hay 190 menores necesitados en huelva
El valor de dar un hogar a un menor: «Es lo más bonito que hemos hecho en nuestra vida»
campaña 'acoger, adoptar, colaborar da mucho'
Cada vez más familias onubenses están dispuestas a ser semillas de felicidad siendo casa de acogida de menores necesitados, con infancias muy duras
En la actual campaña, gestionada por la Asociación Alcores, seis familias se interesaron por ser acogedoras y otras tres por la adopción
190 menores «con muchas carencias» que «simplemente quieren ser niños» esperan una oportunidad para dar y recibir mucho cariño
Alcores organiza un café coloquio sobre el acogimiento familiar de menores
La Asociación Alcores busca familias de acogida para 21 menores

¿Qué sería de un árbol sin raíces? No es difícil de comprender cómo el origen determina en gran parte cómo será una persona o una planta. El entorno en el que se nace, se crece y se desarrolla es clave en la confirmación de la identidad y adquisición de todos los elementos necesarios para conducirse por el mundo. En ese proceso tener una familia lo es todo, pues los niños y niñas que viven en ella reciben el amor, el respaldo, la confianza, la protección y estabilidad necesarias para convertirse en personas lo más completas posibles, con sus necesidades básicas y afectivas cubiertas.
Lamentablemente no pocos menores -190 en la provincia de Huelva- ven imposible gozar de esta situación y les urge la imprescindible colaboración de quienes son capaces de dar el paso de compartir su hogar con quien no tiene una familia. Este acto tiene un gran valor, es valiente y valioso. Cada vez más familias de Huelva están abiertas a ser parte decisiva al desarrollo de un menor proporcionando un entorno idóneo para su bienestar emocional y, sin imaginar toda la dimensión de lo que viene, a recibir una indescriptible gratitud, de las que marcan para toda la vida.
Desde la Consejería de Inclusión Social, Juventud, Familias e Igualdad está en marcha en 2023 la campaña 'Acoger, adoptar, colaborar da mucho'. La desarrolla en Huelva la Asociación Alcores, que presta el servicio de apoyo al acogimiento familiar. Un total de seis familias onubenses han dado el paso de interesarse en acoger a un menor tutelado y otras tres han mostrado su predisposición por adoptar, datos valorados como relevantes por quienes luchan por la normalización de estos procesos, semillas de felicidad.
Tras un primer contacto telefónico, las familias interesadas participan en sesiones informativas presenciales, en las que se les aporta toda la información necesaria acerca del camino por recorrer. Ahí ya se va trazando el perfil de su idoneidad y se determina el modo en el que pueden comprometerse a colaborar. Puede ser un acogimiento de urgencia, temporal o permanente, o incluso desembocar en una adopción.
La Asociación Alcores, fundada en el año 2000, es una entidad sin ánimo de lucro centrada en la protección de niños, niñas y adolescentes de la provincia. Gestiona el programa de acogimiento residencial y familiar de menores y su búsqueda constante es la de «hogares con corazón», los ideales para las necesidades especiales de menores cuyos primeros años de vida están repletos de carencias.
Rocío Toribio Rodríguez es la presidenta de la Asociación de Familias Acogedoras de Huelva 'Acompáñame' y lleva siendo familia de acogimiento desde 2014. Un total del 18 menores han pasado desde entonces por su casa, desde recién nacidos hasta los 7 años, parejas de hermanos, con necesidades especiales, entre otras situaciones, por lo que conoce en primera persona todo tipo de historias. «Tengo un montón de anécdotas, más buenas que malas, pero de las malas también se aprende para seguir ayudando», declara a Huelva24.com.
«Hay niños pequeños que han sido víctimas de abusos sexuales, maltratados, con padres adictos al alcohol y las drogas»
Rocío Toribio
Presidenta de 'Acompáñame'
En el inicio de su camino de ayuda le motivó «el hecho de que hay muchos niños que pueden llegar a ser vecinos nuestros y que lo están pasando muy mal y ya no sólo de hambre, sino que también hay niños pequeños que han sido víctimas de abusos sexuales, maltratados, con padres adictos al alcohol y las drogas y a los que nadie ve hasta que llegan al sistema de protección y entonces se conoce el infierno por el que han pasado. Hay cosas que no hemos visto ni en las películas, un horror».
Rocío destaca que los menores desarrollan «una impresionante capacidad de resiliencia, de adaptarse a todo, y cuando se relajan nos enseñan mucha generosidad y humildad, cosas que el ser humano parece olvidar pronto. No tienen la maldad de los adultos y demuestran lo felices que pueden llegar a ser con muy poco». Afirma que «no necesitan nada del otro mundo ni comprarles muchas cosas ni llevarles a muchos sitios, sólo seguridad y cariño» y sentencia que «simplemente quieren ser niños. Están carentes de muchas cosas porque les han robado su infancia».
Infancias robadas
Recuerda el caso de dos hermanas que estuvieron en su casa cuando tenían 4 y 5 años. Habían estado asumiendo una responsabilidad no acorde con su edad, cuidando de su madre drogadicta y tras quedarse esta embarazada también del bebé, que con un año le fue retirado.
Es por ello que Toribio ve claro el papel a desempeñar en la vida de estos menores. «Somos familias puentes. Pasan por nuestras casas, por el taller de chapa y pintura, como yo digo, y los recomponemos emocional y físicamente de todo y se quedan listos para salir en adopción o volver con algún familiar. Yo el 90% de los que he tenido han ido a adopción». considera. Tiene contacto con todos porque «no me quieren perder de vista», asegura. Están fuera de Huelva, lo más cerca en Punta Umbría, pero también repartidos por Granada, Málaga, Jaén y Almería.
Pero Rocío no inició el acogimiento sola, sino que lo hizo de la mano de su marido y sus hijos, que ya tienen 32 y 28 años. «Esto es un equipo y si no va todo para adelante tienes que replantearte seguir. La familia biológica es lo primero, porque si se está deshaciendo no puedes ayudar», resalta y señala que sus hijos siempre «lo han llevado bien y se adaptaron perfectamente».
Indica que a los padres interesados se les hace un estudio y que lo más importante no es lo económico. «No conozco ninguna familia adinerada que haya dado el paso del acogimiento. Hay que tener estabilidad económica, pero no hace falta ser millonario. Hay que tener espacio en casa para darle mucho cariño, amor y paciencia y ser consciente de la responsabilidad», la misma que con los hijos o incluso más.
«Son personas egoístas las que no dan el paso de acoger para no sufrir al despedirse, cuando no se piensa en lo que sufren ellos»
Rocío Toribio
En cuanto a la gran pregunta de qué pasa cuando los niños se van, la razón por la que no pocas familias prefieren no dar el paso de ser de acogida, Toribio tiene claro que son «personas egoístas que no dan el paso de acoger para no sufrir al despedirse, cuando no se piensa en lo que han sufrido y sufren ellos. Mucho más». «Tenemos la obligación de ayudar a los menores y no hace falta irse lejos porque son nuestros propios vecinos», apunta.
Es humano cogerles cariño, pero hay que tener claro que «ese niño o niña no es tuyo», por mucho que se integren bien en la familia y se forme un cordón umbilical difícil de cortar. «Hay que tener siempre presente que te vas a despedir del niño desde el primer día que entran en tu casa», insiste Toribio, que recalca que hay que saber aprender a desligarse de los menores acogidos.
«La primera vez que te pasa es una puñalada en el corazón, pero hay que saber sacudírselo y tener perspectiva, porque venimos a ayudar y es una pena que por ese sentimiento se deje de ayudar a quien lo necesita». Puntualiza que en muchos casos se puede tener contacto con el menor en el futuro y por eso piden a las familias predispuestas que intenten ser casa de acogida y ayudar. «No se está preparado para esa partida, pero luego se aprende», dice con la voz de la experiencia. Recuerda que su marido sólo lo vio llorar cuando murió su padre y cuando se fue la primera niña que acogieron, de cinco meses. «Fue una 'guantá' de realidad cuando nos dijeron que se la llevaban, que ya había una familia para ella», rememora.

Toribio alerta de que es «una barbaridad» el gran número de menores, 190, que esperan en Huelva un hogar, que considera el espacio ideal para su desarrollo y no un centro de menores. En uno de ellos se quedó pasmada cómo al impartir un taller de cocina en un centro de menores una niña de 5 años se agarró a su pierna mientras le decía «Rocío, llévame contigo, no me quiero quedar aquí».
Hoy por hoy comenta esperanzada que «ya todo el mundo sabe lo que es una familia de acogida», percibe que crece el interés por colaborar y valora que a nivel institucional se ha logrado que «los niños de acogida tengan unos derechos que antes no tenían». Es por eso que espera una «competición sana» para acoger a los niños que esperan una oportunidad.
Una adopción con mucho corazón
María Mercedes Gómez y Pedro Juan Casado son los padres adoptivos de María, una risueña niña de 6 años con la que han completado una familia en Punta Umbría. La pequeña tiene problemas de corazón, pero eso no le ha impedido sentirse una niña normal y dar y recibir todo el amor del mundo.
Padece la anomalía de Ebstein, por la cual presenta un defecto la válvula tricúspide. Esta separa la aurícula derecha (la cavidad que recibe la sangre del cuerpo) del ventrículo derecho (la cavidad que bombea la sangre hacia los pulmones). En el caso de María es «severo». Nació sin esta válvula y en octubre se cumplirán dos años de una operación en la que le sellaron el ventrículo y le unieron la cava con la arteria pulmonar. Está pendiente de otra intervención.
El pasado 27 de mayo María cumplió 6 años. Tenía 11 meses cuando entró en las vidas de sus padres adoptivos, que supieron de ella desde que tenía ocho meses. Previamente llevaban cuatro años esperando esa llamada. «Toda la vida he querido ser mamá adoptiva. Intentamos que me quedara embarazada y no pudo ser y fuimos a informarnos sobre la adopción e iniciamos el proceso a través de asuntos sociales», comienza recordando a Huelva24.com Mercedes. «Nos hablaron de un bebé con un 'problemazo' de corazón, que no se sabía si iba a seguir adelante o no y decidimos que sí. No nos lo pensamos nada», expone.
Este matrimonio puntaumbrieño no tenía en el perfil trazado de búsqueda a una menor de las características de María, pero ella se cruzó en su destino. «Salimos de una reunión con la trabajadora social y la psicóloga y le pregunte a mi marido qué pensaba. Los dos lo teníamos clarísimo», dice su madre.

María no puede hacer deporte y a veces «se cansa», pero hace vida normal. «Corre, salta, brinca y juega», subraya Mercedes, que apostó por no tener a su hija entre algodones. «Es una guerrera desde que nació y le hemos dado libertad para que sea independiente y haga todo lo que hacen el resto de niños. Me he empeñado en que sea una niña normal y lo es en su cole, con sus maestros, amigos y la familia». Consideran que la sobreprotección es contraproducente y resalta que «los médicos nos dijeron que gracias a que la tratamos así tiene esa calidad de vida».
«Los médicos nos dijeron que gracias a que la tratamos así tiene esa calidad de vida»
María Mercedes Gómez
Madre de María
La pequeña María fue entregada en el hospital por sus padres biológicos, «de fuera y con una vida complicada». Primero estuvo en una casa de acogida, la de la persona que hoy es su «tita favorita», y luego recaló en su hogar definitivo. Desde entonces nada ha podido ir mejor. «Estamos contentísimos. Lo volvería a hacer una y mil veces», subraya Mercedes, cuyo ejemplo ha servido de espejo a otras parejas conocidas para se interesen en dar un hogar a un menor necesitado, a las que han transmitido su experiencia.
Para ella la clave para dar este paso y tomar esta «opción preciosa y muy bonita» es tener «muchas ganas de ser madre y padre», porque eso hace que «dé igual lo que venga». En su caso, al tener su hija «con un problema tan gordo, hacen que te pongas en lo peor y que seas consciente de todo y no des el paso por la necesidad».
«Yo creo que si hubiese parido a María la querría igual que ahora. Con ella yo tenía la ilusión desde el minuto cero, en el que me nacía el sentimiento», asegura, convencida de que «es lo más bonito que hemos hecho en nuestra vida». Es consciente de que «hay problemas pero lo compensa todo con creces», dice reafirmada. Su amor lo ha plasmado también en un cuento que narra la historia de su pequeña, a la que también han dedicado junto a su marido, ambos carnavaleros, un pasodoble de carnaval de una chirigota al que le han cambiado la letra.

«Hay que hablar de la adopción como algo normal y ella lo sabe todo y es súper feliz, que es mi cometido. Lo llevamos todo con naturalidad y transparencia y creo que es la forma de que no sufran en un futuro. Es lo que recomiendo a todo el mundo», recalca.
Una niña acogida que ahora ayuda
María Albert, 28 años, es el ejemplo de una persona que ha salido adelante gracias a encontrar un hogar en un momento clave de su vida. Su caso es el de un acogimiento permanente. Hoy en día trabaja a tiempo parcial en la Asociación Alcores, aunque es opositora y se centra en estudiar. Ya finalizó sus estudios de Integración Social y Educación Social y comparte sin ambages su historia.
Entró con 9 años en un centro de menores, que para ella fue «como un internado» al compartir todo con muchos niños. Esto contrasta con estar con una familia, para ella sinónimo de «hogar». No obstante, cuando en ese momento se le ofrece ir a vivir con su familia actual no fue capaz de llevar bien la situación.

«Me pude ir con una familia de Málaga, donde está mi hermana, pero elegí una de Huelva para estar cerca de mi madre biológica. No me integré fácil porque tenía mucho sentimiento por ella y me chocó tener a otra madre, que entendía entonces que la sustituía y fue duro», relata Albert, que reconoce que entones su comportamiento fue bueno con una figura paterna que nunca había tenido y sus nuevos hermanos, pero que «no fue adecuado» con su madre acogedora, que acabó por enviarla de vuelta al centro de menores.
En ese momento reaccionó, reflexionó y lo vio «claro». «O estás aquí hasta los 18 o te adaptas, tú decides María», se dijo, y tuvo una nueva oportunidad. A esto se sumó que su madre biológica, con la que hablaba una vez en semana, le transmitió a través de su pareja que no tenía nada que ver con ellos, que no era parte de su familia, una dolorosa sentencia para una niña de 10 años que ya llevaba mucho soportado.
Ahora es plenamente consciente de que «gracias a mis padres de acogida he ido creciendo, me han dado un hogar y soy quien soy a día de hoy gracias a ellos», pues "si hubiera seguido en el centro de menores mi vida no tendría nada que ver y no tendría la luz que tengo ahora», afirma tras años en los que además ha convivido con un hermano y una hermana.
«Si hubiera seguido en el centro de menores mi vida no tendría nada que ver y no tendría la luz que tengo ahora»
María Albert
Niña acogida y ahora educadora social
«Mi infancia no fue para nada feliz, sí lo fue mi adolescencia, aunque eso no compensó lo anterior y con el tiempo he visto que tengo carencias», expone María, que en lo personal y profesional saber que «los primeros años de vida son muy importantes y si no te desarrollas el día de mañana todo eso te repercute». Ahora mismo puede decir que es «súper independiente», aunque «también tengo mis bajones», algo que habla especialmente con su hermana biológica.
A pesar de todo María siempre ha sido una joven muy estudiosa, más que sus hermanos adoptivos, y lo vivido le ha marcado tanto que se decantó por ser educadora social e integradora, facetas que materializa en Alcores. «Siempre he tenido un vinculo especial con esta asociación y decidí ayudar», indica.
Actualmente se ve reflejada en los niños que conoce en la asociación. «Me pongo en su lugar y empatizo por toda las partes, con los trabajadores, la familia y menor», admite. También ha tenido la opción de trabajar en un centro de menores, pero su prioridad son sus oposiciones de administración.
Tiene muy claro el mensaje a lanzar para concienciar. «Un hogar lo necesitar todo el mundo y crecer es parte de todo. No conozco a nadie que se arrepienta nadie de haberse echado adelante. Es una experiencia muy emotiva», asegura e insiste en que «al niño le hace falta, aprende mucho de los padres pero sobre todo los padres aprenden del menor. Mi madre lo dice, que aprendió más de mí de lo mucho que me ha enseñado», dice sobre Manoli, que inició el acogimiento con Juan, y se quedó sola al frente.
«Sé mejor que nadie lo que se puede enriquecer la vida de un niño con este paso»
María Albert
«Cada paso es un aprendizaje y sé lo que tengo que hacer el día de mañana», comenta como habiendo tomado nota de tantas cosas María Albert, que considera que «no todos estamos capacitados para acoger a un niño, pero la mayoría sí. Lo fundamental para dar este paso es tener muchas ganas e ilusión. Eso cuenta para esto y para cualquier cosa».
En un futuro que aún ve «lejano», siente que acogerá a algún niño porque «siempre me ha gustado la idea y lo tengo en mente», pues «sé mejor que nadie lo que se puede enriquecer la vida de un niño con este paso».