Atletismo
Una década tras los 800 metros dorados de Cortés
El 8 de agosto de 2004 José Manuel Cortés hizo estremecer de alegría a los onubenses que presenciaban la final de los 800 metros del Campeonato Iberoamericano de Huelva. Fueron un minuto, 46 segundos y 51 centésimas de emoción culminados en una desbordante explosión de júbilo al proclamarse el lepero campeón iberoamericano en meta. Firmó una inolvidable demostración de fuerza y convicción, una carrera sensacional, con la que imprimió una histórica huella.

Hasta que los recién nacidos no empiezan a llorar a pleno pulmón para romper el silencio no parece que empiece a correr el reloj para ellos. El estadio Iberoamericano se construyó antes, pero nació el 8 de agosto de 2004, cuando rugió como nunca por primera vez, cuando lloró de emoción, cuando cada asiento ocupado de su graderío contenía un alma que jaleaba a un joven atleta de Lepe que se exprimía a fondo sobre el tartán. Perseguía la medalla de oro en la prueba de los 800 metros del Campeonato Iberoamericano ‘Huelva 2004’ y la mínima olímpica para los Juegos de Atenas. Ese día, diez años atrás, José Manuel Cortés Medina, con 21 años, consiguió lo primero y no lo segundo, pero sobre todo protagonizó una carrera inolvidable para el atletismo onubense, en el que escribió la historia con sus zapatillas, 800 metros dorados que dejaron una huella indeleble en un escenario donde aún resuenan gloriosos ecos y moran nuevas esperanzas.

Un minuto, 46 segundos y 51 centésimas contienen la carrera de su vida, por la que se le recuerda a pesar de lo mucho y bueno que ha hecho en este deporte. Fue también la carrera de las vidas de quienes lo vieron crecer y conseguir sus metas, la de quienes soñaron tantas veces una pista para Huelva y onubenses triunfando en ella. La perspectiva permite ver en ese hito un destello brillante en unos tiempos en los que la generación de Diego Santos, José Miguel Martínez Pachón, José Manuel Hermoso y Mónica Botello daba la mano a la de Emilio Martín, Alba López y el propio Cortés, un héroe que prendió de orgullo Lepe con toda España de testigo ante la televisión, que también contempló una ciudad entregada por primera vez a la organización de un evento deportivo de esta magnitud.
Entonces hubiera sido ‘trending topic’ su hazaña, el ‘hagstag’ #Kortescampeon o alguno similar se hubiera extendido, como ahora lo hacen las medallas mundialistas de su amigo Martín en duatlón. Se hubiera retuiteado y difundido incontables veces esa imagen recogida en todos los medios. En ella, sobre la línea de meta, se está posando un Cortés triunfante, con el rostro poseído por la certera garra de quien tiene un objetivo en la cabeza y sabe que no va a dejarlo escapar. El brazo derecho, victorioso, se extiende y más aún su dedo índice, el icono de la gesta con la que se hizo inalcanzable, con la que se coronó rey iberoamericano, en casa y ante su gente. Un sueño hecho carrera.
Ese instante llegó tras un doble cambio de ritmo que desembocó en una última recta en la que fue apretando los dientes mientras se desplegaba redonda y dinámica su zancada, como queriendo añadir más fuerza a su poderoso final. El principio fue un joven vestido con la equipación de ‘la Roja’ y en ella el dorsal 310. Situado en la calle 3, se agita para activarse antes de echarse a correr e interrumpe su concentración para saludar cuando se anuncia por megafonía su nombre, en torno al que se había desatado la ilusión tras una gran semifinal. La grada soñaba y tocaba palmas por Huelva, entre las que se abrió hueco el disparo de salida.

Cubiertos casi 150 metros Cortés tomó la cuerda, pero desde el otro extremo el brasileño Omar Barbosa Dos Santos se puso en cabeza para lanzar la carrera. El lepero no perdía su estela y sin escatimar esfuerzos se exigía volar hacia su sueño olímpico. El 51.93 al paso por el 400 certificaba que era posible. Barbosa no decaía tras el toque de campana y Cortés seguía obstinado a su espalda, manteniendo a raya al portugués Joao Pires que lideraba un tren veloz y amenazante, con el venezolano Simoncito Silvera y Salva Crespo dispuestos también a todo.
Con 1:12.20 en el crono, Pires aceleró por fuera para tratar de coger la cabeza pero contestó instantáneamente con decisión Cortés, que subió una marcha más y además de aguantar el envite se puso primero y comenzó a despegarse portentosamente. Comenzaba entonces a oler a oro, cada vez con más fuerza a cada segundo; sonaba a oro, en las voces de quienes gritaban a discreción sus nombre, lo estaba tocando, paladeando, casi lo podía ver, pero aún quedaba un mundo.
El comentarista en TVE se preguntaba si podría aguantar sin perder su privilegiada posición, que afianzaba metro a metro. Su sed de triunfo y gloria le conducía inexorable a la línea de meta, que anhelaba, aunque el crono era un enemigo poderoso y el resto de competidores seguían tras él para tratar de darle caza. Pero tenía los mejores aliados. Su fe, la convicción de que era su día, el momento en el que cobrar tantos años de esfuerzo abnegado, y el público enfervorecido le empujaba, toda Huelva hacía latir más potente su corazón para insuflar a sus piernas unas gotas extra de energía.

Con la fatiga a cuestas giraba la cabeza en centésimas de segundo para mirar sin ver, para intuir su retaguardia sin dejar de seguir proyectándose hacia la meta, donde cantó victoria con rabia al completar una secuencia perfecta que se hizo eterna. 1:46.51, una marca personal que valía un oro iberoamericano. Su familia enloquecía de emoción, el orgullo y la admiración de multitud de leperos y onubenses se desbordaba, como las lágrimas de su mujer, Raquel, entonces su novia, que parecía no creérselo y se llevaba las manos a la cara sin articular palabra. Hasta ella llegó Cortés, sin camiseta, encaramándose para compartir con un beso su felicidad. “Cortés queremos verte en Atenas”, decía una pancarta a su lado.
Y lo vieron en Huelva coronarse como rey iberoamericano de los 800 metros, envuelto en la bandera de su pueblo para dar otras 800 vueltas entre tantos conocidos que le reclamaban tras una victoria sensacional, con la que se hizo gigante, con la que demostró su talla ante una gran ocasión. Con el oro ya al cuello, en el podio, sonaba el himno nacional mientras sostenía inquieto el ramo de flores sin lograr detener los dedos y su mirada giraba rápido, sin saber dónde posarse. Un profundo suspiro trataba de liberarle, fruncía los labios después, y aplaudió al final para seguidamente invitar a sus compañeros de podio a ocupar el escalafón más elevado.
Atenas quedó a medio segundo, para siempre en el recuerdo su inspiradora actuación. 10 años después José Manuel Cortés Medina, que da nombre a un poliderportivo en su ciudad, que logró en 2008 rebajar en una centésimás su plusmarca (1:46.50), sigue dando ejemplo de amor al padre de todos los deportes. Sigue entrenando, asumiendo retos, afrontando otras distancias, encarnando el espíritu de los triunfadores en una rutina sacrificada donde negocia con trabajo, familia, el reloj y el calendario, que hoy le recuerdan lo felices que nos hizo a todos.
La final de 800 metros del Campeoanto Iberoamericano Huelva 2004, a partir del minuto 9:11: