Andalucía apuesta por el uso de pantallas en las aulas frente a la ola restrictiva europea
La Junta fue pionera en las limitaciones, si bien rechaza la prohibición total para evitar la 'incompetencia' digital
Los expertos advierten del impacto en la salud mental, falta de atención, de desarrollo de la psicomotricidad gruesa y riesgos asociados con el ciberacoso y el bullying
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Arranca el curso escolar y los colegios se llenan de vida. Niños y niñas correteando por los pasillos, empujones por salir el patio a la hora del recreo, las mochilas apiladas junto a los pupitres, las manchas de tiza que se expanden más allá ... de las pizarras. La vuelta al cole es un regreso a la nostalgia, con enormes semejanzas que se transmiten de generación en generación. Esa armonía, esa paz que emana de la costumbre y la tradición, se quiebra con la irrupción, sonora y visual, del nuevo compañero que ya se ha hecho fijo en las aulas: el teléfono móvil.
Las pantallas electrónicas, con los 'smartphones' como estrellas invitadas, se han consolidado en la sociedad y su influencia llegó a la escuela. ¿Demasiado pronto? ¿Demasiado fácil? Estas cuestiones se debaten y cada vez con mayor intensidad en gobiernos y administraciones de todo el planeta pues la conexión es global. En los países escandinavos abanderan una ola cada vez más restrictiva con su uso en los centros educativos, abogando por la eliminación total. La Comunidad de Madrid ha dado un paso más este año con la prohibición de los deberes digitales en los colegios públicos.
Andalucía, con severas restricciones similares a las de la mayoría en España, apuesta de momento por un modelo de convivencia. Desde 2023 está regulado el uso de móviles y dispositivos, que no se pueden utilizar salvo para fines pedagógicos. El gran reto es enseñar a utilizarlos, al vivir en un mundo digital, y hacerlo de un modo responsable. Asegurar la competencia. La Consejería de Educación entiende que es menester de docentes que el alumnado aprenda también los riesgos que conlleva su uso, por la adicción, la pérdida de intimidad, la protección de datos o las relaciones por redes sociales. Implicando también las familias, para las que se han organizado jornadas específicas.
En las aulas andaluzas, el uso del dispositivo digital convive con normalidad con los libros de texto si bien en Infantil y Primaria se utilizan muy poco los dispositivos. El sistema híbrido empieza a implementarse especialmente en Secundaria, con niños de 12 a 16 años, que ya empiezan a familiarizarse con estas herramientas. La Consejería de Educación fue pionera en la regulación hace dos años y asegura una respuesta muy positiva por parte de los centros, antes muy limitados en sus acciones. «El colegio se ha convertido en el espacio más seguro para el uso de estas nuevas tecnologías», aseguran, merced en parte a una normativa «clara y garantista».
Hay otros modelos más permisivos, como los de País Vasco, Navarra y La Rioja, con un modelo mixto que otorga mayor libertad a los centros. Pero la tendencia es a la restricción después de una ausencia de regulación que, combinada con la situación coyuntural originada por la pandemia, ha culminado en un uso abusivo de estas tecnologías, según los expertos. Cataluña es la última que ha vuelto este curso al cuaderno, lápiz y bolígrafo.
Contra la salud mental
Esta regulación es uno de los principales retos de la comunidad educativa, de psicólogos y especialistas, y de las diferentes administraciones. Los expertos indican que el uso excesivo de los dispositivos impacta negativamente en el bienestar. Un estudio hecho en Noruega afirma que prohibir los teléfonos móviles en los colegios reduce al 60% las consultas de salud mental de los estudiantes, bajando los niveles de ansiedad y estrés.
En España, los diferentes estudios, todavía incipientes, permiten sacar unas primeras conclusiones. Se observan dificultades en las relaciones 'inter pares', y redunda en problemas de expresión con déficit en la comunicación oral, conversaciones menos profundas, reducción del espacio visual y sensorial (apenas se mira a los ojos y el enfoque es más corto) y falta de convivencia con el entorno. También hay un perjuicio en el desarrollo de la psicomotricidad gruesa, favoreciendo una vida sedentaria.
La falta de atención es otra de las cuestiones donde ponen el foco los especialistas, que denuncian como esta faceta 'multitask' (multitarea) que ofrecen los móviles trae consigo carencias para focalizar y afrontar tareas de alta demanda cognitiva. Y por último, en su versión más visible, informes desarrollados en los países escandinavos también revelan una sorprendente reducción en los incidentes de acoso escolar cuando desaparecen los teléfonos. Sin ellos, no hay ciberbullying, y esas situaciones de abuso que siempre han existido se han triplicado con las pantallas por su fuerza expositiva y exhibicionista.
Lo sencillo, lo simplista, sería prohibir. Pero, al margen de que no hay fórmula única y exitosa, no es lo adecuado. Porque estos menores no estarían formados ni 'entrenados' para participar en el mundo exterior, una sociedad absolutamente mediatizada y condicionada por esta tecnología. Lo que se gana en salud mental, en atención o en desarrollo psicomotriz, se pierde en la adaptación al contexto, que generaría problemas futuros en un círculo vicioso.
El ciudadano quedaría indefenso y sin habilidades ante la complejidad del entorno, incompetente, expuesto ante unos riesgos que se han multiplicado. Además, estos dispositivos albergan ventajas como una educación más individualizada, el derribo de barreras físicas y la eliminación de tareas repetitivas sin valor añadido, entre muchísimas más. No es un enemigo, pero dos factores marcan su uso: cuánto (tiempo) y cómo (se utiliza).
La convivencia entre el método tradicional y los dispositivos digitales, o la conllevancia que reclamara Ortega y Gasset, es el gran reto de la comunidad educativa actual. La Consejería de Educación abrió la senda como avanzadilla con severas restricciones y ahora mantiene su posición ante la oleada restrictiva procedente especialmente de los países nórdicos. La transición se sustentará en la búsqueda del difícil equilibrio, caminando sin red a una velocidad abrumadora. No queda más que aprender.