Focus / Lantia Escénica. XXXVII Festival de Teatro y Danza de Niebla

Arriesgada versión

Llega uno a la alcazaba iliplense con la mosca detrás de la oreja por alguna reseña leída con anterioridad sobre este Tartufo de Ernesto Caballero. Crónicas que no estaba muy de acuerdo con la manera de versionar un clásico y más aun tratándose de un texto archiconocido, toda una referencia en la obra del padre de la Comèdie Française.

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Bastaron los primeros compases de la función para despejar dudas y que los espectadores nos percatáramos de que no era una obra de Jean Baptiste Poquelin, sino más bien que el texto del comediante francés se ha utilizado para construir una obra de teatro, por lo que vimos sobre las tablas iliplenses, bastante acertada, y por lo demás adaptada a un público amplio, pero sin caer en la vulgaridad, incluyendo el humor grueso que a veces asoma en los diálogos o en los gestos. En todo caso hay algún detalle en principio chirriante al que a medida que va transcurriendo la acción te vas amoldando o lo vas asumiendo.

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Tal es el caso del personaje de Dorina, o Doris, y hacemos referencia a él por ser el más llamativo, pues ya no aciertas a saber si es la limpiadora del teatro o la criada de la casa, aunque en todo caso es lo suficientemente lista y clara en sus manifestaciones tanto en uno como en otro papel. Precisamente es una de las escenas más relevantes de tan estupenda actriz, María Rivera, la que vemos prescindible en grado sumo, la del tiktok que acaba siendo un pegote complicado de ajustar a una obra con un ritmo, como el planteamiento general de la función, bastante arriesgado.

Al final, ya les voy diciendo, resulta un ritmo asumible y grato. Los actores, y en grado sumo, contribuyen a ello. Extraordinarios en todo momento y es menester insistir en ello. En todo momento. La obra, salvando algún contratiempo como este del baile ridículo y la ramplona música de moda, logra mantener un ritmo vivo y atractivo.

De Pepe Viyuela poco habría que decir que no se haya dicho ya. Es garantía de profesionalidad y de saber estar cada milésima de segundo sobre las tablas. Tiene la naturalidad –credibilidad- que solo alcanzan a tener los mayores genios de la escena, y para colmo ha estado muy bien acompañado por un grupo de actores que al igual que quien tinta en primer lugar los carteles de la obra, están en todo momento ajustados a sus movimientos, metidos en su papel –perdonen la insistencia-, o en sus respectivos dobles papeles habría que puntualizar, porque al fin y al cabo, el clásico acaba representándose con un final quizás no muy acertado al incluir unas aclaraciones que el público tiene ya más que asumidas. Son muchos más los aciertos. Ernesto Caballero se sirve del Tartufo para traer a estos tiempos –y el decirlo durante la representación implica cierta redundancia- el mismo espíritu crítico con el poder y con la manipulación que movió a Molière a componer no solo esta sino todo el conjunto de su obra.

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Un elenco fantástico con actores de un nivel sobresaliente, a lo que se debería añadir una escenografía excepcional, apoyada simplemente en cuatro burros, con espejos en los laterales, cargados de ropa. Solo eso y la iluminación, porque la iluminación juega un papel relevante en la escenografía y en el resultado final. Simplemente perfecta. Recuérdese, por poner un ejemplo concreto, la sombra de Tartufo cuando manifiesta su verdadera personalidad, reflejada en el paraíso, que en esta ocasión es el muro del patio de armas del castillo de los Guzmán. Es el ambiente creado por la medida iluminación lo que al fin y al cabo más sorprende y se agradece. Otro tanto ocurre con el vestuario, a la vista del público, que también forma parte de la escenografía y por lo tanto de la pieza que se representa. En cuanto al apartado musical, o por mejor decir al sonido, era apenas audible en algunos momentos, pero acompaña más que bien a la función. 

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Buen inicio del festival de teatro y danza, que tal como hemos escrito en anteriores ediciones, debería arriesgar a doblar función en algún espectáculo. Este último sábado de nuevo hubieron de colgar el cartel de no hay billetes. Y para la semana próxima, nada menos que la Compañía Nacional de Danza con la Carmen que sirviera al coreógrafo sueco Johan Inger para alzarse con el Benois de la Danse, en 2016, el premio internacional de la danza con mayor prestigio en el mundo. Esperemos que resten entradas aún, porque perderse este espectáculo se nos antoja como un auténtico pecado y de los chungos además, de los que te llevan directamente a las calderas de Pedro Botero, en pelota picada y sin aire acondicionado ni nada que se le parezca. En fin, que siga la fiesta porque la magnífica programación de esta edición del festival impulsado por la Diputación de Huelva no ha hecho más que empezar. 

TARTUFO alrededor de la obra homónima de Molière una dramaturgia escrita y dirigida por Ernesto Caballero. Escenografía: Beatriz San Juan. Iluminación: Paco Ariza. Espacio sonoro: Luis Miguel Cobo. Vestuario: Fernando Muratori. Asesoría de movimiento: Karina Garantivá. Reparto: Pepe Viyuela, Paco Déniz, Silvia Espigado, Germán Torres, María Rivera, Estíbaliz Racionero, Javier Mira y Jorge Machín.

Alcazaba de los Guzmanes del castillo de Niebla. Aforo: 900 localidades, Lleno. 16 de julio, 2022.

Apertura de la trigésimo séptima edición de la muestra iliplense, con nuevo director en una de las más importantes manifestaciones artísticas de Andalucía. La Diputación de Huelva ha tirado de recursos humanos para encontrar un responsable ante la baja de quien ha sido durante muchos años director de la muestra, Juan Antonio Estrada, imbuido ahora en otros proyectos no menos importantes, pero al que no se le caen los anillos y bajó a Niebla este sábado para echar una mano ante la situación creada por la ausencia por enfermedad de varios miembros del staff técnico. Es menester reseñar que no se ha notado en absoluto la incorporación de Lauro Anaya a la conducción del Festival de Niebla, lo cual es elogio más que evidente al feliz desempeño de sus funciones. Les deseamos desde estas líneas a ambos dos mucha suerte en sus respectivos retos. Desde luego categoría intelectual y humana no les faltan.

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