Psicosalud
Poner límites
En muchísimas ocasiones, y especialmente en las sesiones de terapia, he hablado con personas que confunden ‘ser bueno’ con no poner límites a los demás. He escuchado frases del tipo '¿pero cómo le voy a decir que no?” o “y encima me tengo que callar, porque si le digo algo la mala soy yo”.

Muchas personas hemos aprendido a evitar los enfrentamientos para conseguir la aprobación de los demás, pero, sintiéndolo mucho, he de decir que eso no es posible. En algún momento entraremos en conflicto con otras personas, forma parte de convivir en sociedad, y evitar las confrontaciones puede tener, a la larga, efectos muy negativos en nuestra salud.
Una de las consecuencias de decir que sí cuando queremos decir que no, o de aguantar situaciones que no nos apetecen, puede ser el hecho de que nos volvamos personas resentidas con los demás. Como no nos atrevemos a hacer lo que realmente queremos, aceptamos lo que otros nos imponen para evitar la confrontación, y entonces el conflicto pasa a estar dentro de nosotros, ya sea mentalmente o en forma de manifestaciones físicas. ¿Qué quiere decir que el conflicto se nos manifiesta físicamente? Pues que el cuerpo, de manera inconsciente, exterioriza todo lo que va mal emocionalmente al no tener otra vía de escape.
Poner límites, decir ‘basta’, dejar de aguantar, parar cuando no queremos seguir… hay infinidad de maneras de llamarlo. El caso es que decir, por ejemplo, ‘hasta aquí quiero llegar’, es una especie de reto que se nos plantea muchísimas veces en la vida, pero del que no siempre somos conscientes. Sin embargo, si ya notas que ha llegado el momento en que te sientes presionado/a u obligado/a a complacer a otra persona, si no te sientes respetado/a por los demás, tal vez sea el momento de plantear la siguiente pregunta: ‘¿estoy poniendo mis límites?’. O más importante aún: ‘¿tengo claros cuáles son mis límites?’.

Vivimos en un mundo en que, forzosamente, tenemos que relacionarnos con el resto de personas, y nuestra supervivencia depende de ello. Ahora bien, según como llevemos nuestras relaciones, éstas nos aportarán beneficios o, al contrario, nos sentiremos agobiados/as y desdichados/as. Para saber si nuestro caso es el segundo podemos hacernos preguntas como ‘¿siento que abusan de mí?’, ‘¿me hacen caso y me respetan?’, ‘¿tomo las decisiones que yo quiero tomar?’.
Si respondemos a estas tres preguntas con sí-no-no, por este orden, puede que la siguiente cuestión que queramos plantearnos sea ‘¿quiero que esta situación cambie?’.
Hay varias maneras de poner límites a los demás, y cada persona decide cuál es la que mejor le viene dependiendo de sus características. Algunos ejemplos de comportamientos a la hora de establecer nuestros límites son los siguientes:
Lo más habitual es que actuemos desde estos diferentes comportamientos según la situación, el tema del que se trate, la persona que tengamos delante… y no que lo hagamos siempre de la misma forma. Se suele decir que lo ideal es que seamos asertivos la mayor del tiempo, aunque esto, como hemos dicho, depende cada cual y tenemos que buscar la manera en la que nos sintamos, teniendo en cuenta que en todos los casos habrá ciertas consecuencias.

Recordemos que en toda relación siempre hay dos partes, por tanto, nadie manipula si no hay otro que se deje manipular, nadie puede ofender si no hay otra persona que consienta la ofensa, nadie puede controlar a los demás si estos otros no se lo permiten. A veces esperamos que sea el otro quien cambie su conducta, y no nos damos cuenta de que es posible que estemos pidiendo algo imposible o muy difícil. Quizá podamos plantearnos el cambio desde nosotros/as mismos/a, ya que cuando mi actitud cambia, la de la gente de mi alrededor también lo hará.
Aprender a poner límites es, como todo aprendizaje, un proceso que requiere un tiempo. La vida, por lo general, va haciendo que tomemos conciencia de todo esto y cambiemos nuestra manera de relacionarnos; sin embargo, si por los motivos que sean nos cuesta cambiar nuestra conducta, siempre tenemos la opción de buscar ayuda para saber dónde está el bloqueo o qué nos está pasando.
Para cualquier duda o cuestión puedes contactar conmigo. Estaré encantada de leerte.
Muchas personas hemos aprendido a evitar los enfrentamientos para conseguir la aprobación de los demás, pero, sintiéndolo mucho, he de decir que eso no es posible. En algún momento entraremos en conflicto con otras personas, forma parte de convivir en sociedad, y evitar las confrontaciones puede tener, a la larga, efectos muy negativos en nuestra salud. Una de las consecuencias de decir que sí cuando queremos decir que no, o de aguantar situaciones que no nos apetecen, puede ser el hecho de que nos volvamos personas resentidas con los demás. Como no nos atrevemos a hacer lo que realmente queremos, aceptamos lo que otros nos imponen para evitar la confrontación, y entonces el conflicto pasa a estar dentro de nosotros, ya sea mentalmente o en forma de manifestaciones físicas. ¿Qué quiere decir que el conflicto se nos manifiesta físicamente? Pues que el cuerpo, de manera inconsciente, exterioriza todo lo que va mal emocionalmente al no tener otra vía de escape. Poner límites, decir ‘basta’, dejar de aguantar, parar cuando no queremos seguir… hay infinidad de maneras de llamarlo. El caso es que decir, por ejemplo, ‘hasta aquí quiero llegar’, es una especie de reto que se nos plantea muchísimas veces en la vida, pero del que no siempre somos conscientes. Sin embargo, si ya notas que ha llegado el momento en que te sientes presionado/a u obligado/a a complacer a otra persona, si no te sientes respetado/a por los demás, tal vez sea el momento de plantear la siguiente pregunta: ‘¿estoy poniendo mis límites?’. O más importante aún: ‘¿tengo claros cuáles son mis límites?’. Vivimos en un mundo en que, forzosamente, tenemos que relacionarnos con el resto de personas, y nuestra supervivencia depende de ello. Ahora bien, según como llevemos nuestras relaciones, éstas nos aportarán beneficios o, al contrario, nos sentiremos agobiados/as y desdichados/as. Para saber si nuestro caso es el segundo podemos hacernos preguntas como ‘¿siento que abusan de mí?’, ‘¿me hacen caso y me respetan?’, ‘¿tomo las decisiones que yo quiero tomar?’. Si respondemos a estas tres preguntas con sí-no-no, por este orden, puede que la siguiente cuestión que queramos plantearnos sea ‘¿quiero que esta situación cambie?’. Hay varias maneras de poner límites a los demás, y cada persona decide cuál es la que mejor le viene dependiendo de sus características. Algunos ejemplos de comportamientos a la hora de establecer nuestros límites son los siguientes: Comportamiento totalmente pasivo: permitimos cosas que no queremos, aceptamos insultos más o menos explícitos, accedemos a imposiciones con las que no estamos de acuerdo, callamos lo que nos gustaría decir, no nos atrevemos a hacer valer nuestra posición u opinión, etc.tComportamiento pasivo-agresivo: aquí podemos incluir actitudes tales como evitar las confrontaciones pero al mismo tiempo boicotear a los demás de forma encubierta, callarnos lo que realmente pensamos y luego hacer lo que queremos sin tener en cuenta al otro, lanzar indirectas más o menos dañinas para los demás aunque después accedamos a lo que nos piden, y un larguísimo etc.tComportamiento abiertamente agresivo: defendemos nuestros derechos ofendiendo a los demás, somos deshonestos, manipulamos, pasamos por encima de quien sea necesario, imponemos nuestro punto de vista, dominamos, degradamos, humillamos, etc.tComportamiento asertivo: aquí hacemos valer nuestra opinión, defendemos nuestros derechos sin violar los de otras personas, expresamos directamente nuestros sentimientos y necesidades respetando los del resto, etc. Lo más habitual es que actuemos desde estos diferentes comportamientos según la situación, el tema del que se trate, la persona que tengamos delante… y no que lo hagamos siempre de la misma forma. Se suele decir que lo ideal es que seamos asertivos la mayor del tiempo, aunque esto, como hemos dicho, depende cada cual y tenemos que buscar la manera en la que nos sintamos, teniendo en cuenta que en todos los casos habrá ciertas consecuencias. Recordemos que en toda relación siempre hay dos partes, por tanto, nadie manipula si no hay otro que se deje manipular, nadie puede ofender si no hay otra persona que consienta la ofensa, nadie puede controlar a los demás si estos otros no se lo permiten. A veces esperamos que sea el otro quien cambie su conducta, y no nos damos cuenta de que es posible que estemos pidiendo algo imposible o muy difícil. Quizá podamos plantearnos el cambio desde nosotros/as mismos/a, ya que cuando mi actitud cambia, la de la gente de mi alrededor también lo hará. Aprender a poner límites es, como todo aprendizaje, un proceso que requiere un tiempo. La vida, por lo general, va haciendo que tomemos conciencia de todo esto y cambiemos nuestra manera de relacionarnos; sin embargo, si por los motivos que sean nos cuesta cambiar nuestra conducta, siempre tenemos la opción de buscar ayuda para saber dónde está el bloqueo o qué nos está pasando. Para cualquier duda o cuestión puedes contactar conmigo. Estaré encantada de leerte. Esperanza Gómez Harrieroegharriero@cop.es@PsicologaHuelvahttps://www.facebook.com/HarrieroPsicoterapiaswww.esperanzagomezharriero.com