Ara Malikian reaviva su virtuosismo emocional en Huelva
El artista de origen libanés desplegó como un torbellino la épica de su violín después de un tiempo con problemas de salud
Conquistó al público con su energía, transmitiendo toda la pasión y el disfrute que siente al tocar y su gran sentido del humor
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Ara Malikian también actuará en marzo en Huelva

Parte de la felicidad de los artistas reside en la conexión con su público. Es como un alimento vital para el alma de los que crean queriendo hacer compartido el don de la genialidad. El violinista Ara Malikian seguramente sintió saciada su hambre de propagar en el aire su música pleno de energía después de una mala racha de salud que lo ha tenido alejado de los escenarios. Tras una gripe en diciembre empezó a tener síntomas raros que le afectaron a la movilidad de las extremidades. Estuvo dos semanas ingresado y después se centró en volver a estar listo para recobrar su capacidad de deslumbrar a la gente. En Huelva reavivó su virtuosismo emocional, ese con el que despliega un aluvión de notas disparadas al aire para sembrar buenas sensaciones en los escuchantes.
El artista volvió como si nueva se hubiera ido. Transmitió al tocar toda la pasión que siente cuando el violín y él son un mismo ser para transformar la energía del Palacio Carolina Marín. Lo hizo magníficamente acompañado por excepcionales músicos como Iván 'Melón' Lewis (piano), Iván Ruiz Machado (bajo), Dayan Abad (guitarra) y Georvis Pico Milán (batería).

Malikian maravilló también con su encanto personal, una simpatía natural y gran sentido del humor para hacer hilarante hasta la situación más embarazosa y tejer sinfonías con las risas de su público. Hace cómicas sus duras vivencias de emigrante constante. Es un showman, un monologuista, pero sobre todo alguien con una vida merecedora de seguir siendo contada. Su sonrisa también es un instrumento bien afinado.
«27 horas y 33 minutos» de concierto
Las «27 horas y 33 minutos» anunciadas de concierto -con ironía- por las ganas acumuladas de tocar se pasaron volando, condensadas en poco más de hora y media. Fue como un viaje astral por diferentes lugares del mundo. Bien es sabido que el talentoso violinista es hijo de muchos lugares. De padres armenios, nació en Beirut (El Líbano), vivió en Alemania, también estudio en Londres y tiene nacionalidad española tras 20 años viviendo en Madrid. Como intérprete ha compartido su talento en los escenarios más importantes del mundo, recorriendo más de 45 países.
Quizás por eso ha sabido anidar en cada lugar, sentirse cómodo y hacer extensible ese bienestar con quien comparte espacio, como hizo en Huelva ante un público de todas las edades entregado a su música y su personalidad. Ese viaje constante está en sus obras, siempre evolutivas, compartimentadas, con amagos de finales que son sólo la continuidad a otra parte que desencadena otra melodía vestida con otros ritmos. Tanto sentado como de pie, Mlikian es una bestia de la interpretación, inquieto, enérgico, bailón, expresivo. Como espasmos sus piernas saltan por los aires desde su culo de mal asiento. Sus rizos son rayos proyectados en todas las direcciones y sus brazos, son motores a reacción que despegan y hacen laberínticas piruetas entre el arco y las cuerdas de su inseparable violín con una retorcida velocidad de vértigo. Todos vamos en su avión, dibujando estelas en el cielo.
Un variado repertorio
En su repertorio cabe lo mismo lo clásico que lo moderno, lo latino, el rock… corrientes que naturaliza bajo su prisma. Cada pieza es una aventura repleta de emociones, con subidas y bajadas, segundos tranquilos y vivaces instantes que se alargan en escalas ascendentes y descendentes.
Desplegó lo que bautizó en ese momento como 'La rapsodia de Huelva' y lo mismo moldeó 'Canción que cantaba mi madre' (Antonín Dvorak) que interpretó con sus compañeros el final de una historia contada en 'El concierto de los cerdos impostores'.
Se melenó con 'Misirlou', el tema principal de la banda sonora de la célebre película 'Pulp Fiction'
Pasó también por sus manos el 'Preludio número 4' de Chopin, así como una canción escrita para sus dos hermanas y otra pieza llamada 'Ay Tikar Tikar', las primeras palabras -sin significado en ningún idioma- de su hijo Kairo. Para él también compuso 'Calamar robótico', un encargo que al parecer no convenció del todo a su inspirador. Luego se melenó con 'Misirlou', el tema principal de la banda sonora de la célebre película 'Pulp Fiction'.
En la recta final insistió en el reconocimiento de sentirse «muy emocionado porque hace dos meses no imaginaba volver a dar un concierto».
Cerró con el deseo de salud para todos y los ecos de su 'Nana arrugada', un tema dedicado a los ancianos que murieron solos en pandemia. Bajó a la pista principal a tocar entre el público una bella melodía que crecía y luego pendía de un hilo y resurgía. Así se cuenta la historia de sus últimos meses, pero está vivito y coleando, bien acompañado y dispuesto a seguir compartiendo el espíritu que la vida ha forjado en él.