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La apasionante historia de los castillos onubenses

Nos vamos de ruta por la provincia para conocer los castillos de Huelva y su apasionante historia de piratas, musulmanes y reyes cristianos.

La apasionante historia de los castillos onubenses

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Imponentes en su perfil recortado sobre el horizonte vertical, aguerridos a pesar del paso del tiempo, la imagen de los castillos nos transporta a una época lejana de caballeros y guerras de conquista, a un tiempo en el que el territorio era fijado por la capacidad de mantener las construcciones defensivas, auténtico símbolo de poder militar y social. En la provincia de Huelva, tierra fronteriza y costera, podemos encontrar un buen número de castillos que aún hoy conservan parte de su antiguo esplendor y que ilustran un pasado rico en historias de reyes cristianos con afán de venganza y árabes en retirada, de piratas sedientos de botines y portugueses contrariados por el implacable reino español. Nos vamos de ruta para descubrir algunos de los más importantes castillos de Huelva. Huelva contó con tres grandes requisitos que justifican la presencia de tantos castillos en su provincia. Por un lado, su extensa línea costera, además de una fuente de riqueza, era un flanco vulnerable ante los eventuales ataques de la piratería berberisca, lo que hizo indispensable de la construcción de fortalezas desde las que resistir las embestidas. Por otro, Huelva fue una importante pieza en el ajedrez de la reconquista cristiana, que consiguió penetrar en el reino musulmán desde el norte, por la sierra. Y por último, la frontera con el vecino Portugal hizo indispensable por algún tiempo la presencia de castillos que sirvieran como método disuasorio ante una eventual conquista. La mayor acumulación de castillos onubenses se da en la sierra, en la denominada Banda Gallega. Este fue el nombre que recibió el sistema defensivo creado por el rey cristiano Sancho IV para, una vez reconquistado el territorio a los árabes, proteger el reino de Sevilla de posibles ataques portugueses. No obstante, también podemos encontrar castillos más al sur, cerca de la costa, como el de Cartaya, Moguer o Huelva, que sirvieron como baluartes contra piratas. Castillos de la Sierra o de la Banda GallegaEnclavados sobre altas lomas y rodeados de blancos caseríos que han crecido a lo largo de los siglos hasta conformar las actuales poblaciones, los castillos de la sierra de Huelva conservan en gran medida su abigarrado aspecto original, con ese aire medieval que impregna la denominada Banda Gallega, cuyo nombre proviene de los pobladores del norte de España que se asentaron en la zona. Se pueden distinguir tres líneas defensivas conformadas por fortalezas que se comunicaban entre sí visualmente en caso de emergencia, de ahí la importancia de su posición en lugares elevados.  En una primera línea sobresalen los castillos de Aroche, Encinasola y Fregenal de la Sierra, en plena línea fronteriza con Portugal. En el caso de Encinasola, se conservan lienzos de su muralla y algunas de sus torres de homenaje, sin embargo, las casas del pueblo, adosabas a las ruinas del castillo, lo han desprovisto de su aspecto original. Mucho más impactante es el de Aroche, que se yergue en la zona más elevada de una peña en torno a la que se dispone el caserío. De origen árabe y reconstruido a finales del siglo XIII, se conserva toda su estructura exterior, y las puertas originales de entrada, aunque su interior fue modificado por la construcción, a comienzos del siglo XIX, de una plaza de toros. En una segunda línea, los castillos de Cortegana, Cumbres Mayores y Cumbres San Bartolomé mantienen inalterable su imponente estampa original, con sus murallas almenadas y su posición estratégica dominando kilómetros y kilómetros de territorio fronterizo. Visitarlos y recorrer sus galerías es como vivir en primera persona un relato medieval caballeresco. Aunque construidos probablemente en el siglo XII, el rey Sancho IV acometería ampliaciones a finales del siglo XIII para dotarlos de un mayor poderío y aspecto inexpugnable. El mismo que hoy conservan.  En una tercera línea, los castillos de Aracena, un extenso recinto compuesto por patio de armas, alcázar y la muralla rematada con la Torre Mayor, Cala, de estilo gótico-mudéjar y del que se conserva su recia muralla, y Santa Olalla de Cala, en un magnífico estado, completan la Banda Gallega, la cual, a pesar del empeño de los gobernantes cristianos de la época, nunca llegaría a sufrir asedios significativos. Castillos contra piratas en la costa  Muy cerca de la costa, junto al río Piedras, el Castillo de los Zuñiga, en Cartaya, fue construido en el siglo XV con el fin de proteger a la población de las incursiones berberiscas tierra adentro, aprovechando el curso del río. Rehabilitado en 1990 y puesto en valor recientemente, el castillo consta de un patio de armas al que se accede a través de una puerta de estilo mudéjar. Con finalidad similar se construyó en la misma época el castillo de San Miguel de Arca de Buey, actual El Rompido, en la desembocadura del río Piedras, sin embargo no fue suficiente para detener los saqueos, por lo que el pueblo terminaría siendo abandonado. Las torres almenaras para atisbar a los piratas y dar la alarma a la población se construyeron a lo largo de toda la costa onubense por orden de Felipe II, como las erigidas en Isla Canela, El Portil, Punta Umbría, Mazagón, Matalascañas…, reflejando la problemática real de los ataques piratas. El propio Castillo de San Pedro, en Huelva capital, también pudo servir para defender a la población de estas indeseables incursiones, aunque su existencia se remonta mucho tiempo atrás, vinculada a la historia antigua de la ciudad. El castillo de Moguer, también con pasado árabe, sirvió para controlar el paso de barcos por el río Tinto. Además, ejerció las funciones de residencia del señor de la villa. Su huésped más popular fue Vasco Núñez de Balboa, que sirvió durante algunos años al señor Pedro de Portocarrero antes de embarcarse en su primer viaje a América. El Castillo de los Guzmanes  Niebla puede ser considerada como la principal ciudad histórica del territorio que hoy día comprende la provincia de Huelva. Y una clara muestra de ello es su castillo. El recinto amurallado no data de época musulmana, sino que se remonta mucho más en el tiempo. Ya los tartesios, que le atribuyeron el nombre de Ilípula, se asentaron en este lugar estratégico para establecer rutas comerciales con las costas y las ciudades de interior, una práctica que repitieron los romanos siglos más tarde aprovechando la calzada que unía Itálica con la desembocadura del Guadiana, pasando por Tejada la Vieja. Los árabes, una vez consolidada su posición en la zona, erigieron 41 torres y cinco puertas (de Sevilla, Embarcadero, Agua, Buey, Socorro y Agujero) desde las que oteaban el horizonte como precaución ante la más mínima amenaza. Sin embargo, de poco les sirvieron a los árabes la fortificación o el uso de la pólvora (por primera vez en la península) frente al persistente asedio al que sometió a la ciudad el rey Alfonso X en 1262. La tarea, desde luego, fue ardua; diez meses de lucha para rendir a las huestes de Ibn Mahfot para así recuperar la principal posesión defensiva del reino en el sureste de la península. En 1369, el rey Enrique II le cedió a Juan Alfonso Pérez de Guzmán el Condado de Niebla, que además de esta localidad incluía las aldeas de Trigueros, Beas, Lucena, Bonares, Rociana o Villarasa. Con la llegada a Niebla de esta familia nobiliaria, que a mediados del siglo XV recibirían el título de Duques de Medina Sidonia, se abrió un periodo de esplendor en la localidad manifestado en la construcción de un espléndido castillo sobre los cimientos de la antigua alcazaba árabe. Enrique Guzmán fue el encargado de levantar su residencia en el recinto amurallado en el que sobresalía una alta torre de homenaje desde que es posible divisar varios kilómetros a la redonda. El Castillo de los Guzmanes es, quizás, el ejemplo más impresionante y mejor conservador de los castillos onubenses, tanto por su aspecto interior como exterior. Una visita imprescindible para conocer parte de la rica historia de la provincia.

Huelva contó con tres grandes requisitos que justifican la presencia de tantos castillos en su provincia. Por un lado, su extensa línea costera, además de una fuente de riqueza, era un flanco vulnerable ante los eventuales ataques de la piratería berberisca, lo que hizo indispensable de la construcción de fortalezas desde las que resistir las embestidas. Por otro, Huelva fue una importante pieza en el ajedrez de la reconquista cristiana, que consiguió penetrar en el reino musulmán desde el norte, por la sierra. Y por último, la frontera con el vecino Portugal hizo indispensable por algún tiempo la presencia de castillos que sirvieran como método disuasorio ante una eventual conquista.

La mayor acumulación de castillos onubenses se da en la sierra, en la denominada Banda Gallega. Este fue el nombre que recibió el sistema defensivo creado por el rey cristiano Sancho IV para, una vez reconquistado el territorio a los árabes, proteger el reino de Sevilla de posibles ataques portugueses. No obstante, también podemos encontrar castillos más al sur, cerca de la costa, como el de Cartaya, Moguer o Huelva, que sirvieron como baluartes contra piratas.

Castillos de la Sierra o de la Banda Gallega

Enclavados sobre altas lomas y rodeados de blancos caseríos que han crecido a lo largo de los siglos hasta conformar las actuales poblaciones, los castillos de la sierra de Huelva conservan en gran medida su abigarrado aspecto original, con ese aire medieval que impregna la denominada Banda Gallega, cuyo nombre proviene de los pobladores del norte de España que se asentaron en la zona. Se pueden distinguir tres líneas defensivas conformadas por fortalezas que se comunicaban entre sí visualmente en caso de emergencia, de ahí la importancia de su posición en lugares elevados.

La apasionante historia de los castillos onubenses

En una primera línea sobresalen los castillos de Aroche, Encinasola y Fregenal de la Sierra, en plena línea fronteriza con Portugal. En el caso de Encinasola, se conservan lienzos de su muralla y algunas de sus torres de homenaje, sin embargo, las casas del pueblo, adosabas a las ruinas del castillo, lo han desprovisto de su aspecto original. Mucho más impactante es el de Aroche, que se yergue en la zona más elevada de una peña en torno a la que se dispone el caserío. De origen árabe y reconstruido a finales del siglo XIII, se conserva toda su estructura exterior, y las puertas originales de entrada, aunque su interior fue modificado por la construcción, a comienzos del siglo XIX, de una plaza de toros.

En una segunda línea, los castillos de Cortegana, Cumbres Mayores y Cumbres San Bartolomé mantienen inalterable su imponente estampa original, con sus murallas almenadas y su posición estratégica dominando kilómetros y kilómetros de territorio fronterizo. Visitarlos y recorrer sus galerías es como vivir en primera persona un relato medieval caballeresco. Aunque construidos probablemente en el siglo XII, el rey Sancho IV acometería ampliaciones a finales del siglo XIII para dotarlos de un mayor poderío y aspecto inexpugnable. El mismo que hoy conservan.

La apasionante historia de los castillos onubenses

En una tercera línea, los castillos de Aracena, un extenso recinto compuesto por patio de armas, alcázar y la muralla rematada con la Torre Mayor, Cala, de estilo gótico-mudéjar y del que se conserva su recia muralla, y Santa Olalla de Cala, en un magnífico estado, completan la Banda Gallega, la cual, a pesar del empeño de los gobernantes cristianos de la época, nunca llegaría a sufrir asedios significativos.

Castillos contra piratas en la costa

La apasionante historia de los castillos onubenses

Muy cerca de la costa, junto al río Piedras, el Castillo de los Zuñiga, en Cartaya, fue construido en el siglo XV con el fin de proteger a la población de las incursiones berberiscas tierra adentro, aprovechando el curso del río. Rehabilitado en 1990 y puesto en valor recientemente, el castillo consta de un patio de armas al que se accede a través de una puerta de estilo mudéjar. Con finalidad similar se construyó en la misma época el castillo de San Miguel de Arca de Buey, actual El Rompido, en la desembocadura del río Piedras, sin embargo no fue suficiente para detener los saqueos, por lo que el pueblo terminaría siendo abandonado.

Las torres almenaras para atisbar a los piratas y dar la alarma a la población se construyeron a lo largo de toda la costa onubense por orden de Felipe II, como las erigidas en Isla Canela, El Portil, Punta Umbría, Mazagón, Matalascañas…, reflejando la problemática real de los ataques piratas. El propio Castillo de San Pedro, en Huelva capital, también pudo servir para defender a la población de estas indeseables incursiones, aunque su existencia se remonta mucho tiempo atrás, vinculada a la historia antigua de la ciudad.

El castillo de Moguer, también con pasado árabe, sirvió para controlar el paso de barcos por el río Tinto. Además, ejerció las funciones de residencia del señor de la villa. Su huésped más popular fue Vasco Núñez de Balboa, que sirvió durante algunos años al señor Pedro de Portocarrero antes de embarcarse en su primer viaje a América.

El Castillo de los Guzmanes

La apasionante historia de los castillos onubenses

Niebla puede ser considerada como la principal ciudad histórica del territorio que hoy día comprende la provincia de Huelva. Y una clara muestra de ello es su castillo. El recinto amurallado no data de época musulmana, sino que se remonta mucho más en el tiempo. Ya los tartesios, que le atribuyeron el nombre de Ilípula, se asentaron en este lugar estratégico para establecer rutas comerciales con las costas y las ciudades de interior, una práctica que repitieron los romanos siglos más tarde aprovechando la calzada que unía Itálica con la desembocadura del Guadiana, pasando por Tejada la Vieja.

Los árabes, una vez consolidada su posición en la zona, erigieron 41 torres y cinco puertas (de Sevilla, Embarcadero, Agua, Buey, Socorro y Agujero) desde las que oteaban el horizonte como precaución ante la más mínima amenaza. Sin embargo, de poco les sirvieron a los árabes la fortificación o el uso de la pólvora (por primera vez en la península) frente al persistente asedio al que sometió a la ciudad el rey Alfonso X en 1262. La tarea, desde luego, fue ardua; diez meses de lucha para rendir a las huestes de Ibn Mahfot para así recuperar la principal posesión defensiva del reino en el sureste de la península.

En 1369, el rey Enrique II le cedió a Juan Alfonso Pérez de Guzmán el Condado de Niebla, que además de esta localidad incluía las aldeas de Trigueros, Beas, Lucena, Bonares, Rociana o Villarasa. Con la llegada a Niebla de esta familia nobiliaria, que a mediados del siglo XV recibirían el título de Duques de Medina Sidonia, se abrió un periodo de esplendor en la localidad manifestado en la construcción de un espléndido castillo sobre los cimientos de la antigua alcazaba árabe. Enrique Guzmán fue el encargado de levantar su residencia en el recinto amurallado en el que sobresalía una alta torre de homenaje desde que es posible divisar varios kilómetros a la redonda.

El Castillo de los Guzmanes es, quizás, el ejemplo más impresionante y mejor conservador de los castillos onubenses, tanto por su aspecto interior como exterior. Una visita imprescindible para conocer parte de la rica historia de la provincia.

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