Sobre los treinta libros de Marie Kondo
Existe una muchacha llamada Marie Kondo que te organiza la vida. No, no averigua en qué tramo del autónomo vas a estar a partir de ahora ni te da consejos sobre qué hacer para que tu novio aparte cinco minutos la vista de su móvil y te escuche. He dicho que te organiza la vida, no que haga milagros.

Esta chica te enseña a ordenar de una manera eficiente los zapatos, los tuppers y esas cosas. El objetivo es maximizar el espacio y vivir con lo preciso para evitar apegos materiales innecesarios.

Muy bien, hasta aquí todo muy bonito, muy zen, muy new age, muy chuli ella. El problema viene cuando un día a la Kondo le da por decir que en una casa solo puede haber treinta libros. Vamos a ver, chiquilla, ¿tú has pensado en los culturetas? Me da que no, porque cualquier intelectual que se precie tiene esa cantidad solo debajo de la cama. Pero no os alarméis, porque yo vengo, tropa mía, a ayudaros: os voy a dar algunos consejos para conseguir dicha meta y alcanzar la paz mental.
El primer paso es bastante obvio: tenemos que seleccionar los treinta títulos con los que sí nos queremos quedar (los que te permite que conserves sin convertirte, al parecer, en un capitalista de mierda), es decir, tus favoritos de verdad. No incluyas El principito, que está muy visto ya. Hecho esto, ahora la parte complicada: decidir qué hacer con los setecientos restantes. Los libros son tesoros, así que no podemos tirarlos (solo de pensarlo se me pone la piel de gallina). ¿Cuál es la solución entonces?

En mi opinión, doña Marie no sabe la cantidad de enemigos que se ha echado a las espaldas con esa norma que se ha inventado, porque ya lo dijo Enrique Tierno Galván: Más libros, más libres. Así que si nos quiere más esclavos, en casas despersonalizadas y sosas, las lleva claras. Nos rebelaremos contra el minimalismo literario. ¡Bibliófilos del mundo, levantaos! ¡Pedid libros sin ansiedad! ¡Sea por la cultura libre, el arte y la intelectualidad!