Un gran Pepe Viyuela en Niebla

La dirección imprime a la obra el ritmo adecuado para que el actor, inconmensurable, despliegue todo su talento, respetando las características más sobresalientes de una compañía ambulante del Siglo de Oro

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El actor, anoche en el Castillo de los Guzmanes diputación

CÉSAR CORPA

CRÍTICA DE TEATRO

'Guitón Onofre (el pícaro perdido)'

Imagen - 'Guitón Onofre (el pícaro perdido)'
  • Versión Bernardo Sánchez y Pepe Viyuela
  • Dirección Luis d´Ors para la Compañía 'El Vodevil'
  • Escenografía Tomás Muñoz
  • Vestuario Silvia Casaus
  • Iluminación Jose Miguel Hueso
  • Apoyo musical y complicidad Sara Águeda
  • Actor Pepe Viyuela
  • Lugar Patio del Castillo de los Guzmanes de Niebla, 2 de agosto. Lleno

Quizá fuera conveniente, aunque sólo sea por situar la obra en su contexto, indicar que estamos ante una novela que ha permanecido en el más absoluto de los olvidos durante demasiado tiempo, nada menos que cuatro siglos. Su autor es el riojano Gregorio González y el testimonio más antiguo que se conserva de la misma es un manuscrito fechado en 1604. Según los estudiosos parece que este manuscrito sufrió todo tipo de azarosas vicisitudes, llegando incluso a cruzar el océano pues está documentado su paso por el continente americano. Ahí se le pierde la pista hasta que en el primer tercio del siglo XX, concretamente en 1927, reaparece en París y es entonces cuando lo compra el Smith College de Massachussetts, que es donde actualmente se conserva. En 1973 se imprimió por primera vez, casi cuatro siglos después de haberse escrito, con lo que ya comenzó a salir de ese olvido en el que se mantuvo desde que saliera de la pluma de su autor. Todos estos datos sobre el origen e incidencias que han rodeado el devenir de esta obra nos vienen a aportar una cierta explicación del por qué sea tan desconocida. Por suerte, ha sido felizmente recuperada por la compañía El Vodevil, se presentó en la pasada edición del Festival de Teatro Clásico de Almagro y el sábado tuvimos ocasión de disfrutarla en Niebla. También de comprarla, pues la compañía instaló un oportuno tenderete donde se podía adquirir.

Teatro, humor y un Pepe Viyuela genial

'Guitón Onofre, el pícaro perdido', es en su origen una novela picaresca, trasplantada ahora al teatro por Bernardo Sánchez y Pepe Viyuela en un proceso similar al que se ha realizado con otras obras sobresalientes de nuestra literatura de los siglos XVI y XVII como El Lazarillo, El Buscón de Quevedo o el Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán, otras tres novelas de las que este guitón es primo hermano. Un Onofre que prácticamente acaba de subir a las tablas y que ya forma parte, y por derecho propio, de ese género de tanta tradición en nuestra literatura como es la picaresca. Sólo cabe felicitar a los que lo han redescubierto y a los que lo han adaptado para el teatro por tan oportuna y gloriosa recuperación.

Viyuela, en otro momento de la obra DIPUTACIÓN

En el diccionario de María Moliner, al que he acudido, se define al guitón como pícaro, holgazán y vagabundo que va de pueblo en pueblo mendigando. Y el asunto de la novela y de la versión para el teatro que hemos visto en Niebla viene a repetir con ligeras variantes el que ha venido siendo de forma habitual el argumento de la picaresca: nos presenta a Onofre, un joven que, al morir sus padres, comienza a servir a su tutor y a vivir una vida llena de dificultades y enredos que va superando a base de golpes, hambre y veteranía, que tan malos recuerdos y deseos de venganza acaban creando en el pícaro. Onofre es un antihéroe al estilo de Lázaro, Guzmán, o Don Pablos, «ejemplo de vagamundos y espejo de tacaños», que convive con un sacristán, acompaña a estudiantes, pasa por Sigüenza, Alcalá, Valladolid o Salamanca, hasta que decide no servir más y se busca la vida por su propia cuenta. Se establece por libre, un emprendedor que diríamos ahora. Llega incluso a entrar en

Las vicisitudes de todo tipo que le toca sufrir al protagonista en su azarosa vida son un material dramático de primer orden para un actor como Pepe Viyuela

prisión, hasta acabar en Zaragoza tomando los hábitos, lo que le permite zaherir los vicios de una institución religiosa que no destaca por sus virtudes.

Su autor promete una continuación de la que no se conserva ninguna otra noticia. O no se llegó a escribir o permanece por ahí oculta y olvidada como tantos años lo ha estado el Onofre. Las vicisitudes de todo tipo que le toca sufrir al protagonista en su azarosa vida son un material dramático de primer orden para un actor como Pepe Viyuela, al que poner en pie y contarnos en escena las desventuras del guitón Onofre le va como anillo al dedo.

Un pícaro deslenguado, el rosario al cuello y el diablo en el cuerpo

En una reciente entrevista Pepe Viyuela definía a su personaje como «un hombre marcado por la miseria, por la ausencia de escrúpulos y el engaño. Un buscavidas. Un pícaro deslenguado y refranero plenamente actual, aunque hayan pasado más de tres siglos desde que Gregorio González lo escribió. Su diferencia con el Lazarillo, el Guzmán, o el Buscón es la venganza. Onofre no perdona. Quien se la hace, la paga, y muy caro. Es un hijo de puta al que le gusta ser hijo de puta. Es una figura controvertida porque cae mal. Se pasa permanentemente de frenada. A los perdedores se les perdona si se toman la revancha contra alguien que lo ha hecho mal. Pero Onofre va muy lejos desde niño. Es de una ambición desmedida; siempre quiere más. Es un corrupto insaciable, un peligro para la convivencia». Obviamente, ante un tipo de estas características, con el que cuesta trabajo empatizar, Viyuela opta por la triquiñuela teatral de que quien comienza representando a Onofre sea un cómico, con lo que, como él mismo dice, se dulcifica su salvajismo. Y seguramente él se siente más a gusto, menos concernido con el devenir del protagonista. Aunque luego asuma su papel con todas las consecuencias.

Otro momento de la obra diputación

El que más hambre tenga... que se coma al otro

Una de las características de este montaje, que además lo convierte en plenamente actual, es la de mostrar sin ningún tipo de cortapisas eso tan de moda que llamamos corrupción, esa lacra imposible de extirpar del tejido social que los autores de la versión teatral se encargan de poner decididamente de manifiesto. Corruptos de libro, decididamente ilegales en la obra, como el pordiosero que «con capa de necesidad anda vagando de lugar en lugar sin querer trabajar ni sujetarse a cosa alguna» y respetables corruptos de cuello blanco y corbata, o de traje talar, que la gente de bien toma por legales. Peligrosos corruptos de los que se sientan en Consejos de Administración o en puestos de parecida relevancia política o económica. Tampoco hace falta dar nombres porque a diario los tenemos en las páginas de los periódicos o de los informativos de uno u otro signo.

Con todo este material, que es mucho, su categoría de actor que también ha quedado sobradamente demostrada en múltiples trabajos anteriores y ese aire a medio camino entre el clown y el mimo que sabe aportar a sus interpretaciones, Pepe Viyuela está

El público interrumpió en dos ocasiones la obra para dedicar un merecido aplauso al actor

magnífico en este 'Guitón Onofre'. Son cerca de dos horas de espectáculo llenando y dominando la escena con su sola presencia, desdoblándose para dar vida a uno u otro personaje hasta el punto de que el público interrumpió en dos ocasiones la obra para dedicar un merecido aplauso al actor. Y aunque Viyuela esté inconmensurable, me parece justo destacar la presencia de Sara Águeda, que lo acompaña en el escenario con canciones y con el sonido de todo tipo de instrumentos musicales de época como el salterio o la zanfoña y especialmente con el arpa barroca, más pequeña y de sonido más dulce que el arpa de concierto, aportando en todo momento su presencia y su complicidad.

Luis d´Ors, con la Compañía El Vodevil, dirige este espectáculo creado por Bernardo Sánchez y Pepe Viyuela a partir de la novela de Gregorio González (Siglo XVII), como indicábamos más arriba, aportándole un ritmo adecuado que permite a Viyuela desplegar toda su condición de actor y respetando lo que serían las características más sobresalientes de una compañía ambulante del Siglo de Oro. Adecuado el vestuario, de Silvia Casaus, la escenografía de Tomás Muñoz muy simple, pero que da mucho juego y que parece muy adecuada para una compañía de cómicos de la legua. Y la iluminación, de José Miguel Hueso, correcta en todo momento.

Después de 'La Paura', en la que trabajó con toda la familia Viyuela, se percibe en este montaje esa mezcla de admiración y cariño entre el director Luis d´Ors y el intérprete de este guitón, complicidad de la que ambos se precian y que en la obra que anoche disfrutamos en Niebla queda más que patente, circunstancia que siempre se agradece.

Me parece de justicia no terminar estas líneas sin dedicarle un recuerdo a una mujer de teatro que falleció ayer mismo. Se trata de Gloria Rognoni, que formó parte del grupo Els Joglars como actriz hasta el año 1975 en el que un accidente, mientras ensayaba, la dejó parapléjica y pasó a dedicarse a otras tareas técnicas y de dirección. Vino a Huelva con Els Joglars y con los grupos más punteros de aquel teatro independiente tan vivo de principios de los 70, cuando José Luis Ruiz era teniente de alcalde de cultura y se preocupaba de traer a nuestra ciudad lo más innovador que se hacía en España –otra vez José Luis detrás de los grandes eventos culturales de Huelva–. Los que en aquella época ya hacíamos teatro recordamos con una cierta nostalgia aquel escenario de Sindicatos de la Gran Vía, testigo de tantas tardes de gloria.

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