La muerte sin género de dudas
Decía Francesco Petrarca que “un bello morir honra toda una vida”. Quizás se considere un atrevimiento asociar óbito y hermosura, al menos en su restrictivo sentido relacionado con el agrado a la vista, pero no olvidemos que el concepto vertebrador de la belleza es la armonía. Calma, paz, sosiego, concordia, equilibrio… son los confortables asientos en los que acomodar pensamientos, reflexiones, balances y recuerdos mientras se afronta el final de la travesía.
Las turbulencias fustigan al pasajero durante el viaje definitivo acuciado por miedos, padecimientos e incertidumbre respecto al instante del aterrizaje y el posterior desembarque. Algunos se agarran con fuerza a creencias, dogmas y fe como cinturón de seguridad metafísico. Muchos se anclan al conformismo y la aceptación. Otros, en cambio, padecen el vértigo de los altos vuelos y el pánico les aborda.
Para todos ellos, la tripulación es un fiel y servicial acompañante. Las enfermeras/os, y por ende todo el personal sanitario, son más que meros ejecutores de protocolos paliativos; son rostros afables, gestos desinteresados, palabras cálidas contra temblores espirituales, confesores sin veredicto. Sus voces ejercen de aguja hipodérmica con efectivos sedantes que combaten el desasosiego. Mullen almas, hidratan sonrisas y drenan añoranzas. Humanizan un espacio aséptico y esterilizado de familiaridad, aportando cercanía.
En Huelva, cinco de estas heroínas cotidianas han elaborado una investigación en la que indagan sobre el proceso terminal del enfermo, prestando especial atención al apartado del género como catalizador de las diferentes maneras de encarar dicha fase. Un trabajo que ha sido galardonado con el premio a la mejor comunicación oral en las Jornadas Internacionales de Investigación I+D+i en Enfermería, que han tenido lugar en Sevilla.
El interés del estudio, realizado por enfermeras de diversos centros hospitalarios de la capital onubense, reside en el énfasis sobre la influencia de determinados factores sociales y culturales del paciente en su comportamiento durante este proceso. La divulgación de este estudio empírico permitirá a los profesionales del sector personalizar y ajustar de manera más rápida y eficaz el trato hacia los enfermos. Una herramienta al servicio de la atención integral. Evidentemente, no existe un patrón de fiabilidad matemática respecto al componente anímico que se ajuste infaliblemente al binomio enfermedad-enfermo, aunque sí resortes y automatismos básicos frecuentes sujetos a pautas, y en ellos se centra el estudio, que arroja conclusiones muy esclarecedoras. La planificación familiar y económica centra la preocupación de los hombres, a los que afecta de manera sensible la pérdida de autonomía y la dependencia en los cuidados. Escasa expresividad en cuanto a la emotividad y la proclividad a rehusar la compañía sistemática completan el cuadro masculino.
Por su parte, en el caso de las mujeres impera el factor emocional. Les afligen las dificultades de adaptación de sus allegados, desde el punto de vista afectivo, como consecuencia de la nueva situación. Suelen ser tendentes a relaciones estrechas con el personal sanitario, de los que precisan altas dosis de confianza e interacción para proyectar sus sentimientos, requiriendo por tanto su presencia habitual.
La complejidad de la psique humana es infinita y las variables que intervienen en la asimilación de esta situación de no retorno, incontables. Sin embargo, sin perder de vista criterios identitarios, factores como la educación, la formación y el género son cruciales para entender y anticiparse a las necesidades de los pacientes en situaciones de vulnerabilidad tan extremas. No se puede aspirar al hallazgo de un manual de instrucciones al uso para sofocar el desconsuelo, pero indagaciones de este calibre son un triunfo de la empatía ante un rival tan escurridizo y pertinaz como el desamparo ante la muerte.
@ManuelGGarrido