Cerca de 2.000 personas solicitaron asilo en Huelva el año pasado: «Amo mi país, pero el miedo fue más fuerte»
Miles de personas buscan protección en Andalucía, una tierra que sigue siendo, en 2024, uno de los principales destinos para quienes necesitan protección internacional
Una vez llegan, el procedimiento puede alargarse años, tal y como relata a Huelva24 una mujer colombiana a la espera de resolución
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Las cifras, tan frías como contundentes, dicen que Andalucía ha sido en 2024 la segunda comunidad con más solicitudes de protección internacional en España, solo superada por Madrid. Lo afirma la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) en su informe anual, donde detalla que, en los doce meses del pasado año, 25.538 personas pidieron refugio en esta comunidad. Apenas cuatrocientas menos que en 2023. De todas ellas, 1.936 lo hicieron en la provincia de Huelva.
1.936 solicitudes, 1.936 historias, 1.936 personas que tienen por delante toda una odisea hasta conocer la respuesta a esa solicitud, que no suele llegar, ni mucho menos, de manera inmediata. Más de tres años lleva esperando una de las personas que ponen nombre, rostro, a una de estas peticiones. Se trata de Ingrid Dufay Castiblanco Mora, de 36 años. «Yo amo mi país. No quería salir. Pero el miedo fue más fuerte», explica a Huelva24 esta colombiana - que junto a Venezuela y Mali son las tres nacionalidades solicitantes más habituales-.
Ingrid llegó a Huelva en diciembre de 2021 tras vivir en carne propia el coste del compromiso social. En su país participaba activamente en los llamados grupos de Primera Línea, colectivos ciudadanos que, en medio del estallido social de 2021, defendían las protestas contra el gobierno de Iván Duque y
"Motos y carros se quedaban parados frente a mi casa durante horas, lo que motivó que empezase a sufrir una ansiedad constante"
llevaban pedagogía a los barrios populares de Bogotá.«Hacíamos clases, ollas comunitarias, llevábamos cultura y conciencia. Pero empezó la persecución. Motos y carros se quedaban frente a mi casa durante horas, lo que motivó que empezase a tener ansiedad constante. Y en octubre empezaron a capturar a mis compañeros y llegó el miedo. No quería pero sabía que tenía que irme».
Con el pasaporte listo y algunos ahorros, Ingrid tomó la decisión de marcharse de su país, «también por mi familia, para que no les pasase nada por mí. Salimos mi pareja y yo. Su madre vivía en Huelva. Llegamos sin dinero, con lo puesto». Y comenzó aquí otro tipo de incertidumbre.

La espera interminable
Cuando una persona solicita asilo en España, el proceso puede alargarse durante años. En ese tiempo, tal y como relata esta colombiana de Bogotá, la vida queda suspendida entre trámites, citas aplazadas, documentos temporales y una incertidumbre que todo lo impregna.
«Hice la solicitud en diciembre de 2021. En enero de 2022 me tomaron los datos. Luego, hasta noviembre, nada. Estuve en un limbo durante meses. No podía trabajar, no podía hacer nada. Solo esperar», cuenta Ingrid. Tras la entrevista de asilo en noviembre de 2022, no obtuvo su primer permiso de trabajo hasta mediados de 2023, cuando después de seis meses le activaron la conocida como 'tarjeta roja'. Esa tarjeta, que no es más que un permiso temporal de residencia y trabajo, debe renovarse cada año mientras se espera una resolución, y puede ser retirada en cualquier momento si la respuesta es negativa.
«Ahora trabajo, tengo un contrato, pero no sé qué pasará en septiembre, cuando se me vence la tarjeta. Es vivir con ansiedad constante. No tener nada asegurado. Y lo peor es que, si la resolución es negativa, todo este tiempo no cuenta para regularizarme por arraigo. Es muy injusto», considera Ingrid, que tras unos inicios que no fueron fáciles ha logrado adaptarse a Huelva, encontrar unos anclajes.
Formación y trabajo
Uno de ellos ha sido la Escuela de Arte León Ortega de Huelva, donde pudo inscribirse con su pasaporte y finalizó el año pasado el Grado Superior de Fotografía Artística. «Eso fue lo más maravilloso del mundo. Me permitió
"Ahora trabajo, tengo un contrato, pero no sé qué pasará en septiembre, cuando se me vence la tarjeta, si aún no tengo la resolución"
expresarme y conocer gente, porque al principio fue muy duro. Yo amo mi país, no quería salir, y es verdad que por suerte hablamos el mismo idioma, pero es difícil adaptarse cuando llegas a un sitio nuevo: cambian los dichos, las formas de ser, las costumbres. Estuve un tiempo en negación, no quería enfrentarme a esta nueva situación pero la Escuela de Arte me ayudó mucho». De ahí, hacer su trabajo final sobre migración y chabolismo, comenzó a trabajar en Asnuci, una asociación dedicada, precisamente, al acompañamiento de personas migrantes.

Allí ha conocido muchas historias como la suya. Algunas terminan bien, otras no tanto. «Mucha gente piensa que por venir de ciertos países te conceden el asilo fácilmente. Pero en Extranjería son muy estrictos. Hay compañeras a las que se lo han denegado, aun teniendo razones. Otras tienen suerte. Pero siempre hay miedo, mucha zozobra».
Zozobra. Esa compañera que no la ha abandonado en ningún momento desde que salió de Bogotá. Aunque la vida en Huelva le ha dado cierta paz –«mi nivel de ansiedad se ha bajado demasiado porque vengo de una ciudad caótica, donde no te puedes descuidar, y aquí se vive muy tranquila»–, la inquietud por el futuro sigue latiendo. «Vivo mirando el BOE, pendiente de cualquier resolución en la que pueda aparecer mi número de identificación».
Porque detrás de cada cifra que esta semana señalaba el informe de CEAR hay un duelo, una historia interrumpida y, con suerte, una nueva vida en construcción que confía en que el trámite se materialice en un verdadero refugio. «Yo solo espero que la resolución sea favorable. Que este esfuerzo haya valido la pena y seguir aportando aquí», concluye Ingrid.