Francisco Calero queel año pasado, durante su primero de mandato, no pudo sacar a la hermandad a la calle por culpa de la lluvia.

Sueño cumplido, el de ver a Dolores de nuevo en su barrio unMartes Santo. Engalanado con flores blancas, el palio comenzó a moversegracioso por Don Bosco al filo de las seis de la tarde, y no había respiradoaún las primeras bocanadas de aire en el exterior cuando le caía la primeralluvia de pétalos.
Esa lluvia que es la única que acompaña a la hermandad porsus calles en esta jornada, y que se ha repetido en numerosos momentos delrecorrido, especialmente por las calles y avenidas de su barrio, en su caminohacia el centro de la ciudad.
Fotos: Javier Navarro