Sobre el ego como potente motor cultural
El ego es como una camiseta de Maradona. Con sus rayas blancas y celestes. Con su diez en la espalda. Cuando la llevas puesta, te sientes como Dios, más fuerte (hasta parece que te crecen los bíceps), más guapo, más seguro, más poderoso... Más todo. Pero la camiseta no te da habilidades reales. El ego tampoco.

Todos tenemos el nuestro. El tamaño ya depende de cada uno. Es esa vocecilla interior que te suelta cosas tipo: Dile que conoces al director ese raro que ha dicho, ponle fueguitos a sus stories, pero después deja la conversación a medias, eso podrías hacerlo tú mejor y más rápido... y así un sinfín de afirmaciones de persona que se cree doberman, Batman o Patrick Bateman.

Freud lo vio venir (qué visionario, el Sigmund). Nos advirtió que tuviéramos cuidado con él y con sus hermanos, que lo mantuviésemos a raya, que era como un licántropo que nos devoraría enteritos si lo dejábamos campar a sus anchas. Lo recomendable es que no nos pasemos ni por exceso ni por defecto, porque, aunque a veces sea como una alimaña, el ego es útil. Sobre todo si eres artista.
¿Qué creéis que nos lleva a sacar del cajón esa novela y mandarla a una editorial? ¿Qué creéis que nos motiva a exponer en una sala nuestras obras de arte? ¿Qué creéis que nos impulsa a hacer bolos, guitarra en mano, por los bares de la ciudad? ¿Qué creéis que nos empuja a subir nuestros bailes a TikTok? Pues claro, el ego.
Nos incita al éxito, a creer en nosotros mismos, a potenciar talentos ocultos (o inexistentes). Nos insta a querernos como podríamos ser, a visualizarnos como deidades, como seres de otro planeta capaces de cualquier cosa. Y de eso se nutren la cultura y las artes, de los narcisos de pacotilla que son alimentados, a su vez, por las redes sociales.

Pero mejor vivir en la irrealidad del ego que en la sinceridad del yo, más triste siempre, dónde va a parar, más fea, más caca. Así que compra acciones de ti mismo, véndete como el mejor producto. Conozco a muchos (pero muchos) artistas que lo hacen y les va bastante bien habitando en su burbuja autoinflada a pleno pulmón.
Dice Eckhart Tolle que el ego siempre está buscando, que busca añadirse algo más de esto y de lo otro para completarse. ¿No es lindo? Quiere que nos perfeccionemos, que nos pulamos para convertirnos en diamantes, que seamos el superhombre nitzscheano hecho carne. Debemos escucharle y hacerle caso, para ser nuestros propios ídolos. Para ser todos El Pelusa.