Sobre 'Operación Palace'
No es novedad que la noche del domingo y la mañana del lunes se hable, y mucho, sobre lo visto en la entrega semanal de Salvados, el programa de Jordi Évole, pero en esta ocasión todo ha sido diferente. Hay cierta división entre quienes entendieron aceptable la broma gastada con el documental ficción (así lo llaman) sobre el 23-F, y quienes piensan que estuvo fuera de lugar y se sintieron engañados.
Lo primero que he de decir es que, personalmente, no me gustó demasiado, aunque no voy mucho más allá. No me siento engañado o indignado, aunque sí algo desencantado por el mero contraste entre mis expectativas previas a lo que esperaba un reportaje de investigación fiable y lo que finalmente fue.
Porque, en esencia, si pudiéramos resumir las razones de aquellos que se han sentido decepcionados con el programa, casi todas apuntarían a una mezcla de decepción y vergüenza personal por pensar que todo era cierto. También hay muchas personas que piensan que no se debe bromear con un episodio clave en la historia nuestro país y nuestra democracia, pero creo que los tiros fueron más por otro lado. No nos gusta sentirnos tontos, ni que nos tomen el pelo. Es una cuestión de confianza. Ayer leía por Twitter que la gente se indignaba porque el Follonero había hecho un programa propio del Follonero. Toda una ironía que no veo ajustada a la realidad. El Follonero fue en su inicio, con Andreu Buenafuente, pero hace mucho que se alejó de ese personaje para convertirse en Jordi Évole, que representa otra cosa. Évole se ha ganado a pulso un reconocimiento alto por su periodismo de investigación estrechamente vinculado a los problemas sociales y ha sido una voz importante de denuncia frente a las injusticias. Sin duda, la reactivación de la investigación del accidente del metro de Valencia es uno de sus grandes, grandísimos, logros.
Por esa razón, por ese compromiso, muchas personas se sentaron ayer frente al televisor. Para ver a Jordi Évole, no al Follonero. Es lícita la decepción y el enfado, aunque tampoco se han de cargar las tintas contra él o el programa. No creo que haya perdido crédito para el futuro y sí estoy seguro de que no volverá a vender algo como cierto sabiendo que no lo es. De todo se aprende.
Porque no dejo de estar de acuerdo con varias de las ideas que transmite. Es cierto que debemos plantearnos nuestra manera de consumir medios de comunicación y supuestas informaciones que son inciertas, sin que nadie lo reconozca. Es cierto que no es de recibo que siga habiendo documentos clasificados sobre ese hecho y no se pueda saber qué ocurrió realmente aquel día. Porque todos sabemos que hay muchas cosas que no se saben de aquel día, por mucho que puedan intuirse. Todo eso es cierto, pero una vez aceptado todo esto, cabe decir que lo que ayer ofreció Salvados no fue periodismo y lo había vendido como tal. Ahí está el meollo del asunto y la razón por la que es lícito que alguien se moleste por sentirse engañado. A partir de ahí, es una elección personal.
Quién sabe, no dejo de pensar en que, quizá, dentro de unos años, cuando por fin salga todo a la luz, recordemos este trabajo de Évole y nos sorprendamos al ver cuántas cosas de las que contó eran ciertas, a pesar de que nos dijera que no lo eran. No descarto que haya ofrecido una versión muy aproximada a la realidad (José Luis Garci al margen), pero que se haya cubierto las espaldas disfrazándolo de ficción. El tiempo nos dirá, en todo caso.