Exposición en la galería de la Caja Rural
Juan Villa y Compañía
Hace unos meses el escritor decidió mostrar a través de su pintura la visión que tiene de Doñana, unos paisajes que ha podido ver y sentir desde bien niño
Se podrían utilizar muchos adjetivos para describir su pintura, pero quizás la que mejor le cuadre sea la de honradez

El pasado lunes y en el marco del Otoño Cultural Iberoamericano que dirige Jaime de Vicente, se inauguraba una exposición de pinturas y textos alusivos a la misma del escritor Juan Villa. Siempre Doñana en su teclado y en sus pinceles, el almonteño ha publicado en los más importantes sellos editoriales (1) y su obra literaria no ha pasado desapercibida, siendo citada en artículos y tesis doctorales, en reuniones científicas y, sobre todo, en círculos literarios, donde su nombre reluce con especial brillantez.
Ahora, o por mejor decir, hace pocos meses, decidió mostrar a través de su pintura la visión que tiene de Doñana, unos paisajes que ha podido ver y sentir desde bien niño, pues en el Coto de Doñana ha pasado no pocas aventuras, como no pocas veces lo ha recorrido montando alguna de sus hermosas jacas marismeñas. Hoy todo ha cambiado, pero la memoria de Juan Villa, afortunadamente escrita y ahora pintada, nos servirá para entender cómo fue aquel paraje salvaje y natural, hoy parque domado y cerrado (2).



Se inició Juan Villa en la pintura por pura afición, en la Academia ya desaparecida Arte2 de la calle Marina, con profesores de altura como el recordado Paco Rivera o Fernando Domínguez Rivas, hoy con estudio en la calle Rábida y felizmente activo. De estos inicios con el lápiz y con el pincel, recuerda quien esto escribe a Juan Villa, bata blanca y semblante serio, trazando sus primeras líneas, estampando su primer color sobre un lienzo. Le estoy hablando de hace al menos cuarenta años. Se inició en la capital, siendo profesor de Literatura y Lengua Española en el IES José Caballero, y continuó en su estudio de El Rocío, donde no se sabe bien qué le sirve para abstraerse de la realidad, si la pintura o las letras. De su carrera literaria hoy no les voy a hablar, pues suficiente se ha escrito ya sobre el artista. Hoy toca la paleta plena de color y experiencia de Juan Villa. El color del Coto de Doñana y la experiencia, o el conocimiento, de esos parajes, pero también de cómo pintarlos, como mostrarlos al espectador.

Se podrían utilizar muchos adjetivos, para describir la pintura de Juan Villa, pero quizás la que mejor le cuadre sea la de honradez. O la de inocencia, por la forma que tiene de acercarse a esos paisajes, o más exactamente, cómo realiza el proceso de explicar al espectador los paisajes de Doñana. Utiliza una pincelada suelta y en apariencia poco rigurosa, la que necesita para pintar una laguna o el mar en la lejanía, el romper de las olas, quizás no demasiado pulcras, u ortodoxas, pero sí sinceras y, por ende, sinceras. Trazos atrevidos que cruzan un fondo ya perfilado y
Juan Villa pinta, describe y se recrea en unos lienzos que recorren médanos, marismas, casas y esteros para asombrar al espectador que descubre un coto ya imposible de recuperar
acaban por conformar brumas sobre charcas o cielos ebrios de luna. Juan Villa pinta, describe y se recrea en unos lienzos que recorren médanos, marismas, casas y esteros para asombrar al espectador que descubre un coto ya imposible de recuperar (3). La luz temblando en colores a veces puros pero que la paciencia del artista, su pulcritud y, repetimos, su honradez, deviene al mezclar sobre el lienzo el color, en construcciones pictóricas agradables y hermosas.
La celebración de esta fiesta que ha sido, y seguirá siendo hasta el 27 del presente mes de octubre, la muestra de óleos de Juan Villa, congregó a numerosos asistentes el día inaugural, tal como muestran las tofografías que acompañan este reportaje. Están algunos, pero faltan muchos, como José Juan Díaz Trillo, comisario de la muestra, Fernando Domínguez Rivas, que fue su antiguo profesor de pintura, Juan Cobos Wilkins, Juan Antonio Guzmán, el pintor y ahora también galerista Enrique Romero Santana (4), Pepa Feria, la antigua bibliotecaria de la Diputación Provincial, y, aunque seguro que alguno se me quedará en el tintero porque llegué tarde, el propio director del Octubre Cultural Iberoamericano, Jaime de Vicente.
(1) Mal tiempo o Voces de la Vera en editorial Comba, Los almajos y El año de Malandar en Paréntesis, o Crónica de las arenas en Fundación José Manuel Lara, por citar solo la narrativa y todas absolutamente recomendables.
(2) Opinión de quien esto suscribe, que también conoció el parque salvaje, por cuyas playas en bajamar alcanzaba el embarcadero desde el que pasaba a Sanlúcar. Hoy los caminos a Cádiz pasan inexorablemente por Sevilla, como ocurre con los que nos deberían llevar directamente a Zafra, o a la ruta de la plata.
(3) En absoluto se pretende criticar la gestión del actual parque nacional, que igual es sobresaliente. Lo que en realidad se intenta reflexionar es sobre cómo la presión, la acción antrópica, sobre aquellos parajes, ha llevado a transformarlo todo de una manera radical. Ya no quedan guardas, carabineros, prófugos, furtivos o carboneros que vivieron y fatigaron en absoluta armonía aquellos indómitos parajes. De ahí la protección de este territorio y su transformación en otra cosa, que podrá ser mejor o peor, pero que no es la Doñana salvaje que Juan Villa recorre en sus libros y, ahora, en sus cuadros.
(4) Junto a su amiga John Holland, que da nombre a la galería, y de vuelta en España después de colgar su obra en los más importantes museos del mundo, Santana tiene galería de arte en Lepe con un intenso e interesante calendario anual.