carta al director

El himno de Huelva

Ayer estuve en el acto de entrega de las medallas y nuevos nombres de calles o plazas a ciudadanos e instituciones que cada año la corporación municipal concede por su relevancia educativa, artística o social y/o su entrega a la defensa o promoción de la ciudad. El acto estuvo bien organizado y presentado dignamente por Daniel Mantero. Los videos preciosos contribuían a centrar y ambientar la presentación. Los discursos salvo el del señor alcalde que pecó, para mí de largo, fueron sinceros, entrañables e incluso emotivos.

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Nada que objetar, por tanto, ni en la elección merecida de los homenajeados ni en el acto en sí. El problema vino, para mí, cuando la banda atacó el himno que se había anunciado como oficial de Huelva. Seguramente por mi ignorancia quedé perplejo. Y mirando a mi alrededor me pareció percibir en las caras de las personas que desde mi sitio podía observar, la misma sensación de sorpresa y estupor. Todos los asistentes puestos de pie respetuosamente ante el anuncio de la interpretación, esperábamos la música que nos acompañara en la letra que todos sabemos y que identificamos en nuestra mente como propio de nuestra ciudad. Y allí en nuestras bocas se quedó truncada Con el brillo de plata de la salina… con el que comienza el conocido pasodoble. Sin embargo, inquietos pero en silencio, estuvimos escuchando una música que se nos antojó demasiado larga,  ajena e incluso extraña, porque suena más a jotilla o a alguna canción valenciana o catalana. Después me enteré que la anterior corporación había encargado este himno con letra y música para hacerlo oficial. Qué error, qué pena de tiempo y dinero invertido porque lo que es ya patrimonio del pueblo como “Mi Huelva tiene un ría”, tardará siglos en sustituirse. Tendremos que hacer una campaña de difusión del nuevo para que llegue a un mínimo de  ciudadanos y ciudadanas de nuestra tierra.

Ahí tenemos el ejemplo de Asturias, que hizo oficial un himno que todos conocemos, asturianos o no, y que es el primero que se nos viene a la boca cuando con dos copas celebramos algún acontecimiento. O el de España, al que los diversos intentos de ponerle letra no han fructificado frente al “chunda, chunda”, conocido. ¿Qué hacemos? ¿Encargamos otra música con una letra distinta?

Creo que es una pena desaprovechar el conocimiento que el público en general tiene del pasodoble tradicional. Solo hay que ir a las verbenas de los barrios o a un concierto de la banda municipal para ver cómo personas de todas las edades cantan con orgullo y a pecho agarrado:

“Mi Huelva tiene una ríacon playas de terciopelodonde la morena míamoja su mata de pelo”.

José María Rodríguez. Huelva

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