medallas de la provincia de huelva
El obispo de Huelva, sobre la medalla concedida a la Magna: «Ha sido un acontecimiento que superó cualquier expectativa»
Santiago Gómez agradece el reconocimiento en nombre de la Diócesis y califica la cita mariana de «signo de esperanza grande»
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Huelva
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Iniciar sesiónUna de las siete medallas de la provincia de Huelva no ha recaído este año en una persona concreta sino en un evento multitudinario que atrajo las miradas de miles de cofrades hasta la ciudad de Huelva. La Magna Mariana convirtió por unas horas en Huelva en la capital de la devoción mariana, además de ser un ejemplo de lo bien que puede organizar una cita multitudinaria la ciudad de Huelva. El premio lo recogerá el obispo de Huelva, Santiago Gómez, como representante principal de la Diócesis.
-¿Cómo recibe la concesión de la Medalla de la Provincia para la Magna Mariana?
-Pues con gratitud en nombre de la Diócesis, porque así la recibo. Con gratitud a la Diputación Provincial, que ha tenido a bien concedernos esta medalla de la provincia. La Magna Mariana realmente ha sido un acontecimiento provincial y, desde nuestra perspectiva también diocesano, puesto que la diócesis coincide con los límites de la provincia. Ha sido un momento de comunión y de encuentro muy importante y agradecemos esta distinción.
-La procesión jubilar fue un día en el que toda toda la provincia, toda la Diócesis se unió en torno a la devoción a la Santísima Virgen.
-Efectivamente, ha sido un acontecimiento de encuentro de toda la provincia. Sabemos que en la provincia de Huelva, como ocurre en tantos sitios, no todas las zonas están igual de integradas con la ciudad. Sin embargo, con motivo de la Magna Mariana, ya no solamente en la celebración de la procesión Magna, sino en los días previos cuando han estado aquí y han llegado las imágenes de las distintas advocaciones de la Santísima Virgen que han participado, la relación que han tenido entre las hermandades, la acogida que han experimentado… Realmente ha sido una experiencia de comunión eclesial y de encuentro social importante.
-Ahora que ya ha pasado un tiempo, ¿qué balance hace de la procesión jubilar?
Bueno pues el balance es, sobre todo, verificar en esta experiencia cómo la religión cristiana hace comunidad y crea vínculos entre las personas, entre los pueblos y en la sociedad. A veces hemos entendido una sociedad laica como aquella que tiene que relegar la experiencia religiosa al ámbito de lo privado y en lo público no se puede manifestar. Bueno, pues hemos visto una gran manifestación de fe y de amor a la Santísima Virgen, y como realmente la fe en la vida pública se convierte en vínculo de comunión, de solidaridad y de encuentro.
-¿Esperaba la respuesta que tuvo la procesión?
-Yo no había asistido, naturalmente, a ninguna manifestación así en la diócesis. Teníamos previamente el dato de la respuesta que las hermandades y cofradías a las que se invitó a participar en la Magna dieron, y fue casi unánimemente positiva y para participar con con ilusión. Por tanto, ya había una predisposición a la participación. Pero, desde luego, lo que han sido los resultados yo creo que ha superado toda expectativa, desde luego las mías. En cuanto a organización, al ambiente de fiesta y de encuentro que se creó tanto previamente como el mismo día de la Magna y la posterior vuelta de las hermandades, ha sido una experiencia dentro de este Jubileo de la Esperanza del año 2025, realmente un signo de esperanza grande.
-¿Hay algún momento especial con el que se quede usted?
-Yo creo que ha habido muchos momentos muy hermosos, ¿no? Yo me quedo con el momento vivido en el recorrido oficial de la Magna. En ese espacio en el que, con las meditaciones que iba acompañando el paso de cada una de las advocaciones de la Santísima Virgen, realmente se creó un espacio de oración inmenso, como una gran catedral en la que estábamos 10.000 personas rezando a la Virgen y viviendo con emoción ese momento.
-Hace unos días era la propia diócesis la que entregaba su distinción Pro Ecclesia Onubense al Consejo de Hermandades por su papel en la organización de la procesión magna.
-Así es. Nosotros el día 13 de noviembre celebramos San Leandro y con ese motivo pues se hacen algunas distinciones con la medalla Pro Ecclesia Onubense a personas e instituciones. En este caso hemos querido distinguir al Consejo de Hermandades y Cofradías porque realmente ha sido el Consejo con alguno de sus colaboradores los que han llevado el peso de la de la organización de la Magna. Apoyados por la comisión diocesana que estuvo trabajando durante muchos meses en la preparación de la magna y luego durante la propia celebración. Pero bueno, hemos querido reconocer al Consejo ese protagonismo que ha tenido y esa colaboración suya que ha sido realmente importante.
-¿Qué papel debe jugar las hermandades, la piedad popular, en la evangelización?
-Pues un papel misionero. Es decir, realmente las hermandades tienen en su propio lenguaje, con con su devoción a sus titulares, sea el Señor, la Santísima Virgen, pues hay muchas personas que se acercan a través de una imagen ¿no? Tienen la obligación de que esas personas que se acercan y que a lo mejor no tienen una gran vinculación con la comunidad cristiana, con la Iglesia, con sus parroquias o con la experiencia de fe, pues a través de esa puerta descubran lo grande que es la fe y la suerte que es ser cristiano. Y ya para terminar, la procesión Magna no fue sino un acto más de todo el calendario de celebraciones que la diócesis viene desarrollando en este año con motivo del Año Jubilar.
-¿Cómo se ha vivido en nuestra diócesis este año?
-Nos vamos encaminando hacia el final del Año Santo. Ha sido un momento también donde muchas parroquias y muchas hermandades han ganado el Jubileo peregrinando a los distintos templos jubilares de la diócesis. Yo quiero animar todavía en lo que falta, hasta finales del mes de diciembre que se prolonga el Año Santo, a que los que no lo han hecho, sean parroquias o sean hermandades, cofradías o distintos grupos, que hagan este jubileo como experiencia espiritual, como experiencia comunitaria para alcanzar la gracia propia del Jubileo. La indulgencia plenaria que nos purifica del pecado y que, en la medida en que acometamos con sinceridad esa experiencia de conversión, pues ganaremos en el encuentro fraterno de unos con otros. También particularmente con los más pobres y al mismo tiempo seremos un testimonio cristiano más nítido y más convincente, más coherente en nuestra sociedad y en el mundo en el que vivimos.
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