'BURRO', DE Ay Teatro y la coproducción del Teatre Romea
Lo burros que somos
XXXIX Festival de Teatro y Danza de Niebla
La función realmente era de y para Carlos Hipólito, ese gran actor capaz de ser el más burro sin necesidad de dar una sola coz y llenar, solo o en buena compañía, toda la escena
Teatreros
Una versión sin Chispa
Bernal con Rodin al fondo

Un asno como línea conductora de una diatriba animalista que en estos tiempos de confusión en los que se busca la verdad absoluta, sin complejidad que valga, y el buenismo viene a ser un ingrediente esencial en tan incierto navegar, nos alcanza una obra que usando textos de todo tiempo, lugar y condición, lamentan que el lomo de un pobre burro sea destino de palos y latigazos a cascoporro. El hombre, como es natural, es el malo de la historia. El malo y el más idiota.
Hace dos mil doscientos y pico de años se celebraban, tal como estas que hoy acaban, unos Juegos Olímpicos en la antigua Grecia. En aquel acontecimiento de culto por entonces solo a la testosterona, Crisipo, un pensador estoico (1) que en su juventud fue atleta, estaba de fiesta como todos en aquellos días de ir más alto, de ser más rápido y más fuerte. El filósofo había estado bebiendo vino y debía estar contento cuando vio a un burro pincharse en unas tuneras al intentar comerse unos higos chumbos. Se separaba de los higos y volvía a la carga el pobre burro, que no paraba de pincharse sin conseguir comerse un puto higo. Crisipo, entre la tajá de vinagre (2) que llevaba encima y el burro que no cejaba en su empeño, no paraba de reír. Al fin el burro logró hacer caer al suelo algunos higos, y Crisipo pidió que le dieran vino al burro para lavar los higos (3), riéndose de su propia ocurrencia hasta congestionarse, quedarse sin aire y morir de risa, ad litteram, que no se puede decir que sea mala manera de acabar uno con sus días de esta manera. A Crisipo le queda el eximente de estar bebido, y al burro tiene la excusa de ser eso, un burro, un animal al que el Génesis, como nos recuerda Álvaro Tato en su texto, puso bajo la dirección escénica del hombre.



Juan Ramón, Cervantes, Plauto, Apuleyo, Ovidio, Perrault, Shakespeare, La Fontaine… De todos estos y de algún otro ha tomado Álvaro Tato ideas y textos para componer una función preocupada por la defensa del burro y de los animales en general. Entre esas infinitas especies animales estamos nosotros, capaces de cometer todo tipo de burradas y atrocidades tales como la de matar a un pobre cerdo, descuartizarlo, secar sus perniles y pasado el tiempo, amojamadas esas partes del cadáver, disfrutarlas y hasta calificarlas en función de sus cualidades organolépticas. Así es la vida mal que les pese a veganos y anacoretas (4). Los burros, los que van quedando, serán burros y los hombres, en muchas ocasiones, serán más burros aún, pero humanos, al fin y al cabo. En defensa de nuestra especie podríamos decir que desde que pintábamos caballos y bisontes en Altamira o Lascaux, hasta hoy mismo, hemos pasado de andar cazando como buenamente podíamos un onagro para tener proteínas que nos ayudaran, junto a la coyunda, a sobrevivir y mantener la especie sobre la faz de la Tierra, a lanzar sondas espaciales que hace poco salieron del Sistema Solar para avisarnos que más allá se extiende el silencio insondable del que formamos parte. Quiero decir que progresamos adecuadamente. Pero volvamos a la obra de AY Teatro y dejemos la filosofía para los tertulianos de los programas del corazón de la televisión, que son los que saben.

Carlos Hipólito muy bien. Y bien acompañado en esta función. A este notabilísimo actor le dices que haga de burro y es capaz de rebuznar sin dejar que el espectador se pare a pensar que lo que tiene en el escenario es una persona humana y no un burro. Carlos Hipólito es lo que le pongan por delante. Un actor enorme que a pesar de los años es capaz de revolcarse por el suelo y levantarse él solo, sin necesidad de llamar al 112, como nos ocurre a otros de su misma quinta. Se mueve por el escenario con una extraordinaria facilidad, atado o sin atar, y es capaz de cambiar de voz y de
Hipólito se mueve por el escenario con una extraordinaria facilidad y es capaz de cambiar de voz y de acento hasta en una misma frase. Mil acentos en su extraordinaria actuación, entre ellos el andaluz
acento hasta en una misma frase. Mil acentos en su extraordinaria actuación, entre ellos el andaluz, adosado a un bandido, qué le vamos a hacer. Los autores, o el autor de esta diatriba animalista, mantiene feliz y dichoso todos los tópicos, entre ellos el del andaluz adscrito al mal vivir. Pobres autores atados a la mediocridad, sin altura de miras como para ser capaces de ver ni de sentir que en estas tierras del sur somos y vivimos como en cualquier otro lado. Con mejor clima, eso sí, y con jamón del bueno, gambas blancas como la Luna y las estrellas y un vino mucho mejor que el que llevó a Crisipo a alcanzar el sueño eterno.
Decíamos que Carlos Hipólito estuvo muy bien acompañado. Y así fue. Iballa Rodríguez y Fran García son dos claros exponentes de que los que vienen detrás están sobradamente formados. Es común, lo ha sido siempre a lo largo de la historia, despreciar a las generaciones que nos van a sustituir en un corto espacio de tiempo. Eso es hasta humano. Pero la realidad es que detrás vienen pitando que se las pelan. Estos dos actores, con su buen hacer, y con la formación que demuestran a lo largo de toda la obra, siempre metidos en una bipolaridad sobresaliente, así nos lo hicieron ver el sábado en la alcazaba de los Guzmán. Vestuario, iluminación, escenografía y todo lo demás, correcto. La función realmente era de y para Carlos Hipólito, ese gran actor capaz de ser el más burro sin necesidad de dar una sola coz y llenar, solo o en buena compañía, toda la escena. Magníficos y sobresalientes todos ellos. Tato y Cáceres, también, por supuesto. Una buena noche de teatro en Niebla. El año pasado trajeron un extraordinario Vive Molière al castillo de Niebla, esperemos que el próximo año vuelvan por aquí.
'Burro', textos de distintos autores. Dirección: Yayo Cáceres. Dramaturgia y versión de los distintos textos: Álvaro Tato. Vestuario: Tatiana de Sarabia. Iluminación: Miguel Ángel Camacho. Música: Yayo Cáceres. Escenografía: Tatiana de Sarabia y Ay Teatro. Intérpretes: Carlos Hipólito, Fran García (actor y músico), Iballa Rodríguez (actriz y músico, Manuel Lavandera (guitarra)Alcazaba de los Guzmanes del castillo de Niebla. Teatro accesible. Aforo: 900 localidades, casi lleno. 10 de agosto, 2024.
De nuevo el dúo AY, Álvaro y Yayo, en Niebla con una de sus musicales construcciones teatrales. Curiosamente su grupo de procedencia, Ron Lalá, abre el próximo mes de septiembre la temporada de otoño en el Gran Teatro con ellos dos como autores en una recopilación de sus más celebrados éxitos.
(1) El estoicismo, según nos cuentan influencers y youtubers procedentes de esa cloaca máxima que son las redes sociales, está de moda. En unos tiempos en los que la mediocridad dicta las normas, resulta que el pensamiento de los estoicos está de moda. Ese dejar que todo fluya a tu alrededor en el convencimiento de que no hay nada que hacer ante los despropósitos y las barbaridades que nos acechan por todos lados, como el fuego al burro de la función del sábado, eso está de moda entre el común de la población, y nosotros semejante aserto nos lo tenemos que comer con papas. Vamos, para mear y no echar gota.
(2) El vino en la Antigüedad era de tan mala calidad que debían mezclarlo, en amplias cráteras, of course, con agua y miel. Sólo así se podía beber semejante aguachirri avinagrado.
(3) Sabido es, al menos entre quienes disfrutáis de una edad adulta y que en algún momento haya estado mínimamente asilvestrada, que los higos se refriegan por la tierra para quitarle las espinas. De ahí que Crisipo pidiera vino para lavar los higos que al fin se pudo comer el burro tras frotarlos por la tierra.
(4) San Antonio Abad, patrón de Trigueros, curó a un cerdo en sus tiempos de retiro en el desierto egipcio. El guarro, que a saber qué hacía en el desierto, le acompañó fielmente durante toda su vida, de ahí que al santo se le represente siempre con un cerdito al lado. Verdaderamente cautivadora la tabla del Bosco 'Las tentaciones de San Antonio Abad', múltiples y diversas según recogen San Atanasio de Alejandría en su vida de San Antonio y Jacobo de la Vorágine en la Leyenda Áurea. El museo de Bellas Artes de Sevilla tiene en sus imperdibles paredes un montón de sanjerónimos, pero en la versión con la piedra para machacársela cuando le llegaban las tentaciones.