PERIBÁÑEZ Y EL COMENDADOR DE OCAÑA EN EL XXXVI FESTIVAL DE TEATRO Y DANZA DE NIEBLA
Reconocernos
Noviembre, esta excelente compañía teatral, nos está ayudando a reconocernos, a que seamos conscientes de quienes somos conociendo lo que fuimos, de que el siglo de Oro fue vanguardia y vindicación de trasuntos que hoy pueden parecer nimios, pero que entonces no lo fueron tanto.

PERIBÁÑEZ Y EL COMENDADOR DE OCAÑA de Félix Lope de Vega y Carpio en versión de Yolanda Pallín. Dirección: Eduardo Vasco. Escenografía y atrezo: Carolina González. Iluminación: Miguel Ángel Camacho. Música y canciones: Eduardo Vasco. Vestuario: Lorenzo Caprile. Reparto: Rafael Ortíz, Isabel Rodes, Alberto Gómez Taboada, Elena Rayos, José Ramón Iglesias, Francisco Rojas, Jesús Calvo, Manuel Pico y Daniel Santos.
Alcazaba de los Guzmanes del castillo de Niebla. Aforo: 900 localidades (la prevención y la normativa de dejar dos asientos libres entre grupos de convivientes, no cuadra matemáticamente para alcanzar porcentajes de ocupación muy altos. Ayer, casi un 43%, quiere decirse lleno); 24 de julio, 2021.

Empezaremos por el final, fantástico, impactante, magnífico. Eduardo Vasco, el responsable de medir esta pieza de Lope con exactitud, de cabo a rabo, opta por plantar en la corbata del escenario a Peribáñez no para dar cuentas al rey, sino para dar fe al público de lo que ha ocurrido con el Comendador, que no es otra cosa de narrar cómo estaban cambiando los tiempos en ese siglo que llaman español en todos los manuales de Historia del mundo, pero que nosotros preferimos llamar de Oro. Un siglo, el XVII, económica y socialmente trágico y no solo aquí, sino en toda Europa, aunque en el solar hispánico vinieran a sumarse a las hambrunas, las guerras y las epidemias, el declive de las entradas de oro y plata americanos, una crisis sobre otras crisis que hizo desabastecer los mercados como bien muestran las pinturas costumbristas del barroco español (1). Avisamos de esto para entender mejor los atuendos y detalles que nos colocan en escena a un labriego que sabe de letras y no viste demasiado mal, por mucho que su estamento social (2) quede mucho más abajo que el de la nobleza a la que se enfrenta con honor y por supuesto con la maestría prestada por el Fénix de los ingenios, del Apolo de la Corte, don Félix Lope de Vega y Carpio.

Acabaremos por el principio, por el momento en que salen a escena unos actores dichosos y contentos, alegres, dispuestos a regalar al público una versión adecuada de la pieza de Lope. Y lo consiguen. De hecho, así están a lo largo de toda la obra, encantados de hacer feliz a un público deseoso de encontrarse con espectáculos tan hermosos como este que la compañía Noviembre ha sabido confeccionar de una manera tan hábil como hermosa.

(1) Repasen mentalmente al aguador, a la vieja friendo huevos, o a los niños comiendo uvas y melón, o lean el Buscón o el Lazarillo para entender cuál era la realidad en este Imperio que se venía irremisiblemente abajo.(2) La única ley que rige el mundo desde que es mundo, es la de la oferta y la demanda. Menos metales americanos, menos circulación monetaria, y menos posibilidades de importar bienes de consumo elementales, lo cual nos lleva a un mayor desabastecimiento. Los labradores de principios del siglo XVII, como ocurriera en los campos arenosos del litoral onubenses en las últimas décadas de la pasada centuria y hasta la fecha, ven como el valor de sus productos está al alza. Labriegos como este que nos retrata Lope podían acceder a una mínima alfabetización e incluso a vestir con los lujos que ha copiado de modelos de la época, y no sin tino, el gran Lorenzo Caprile, responsable del vestuario.(3) En tiempos del tercero de los felipes, con los Austrias menores, pero ya antes, España era el lugar más urbanizado de Europa y en concreto Sevilla era si no la más si una de las más pujantes de toda Europa. El hecho de que en este puerto fluvial se asentaran comerciantes de todos los países europeos, propició que el arte de pintores como Murillo y muchos otros se exportara en cantidades notables hacia cualquier lugar del continente. Esta es la razón de que muchas piezas maestras de Murillo se encuentren en las más prestigiosas pinacotecas del centro y el norte de Europa.
