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El runrún: Un cierre donde casi todos pierden
La clausura de la cafetería del Juan Ramón Jiménez, abierta irregularmente desde hace más de un mes, demuestra lo mal que se ha gestionado la prestación de este importante servicio hospitalario
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En todo el despropósito que supone el cierre de la cafetería del hospital Juan Ramón Jiménez, como lo es en buena medida el historial de esta concesión que supone un servicio básico para pacientes y trabajadores del centro, no es difícil sospechar quiénes terminarán pagando las consecuencias. En primer lugar, los empleados de la cafetería, que hasta el pasado jueves seguían trabajando pese a que el pasado 31 de mayo expiró el contrato que habilitaba a la empresa a prestar ese servicio. Después de más de un mes operando de una forma totalmente irregular y tras el cerrojazo decretado por las autoridades, de momento desconocen cuándo podrán retomar su labor en este negocio hostelero.
Y evidentemente, los perjudicados son también los trabajadores del hospital, así como muchos pacientes y sus familiares, que ahora no tendrán más opción que salir del Juan Ramón Jiménez para acudir a la alternativa más cercana, la terraza bar Platero, situada junto a la rotonda de entrada al centro hospitalario, un local que si habitualmente anda sobrado de clientela, con el cierre decretado podría convertirse en un lugar bastante incómodo. Además, ya se oyen quejas respecto a la diferencia de precio, pues si en la del hospital se podía desayunar perfectamente por menos de dos euros, el del exterior no será ni mucho menos tan económico. Eso quien pueda, pues no todos los trabajadores pueden salir a desayunar ni todos tienen una sala de descanso donde puedan hacerlo dentro del centro sanitario. Como podemos ver, un problema que afecta a muchísima gente, impropio del principal centro sanitario de la provincia y que, hace tiempo debería estar solucionado.