el amor no era para tanto
Hoy no te he traído flores
Cuento de verano del escritor y columnista de Huelva24 para los lectores

Hoy hace mucho calor, cariño; no sé cómo me ha dado por venir a esta hora, la verdad, porque es que está cayendo literalmente fuego en la calle, tía. En las noticias han dicho que este es el año más caluroso desde hace no sé cuánto tiempo, pero seguro que un montón de años. Mira cómo tienes las flores… sequitas perdidas. No, hoy no te he traído flores frescas. ¿Que por qué? Después te explico el porqué, pero antes me gustaría contarte una cosa muy curiosa que te va a encantar.
¿Te acuerdas de aquella chica de hace mil veranos? Tiene que sonarte, seguro; la morena aquella de la cara triste. Sí, mujer, te tienes que acordar, sobre todo porque la odiabas a muerte. Haz un esfuerzo, verás como la recuerdas.
A mí, desde luego, no se me va de la cabeza aquel día en que llegó al barrio, con su sonrisa de ángel y su aspecto radiante. Recuerdo la cara que se te puso cuando apareció acompañada de Fran. Vi cómo te mordías el labio de abajo. Siempre lo haces cuando te pones furiosa.
Te ponías muy pesada con tu constante desprecio: que si era una pija, que si era una guarra. Estabas convencida de que se había encaprichado de Fran porque le iban los tíos de barrio y quería la muesca que le faltaba en el revólver. Tú es que siempre fuiste muy peliculera.
Y al final te saliste con la tuya.
¡Silvia! Se llamaba Silvia. Lo que son las cosas. Llevo aquí sentada un buen rato tratando de acordarme de su nombre y se me viene cuando menos me lo esperaba. Pues eso, que al final la echaste. Le comiste la oreja a tu primo hasta que la dejó. En la Uni me tuve que leer un libro de Shakespeare. Quién nos lo iba a decir, Shakespeare. La Yoli leyendo. Pero es cierto. Y reconozco que me gustó. No pongas esa cara, anda; siempre haces lo mismo.
La cosa va de un príncipe. Su padre, el rey, ha muerto y, un día, se encuentra con su fantasma. La reina, su madre, se ha vuelto a casar con el hermano del rey. Lo sé, lo sé, es un lío, tienes razón. Y muere hasta el apuntador. Pero no es eso lo que quiero contarte. Verás, el príncipe se entera de cómo ha muerto su padre. Su tío y ahora padrastro, el nuevo rey de Dinamarca, le vertió en la oreja un veneno y acabó así con la vida del legítimo monarca. ¿Qué? Te resulta gracioso escuchar en mi boca la expresión «legítimo monarca», ¿verdad? Hija, evolucionar es ley de vida. No va a quedarse una para siempre comiendo pipas en un banco, viendo la vida pasar y engordando el culo para casarte a los diecinueve con el primer prenda que se te acerque, como tú. No es que quiera criticarte, cariño, ni mucho menos y más viendo dónde te ha llevado la vida; solo hablo de tu pasado, no me invento nada.
Pues tú hiciste lo mismito que Claudio. Así se llamaba el malo del libro. El tío del príncipe. Echaste veneno en el oído de tu primo Fran hasta que el pobre diablo la dejó tirada. Y preñada. Todavía me acuerdo cómo lo celebraste. Mira, se me ponen los vellos del brazo de punta.
No pongas esa cara. Las amigas pueden decirse cualquier cosa, ¿verdad? Era una de tus frases favoritas, así podías decir cualquier barbaridad amparándote en la amistad. ¿Cómo decías? «Yo es que soy muy sincera. Lo que pienso lo digo. A quien no le guste que no mire». Ya ves, Lucía, siempre tan sincera, tan perfecta, tan justa, tan pura… para lo que te ha servido.
Me he enterado hoy mismo. Me lo ha dicho Fran. Sí, sí, en serio. Te gustaba, ¿verdad? Estabas enamorada de tu primo y nunca fuiste capaz de aceptar verlo con otra. Reconócelo. A los demás pudiste engañarlos, pero a mí no. A tu mejor amiga no pudiste engañarla. Te conozco demasiado bien. No te imaginas la de horas que pasé observándote en silencio, envidiando tu cara, tu pelo, tu cuerpo, tu actitud. Eras la reina del barrio, no hay duda sobre eso: la abeja reina.
Lo vi a la salida del centro comercial. Llevaba un par de bolsas del Carrefour. Tenía muy mala cara. Se alegró de verme, te lo aseguro. Te hubieras puesto como una moto si hubieras visto cómo me miró. Te ardían las tripas si Fran miraba a otra con simpatía, aunque fuera tu amiga Yoli, la inofensiva, sumisa, encantadora Yoli. Siempre servicial, siempre admirándote.
Nos pusimos a hablar de los viejos tiempos y surgió el nombre de Silvia. Se notaba que deseaba hablar de ello con alguien.
Resulta que Silvia se había tirado de un sexto piso hacía tres días, ¿te lo puedes creer? Te ahorraré los detalles más aburridos. A la pobre chica le habían quitado la custodia del niño y los de los servicios sociales se lo habían llevado a un hogar de acogida. El hijo de Fran. A partir de ahí fue cuando tu primo empezó a llorar. Y ya no paró. Se arrepentía de haberse desentendido de la criatura. La juventud, dijo. Yo no dije nada. ¿Para qué? Así que lo dejé hablar. Fue por el bazuco. La tía estaba enganchada hasta el fondo. La casa era una pocilga. Encontraron al niño durmiendo en un colchón sin sábanas ni mantas, desnudo el pobrecito, ensopado en su propia mierda. En resumen, que se lo llevaron. Aquello removió algo dentro de ella, no sé, su instinto maternal, seguramente. Y se tiró por el balcón ese mismo día.
¿Qué te parece? ¿Te ha gustado la historia? Con lo que siempre te gustaron las telenovelas, seguro que esta te habrá encantado, casi puedo vértelo en la cara.
Nos despedimos allí mismo. Fran me miró de una manera muy triste. Fue como ver llover un domingo de otoño por la tarde, si no te importa que me ponga un poco cursi.
Bueno, te dejo ya. Tienes mucho en lo que pensar. Tiempo, desde luego, posees todo el del mundo.
Hoy no te he traído flores, Lucía. No me apetecía. Te he limpiado un poco la lápida, más por pena que por otra cosa, pero flores no me apetecía dejarte. Y más después de lo que acabo de contarte. No pongas esa cara, anda. No digo que sea culpa tuya. Solo es que me da por pensar en qué hubiera pasado si aquel día, cuando vimos llegar a Silvia de la mano de Fran, reluciente como la sonrisa de un bebé, lo hubiéramos hecho de otra manera. Bueno, ahí te quedas. Piensa en ello. La semana que viene, si no hace tanto calor, vendré de nuevo. Igual te traigo flores. Ya veremos.