CONCIERTO DE SANTIAGO AUSERÓN EN CASTILLEJOS
El hijo pródigo y su generosa feliz nostalgia
Santiago Auserón regresó como Juan Perro a Villanueva de los Castillejos para reencontrarse emocionado con amigos en un lugar preferente en su corazón, al que regaló rumboso casi tres horas de concierto. Fue un viaje por ritmos, ciudades y sensibilidades. Exprimió el repertorio y la voz, expresó con una constante sonrisa su felicidad y encadenó historias de una época dorada a la que el tiempo ha dado más brillo que olvido.
Aunque en Comala Sabina comprendió que donde has sido feliz no deberías tratar de volver, en el caso de Santiago Auserón la advertencia de los efectos de la nostalgia apenas son nada en la balanza comparados con el peso de los momentos de felicidad de cada reencuentro con Villanueva de los Castillejos, más aún si el regreso se produce con música bajo el brazo.
Si como escribió Rilke “la patria es la infancia”, hay una que late fuerte en el corazón de este artista inconmensurable. Es este pueblo del Andévalo onubense, donde aún vive su adolescencia y se viste con ella al volver, reviviendo esas ganas de vivir y experimentar con curiosidad, el deseo de ser adulto y avivar las incipientes pasiones, como por la música, que le llevaba a incontables rutas en Damas por los pueblos cercanos junto a sus amigos para escuchar un nuevo single. En esta ocasión hicieron el camino hasta Castillejos para llegar hasta él y su música gentes de El Almendro, Puebla de Guzmán, San Bartolomé de la Torre, Huelva y muchos más lugares, prestos a la llamada de sentimientos atemporales.
Esa etapa dorada de la vida de Auserón (Zaragoza, 1954), que comenzó en 1967, es un tesoro que aún brilla y hace magia en su voz y el ambiente, como ocurrió en la noche de este sábado en la celebración de su Feria Agroganadera. Todo el mundo fue joven bajo esa carpa, una cápsula del tiempo, un santuario libre de lluvia y rico en canciones. Tuvo la ocasión de reencontrarse con un montón de amigos que veían a su compañero de pupitre más que al artista famoso sobre el escenario, puso sus huellas sonoras de nuevo en su calle Lepe, donde vivió, en las calles Gibraleón y Mesones y releyó libros de la Peña Maya, con el viento susurrando sus primeros acordes empuñando la guitarra.
Pese a una vida completa a continuación de los años mozos, este castillejero maño con alma de chaval se subió a las tablas dispuesto a perpetrar un grandioso regalo. Regresó siendo Juan Perro como un hijo pródigo muy particular, pues si en la parábola bíblica matan en su honor a un becerro gordo a su regreso, en este caso en el reencuentro él exprimió su repertorio para que todo un pueblo, toda una provincia, se alimente de sus canciones, melodías, ritmos y letras con raíz y alma viajera. En su infinita generosidad fue desgranando casi tres horas de concierto -a cambio de un caché especial y una fortuna en cariño-. Y no le importó encadenar bises ante un público entregado y sediento ni tocar canciones no ensayadas con su excepcional banda, un 'dream team' de virtuosos.
Se presentó ágil y bailarín, cien por cien expresivo, siempre con una sonrisa en la boca, manteniendo a raya la desbordante emoción, siempre con una historia de valor incalculable en la voz entre tema y tema. Su ‘speech’ constante, tan interesante como su música, contenía sus teorías sobre el big bang y la telepatía, pensamientos vitales… Porque es filósofo por estudios, vocación y espíritu de vida.
Castillejos no es Comala ni Nueva Orleans ni La Habana ni Londres, pero fue todos ellos. Castillejos es Castillejos y hasta un fandango en su voz zaragozana sonó autóctono y ortodoxo, porque Santiago es visto como alguien de aquí que regresa en fiestas. No paró de saludar durante el recital, de lanzar besos, de compartir recuerdos.
Su música se abría paso con cálida rotundidad entre el bullicio y encontraba la respuesta constante de un respetable rendido a alguien de quien se sienten muy orgulloso. Se alzaban entre la multitud no pocos brazos blandiendo portadas de LPs de sus discos, un ejercicio de arqueología musical, como gritando aquello que se dice en ‘Juego de Tronos’ de que “lo que está muerto no puede morir” y ahí sigue, resonando.
El alma mater de Radio Futura es un artista en constante evolución sin perder su sello, reforzándolo, ampliando su espectro musical y la forma en que juega con los géneros. Lo mismo es bolerista que blusero que ‘crooner’. Su inconfundible voz tamiza ritmos y melodías, del son cubano al jazz, pasando por las músicas negras y más étnicas.
De su último trabajo discográfico ‘Libertad’, editado este 2022 con el sello La Huella Sonora, Libertad, cantó temas como ‘Gibara’ o ‘Collar de cuentas’, donde simbólicamente lleva colgados como amuletos el recuerdo sentido de los que ya no están; así como ‘Magnolia’, ‘El Sueño’ y ‘La libertad’ o ‘La noticia’, donde retrata el ‘bulliyng’. Se sumaron otros temas clásicos en su repertorio, como el coralmente cantado ‘Semilla Negra’, ‘El Puente Azul’, con la historia de la tetería londinense de Dimitri en el 92, el potente ‘Río Negro’, el melodioso ‘A morir amores’ o la deliciosa versión del clásico ‘Se te olvida (La Mentira)’.
No, no se le olvidan a Santiago Auserón sus verdades. Idealiza un momento y un lugar sin los supuestos avances del siglo XXI pero donde sentía tenerlo todo y ahora teme que deje de ser inalterable. Como relató, soñó que construían un rascacielos en plena plaza del pueblo y gritaba desesperado que pararan la obra. En la mañana del sábado recibió emocionado una placa, volvió a pasear por los viejos tiempos por el pueblo y seguramente se juró volver las suficientes veces como para sentir que nada ha cambiado ni cambiará.
