CONFIDENCIAL
El runrún: Joaquín Reyes y el caos
Que Joaquín Reyes es un humorista excepcional se sabe y mucho podría decir de ello los onubenses que llenaron por completo el Palacio de Congresos de la Casa Colón de Huelva, donde triunfó el pasado viernes.

El artista albaceteño desplegó todo su arsenal y relató con su gracia natural mil historias que encontraron múltiples carcajadas de los asistentes, entregados al máximo al disfrute. También contó algún chiste (sin querer queriendo), presentó a un amigo que destapó trapos sucios, hizo magia, ‘educó’ a los niños, bailó y cantó y otras cuantas cosas más que hicieron las delicias de su público. Un terapéutico paréntesis como alivio ante la vida y sus problemas. Es lo que vino a decir el humorista manchego, que no sabía cuánto de cierto encerraban sus palabras cuando dejó caer que al salir seguiría todo aquello que nos atormenta. Y es que a la salida del espectáculo esperaba el caos a muchos de los que había elegido como opción perfecta -o eso pensaban- aparcar en el párking de la Casa Colón para tener un acceso y salida rápida del lugar. Nada más alejado de la realidad. Antes del comienzo del show el párking prácticamente se llenó y eso a la salida fue el caldo de cultivo para un atasco monumental. Pero éste no vino motivado por el hecho de que hubiera muchos coches, sino que la cuestión era que fallaban tanto los cajeros para pagar como, sobre todo, la barrera de salida. Las tarjetas se quedaban atascadas en las ranuras de ambos sistemas y allí no aparecía nadie para solucionarlo. En un aparcamiento de dimensiones no muy holgadas precisamente para maniobrar y circular, el colapso fue total y no pocos comenzaron a perder los nervios. Tocaban el telefonillo para protestar y se les daban algunas instrucciones, pero nadie se personó allí para atender a los clientes y dar solución a lo que ocurría. Según nos cuentan, varios conductores impacientes se encararon con otros y pedían a los que sufrían en primera persona el atasco de la tarjeta y la barrera inmóvil que se apartaran, ignorantes de que después ellos ocuparían su lugar en idéntica escena dramática. Se quejaban de tener que pasar dos veces por caja tras el tiempo de espera en el coche tras pagar y alcanzado el momento de salir. Los minutos pasaban con los coches en marcha y se sumaban más vehículos a la serpiente que se enroscaba entre las columnas del aparcamiento. Se alcanzaba la media noche, la hora de la cena estaba más que superada y todo pintaba mal. Entonces apareció un héroe para los muchos que estaban allí o un villano a los ojos de los responsables del párking, que quién sabe si observaban por las cámaras o pasaban del tema. Hastiado, por ser suaves, esta persona, de gran corpulencia, se bajó de su coche y sin pensárselo dos veces, elevó la barrera mientras se oyó un crujido. Problema solucionado y atasco disuelto. La libertad. La historia bien merecía un monólogo, en los que como siempre, nos reímos de las cosas no tan buenas que pasan, porque nos las cuentan con mucho arte.

El triste adiós de las cabinas. La universalización del uso del teléfono móvil hace tiempo que se convirtió en la sentencia de muerte de uno de los elementos del mobiliario urbano más característicos de nuestras calles: las cabinas de teléfono. Desde que en la primavera de 1928 Alfonso XIII realizara la primera llamada en una de ellas en el madrileño Parque del Retiro, estos cubículos acristalados han formado parte de la vida de cualquier español mayor de 40 años. Y es que, según datos oficiales, la práctica totalidad de la generación millennial –y las que la suceden– nunca ha utilizado una cabina ni probablemente sepa cómo funciona. Hoy en día, de media, registran aproximadamente una llamada a la semana, con una media de 0,17 comunicaciones al día. Lo que podemos asegurar es que la de la imagen no cumple con la media. La pueden ver en la calle Hilaria de Mazagón, convertida en la viva imagen del abandono de esta forma de comunicación que está viviendo sus últimas horas, tras ser indultadas por el Gobierno alargando inútilmente su existencia. Desde el 1 de enero, Telefónica es la encargada de retirar las más de 14.000 cabinas que aún permanecen en pie en España. Viendo su absoluta falta de mantenimiento, además de su completa inutilidad, esperemos que a ésta pronto le llegue su hora.

